Un paseo escalofriante por los museos que cuentan con colecciones de piel tatuada


Ilse Kolch, guadiana nazi de un campo de concentración, elegía a sus víctimas por sus tatuajes, con los que se hacía lámparas o bolsos. La tattomanía cuenta con dos grandes colecciones de piel tatuada de personas fallecidas en Escocia y Polonia

Hace unos días hablábamos del japonés Fukushi Masaicho (1878-1956), uno de los médicos más singulares cuyo interés por el arte del tatuaje le hizo crear una una ingente colección de piel tatuada de personas ya fallecidas hasta alcanzar la pavorosa cantidad de dos mil piezas / lienzos, muchos de ellos miembros de la yakuza, la mafia nipona, a los que pagaba para que su piel acabase en su archivo, incluso pagando de su propio bolsillo los tatuajes sin terminar de algunos de ellos. Se desconoce la «colección privada» que llegó a atesorar Ilse Koch, apodada  «La Zorra de Buchenwald» y convertida años más tarde en prototipo del sadismo y personaje del pulp más sórdido. Koch fue guardiana del campo de concentración de Buchenwald. Allí escogía a las prisioneras por sus tatuajes. Una vez muertas, con su piel tatuada fabricaba lámparas decorativas e incluso se dice que llegó a tener un bolso hecho con piel tatuada de prisioneras asesinadas. Varios museos y colecciones privadas alrededor del mundo cuentan con vastas colecciones de pieles tatuadas de personas fallecidas.

Declaración de Ilse Kolch ante el tribunal que la juzgó por crímenes contra la humanidad

Declaración de Ilse Kolch ante el tribunal que la juzgó por crímenes contra la humanidad

Objetos incautados a Koch. Piel tatuada de prisioneras (16 de abril de 1945)

Objetos incautados a Koch. Piel tatuada de prisioneras (16 de abril de 1945)

MUSEOS «TATUADOS»

Una de las más espectaculares colecciones está en Edimburgo, en el Surgeons’ Hall Museums. Sus piezas pertenecen a marineros tatuados durante el siglo XIX, cuando el tatuaje era algo casi reservado a soldados, presos, marineros, prostitutas o apaches. Algunas piezas pertenecían a la colección de James Bell Pettigrew, conservador del museo desde 1869 hasta 1875. En la mayoría de los casos no se sabe nada de las personas que tenían los tatuajes, pero sus muestras sirven para conocer el ambiente popular entre marineros ingleses y escoceses desde los viajes del Capitán Cook en 1769.

Edimburgo | Surgeons’ Hall Museums

Una de las salas del Surgeons’ Hall Museums de Edimburgo. Fotografía: Anne

Una de las salas del Surgeons’ Hall Museums de Edimburgo. Fotografía: Anne

En el siglo XIX se decía que la realeza había adoptado la práctica de tatuarse. En el artículo para la Revista pictórica mensual The Hammersmith de 1898 titulado «Realeza tatuada: historias raras de una locura rara», se detalla que algunos de los aristócratas han sido entintados. Por entonces se afirmaba que el tatuaje equivalía a un riesgo para la salud, un foco de infecciones y un ejemplo de vida «disipada» y forajida. El artículo dice que «hay unos veinte tatuadores en Londres, algunos buenos, otros muy malos, otros de los que nada se sabe». Eran los tiempos en que numerosos manuales de criminología, inspirados por Cesare Lombroso, reproducían tatuajes de presos, sobre todo antes de la fotografía policial. Los tatuajes servían para identificar a los criminales, por lo que en sus fichas policiales se solían reproducir a mano alzada sus tatuajes. Los tatuajes los delataban.

Polonia: Museo del Tatuaje

También Polonia cuenta con un Museo Nacional del Tatuaje, el Departamento de Medicina Forense de la Universidad de Jagiellonian en Krakow. Portugal, con el fondo que dispone el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Portugal, con sede en Lisboa, que tiene 70 ejemplares.