LA TRADICIÓN DE LAS CAUSAS PERDIDAS

 

[Un pequeño ensayo que nos sirve como manifiesto. Incluído como prólogo a la Antología de Agente Provocador. vol. Una historia secreta de nuestro tiempo]

«Enfocarse en lo “genuino” oculto en los intersticios entre las creencias dogmatizadas acerca del mundo, estableciendo así la tradición de las causas perdidas; dando nombres a lo hasta ahora innominado». Siegfried Kracauer, Historia. Las últimas cosas antes de las últimas

Imaginaos una Gran Biblioteca en la que se almacenase toda la Historia. Interminables filas de estanterías, montañas de documentos (fotografías, libros, pinturas, dibujos, planos y hasta objetos y fetiches, pues estos también esconden sus propios relatos) y, por supuesto, un meticuloso y abnegado Gran Bibliotecario que anota y registra absolutamente todo. La realidad es similar a este universo borgiano, a esta fantasía inabarcable. La civilización se basa precisamente en esto, en conocimientos almacenados, pero a pesar de que cualquier documento es parte de una narración todo no se halla visible para nosotros y nosotras. En ese lugar nos encontraríamos con una Historia oculta sepultada por aquello que navega en su superficie: los grandes relatos esconden la Historia de las Pequeñas Cosas de nuestro tiempo, que tienen su coherencia en el curso de los Grandes Relatos, llamados así porque hubo quién decidió que entrasen en esa categoría dependiendo de nuestra cultura e intereses, de nuestra visión –en este caso eurocéntrica o anglosajona y, desde luego, patriarcal- y hegemonía. Atrás, a lo lejos, lo singular, eso que cada cierto tiempo se nos cuenta como poesía y que advierte de la descomunal fuerza del aleteo de una mariposa. Un proverbio chino que dice que «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo», desencadenando consecuencias que no estaban previstas.

Recorrer esta selección de artículos y piezas publicadas en la web oficial de Agente Provocador provoca una cierta sensación de incredulidad: ¿qué es lo que hasta la fecha nos han contado y, sobre todo, cómo nos lo han contado? Todas y cada una de estas pequeñas / grandes historias, algunas portando alegrías y otras tantas tristezas, victorias y derrotas, ascensos y caídas de personajes, ideas o sueños, son singularidades sobre las que se forjaron muchos episodios de mayor recorrido (revoluciones, batallas, corrientes artísticas o de pensamiento). No han sido elegidas por su relación con la cultura hegemónica sino por lo que tienen de anomalía y casi de accidente. Son fallos en la máquina, erupciones en la superficie del tiempo o, como decía Walter Benjamin en Sobre el concepto de historia, «instantes de peligro»: «Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo “tal y como ha sido” [en palabras de Ranke]. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro».

Desde su creación, en enero de 2016, Agente Provocador se ha centrado en esos fogonazos y destellos. Ha querido, de una forma deliberada e incansable, restituir la dignidad a la anomalía. Esto es, de alguna manera, la historia de lo que ahora tienes en tus manos. Ahora vayamos a su prehistoria.

La anomalía ya había encontrado su espacio en La Felguera Ediciones, una editorial especializada en un tipo de literatura basada, precisamente, en esas singularidades. Aunque llevamos publicando libros desde 2004, esta editorial editorial (un rara avis en el panorama editorial) cuenta con una trayectoria mucho más longeva y que se remonta a 1996. Durante trece años fuimos un colectivo o grupo de afinidad activista muy conectado con su tiempo. En el 2009, mediante un comunicado, anunciamos nuestra disolución como «Colectivo de Trabajadores Culturales» para adoptar la apariencia y el estilo de nada más y nada menos que una sociedad secreta. Atrás, como decíamos, dejamos una intensa actividad como grupo de agitación, una memoria a la espera de que algún día vea la luz una obra que recoja las decenas de acciones callejeras, boicots, interrupciones, panfletos, comunicados (a veces usando nombres falsos) que protagonizamos con escasos medios y mucha capacidad para improvisar. El cambio fue paulatino, casi inconsciente. Empezamos a jugar con los conceptos de invisibilidad y secreto y nos dimos de bruces con el juego. Había nacido una conspiración bajo el aspecto del antifaz: «La literatura ha sido siempre el resultado del callejeo, del pasear y del perderse, es decir, del juego -afirmamos en un comunicado ese mismo año-. El acto de escribir se comunica bajo la forma de un secreto, y lo hace por medio de otro acto que lo revela: la lectura. Al comunicarse el secreto, obligatoriamente se entra en el ámbito del juego ¿Cuál es nuestro juego favorito? Descodificar el secreto de esta época, es decir, demoler la cultura bajo su forma actual. Como en cualquier operación de guerra (amigos, ¡las sirenas de los refugios están sonando ahora mismo!) nuestro campo de batalla es la información y el conocimiento. Esto es, ni más ni menos, un acto de espionaje ¡Seguid las pistas!».

Aquello fue todo un acontecimiento. Cruzamos un puente sin saber qué nos esperaba al otro lado, y lo que sucedió fue que encontramos un territorio común, hallamos fuego amigo. Aquellos modos de hacer y de ser, la necesidad de desvelar conocimientos y abrir puertas, nuestra radical e improvisada heterodoxia nos sirvieron para lo que vendría a continuación. La editorial, y años más tarde Agente Provocador, nació con ese signo, como un «culto oculto a la desviación». Pero entonces, creednos, lo ignorábamos. Desconocíamos hasta qué punto nuestro pasado guiaría lo que sucedería y hasta marcaría nuestro estilo más o menos reconocible en la actualidad. Las presentaciones un tanto insólitas, los paseos urbanos, las derivas y la psicogeografía, la llegada de la magia y la filosofía oculta, nuestra fascinación por la cultura de los márgenes y los personajes que crearon sus propios universos, la apasionada defensa del papel y la imprenta tradicional, el placer del contacto con impresores para elegir papeles, el fetichismo de los olores y tactos (en un mundo donde, precisamente, van desapareciendo estos olores y estos tactos), el apoyarnos en una ética que aprendimos años antes y de la que aún hoy seguimos sintiéndonos solidarios (Do It Yourself) o el poner en relación mundos y tradiciones aparentemente distintas, todo eso que había sido nuestro pasado nos sirvió para manejar el presente.

«Y de pronto, dijimos: «¿Y sí…?» Y así fue»

Y de pronto, dijimos: «¿Y sí…?» Y así fue. Creamos un pequeño medio de comunicación que, en definitiva y por paradójico que pueda parecer, lo que persigue es desaprender aprendiendo. Si el origen del siniestro Gabinete Negro fue la censura y el control, este nuevo y revisitado Gabinete sería justamente lo contrario: la vigilancia sobre los vigilantes. Agente Provocador, tanto la revista en su formato físico (más de un centenar de páginas en kraft y oro) como el magazine online, en web y con contenidos nuevos, diarios y diferenciados de la revista, surgieron a partir de esa comunidad que se relaciona con nosotros y nosotras. Había una sensación de apertura, incluso de celebración. Algunos se echaron las manos a la cabeza: «¿Una revista también en pa-pel?», nos preguntaban en su día algunos amigos y amigas un tanto espantados. Un proyecto editorial como el nuestro, con su pequeña infraestructura, sus complicados ritmos de edición y dirigido a «grandes minorías», como siempre hemos defendido, encontró su extensión con la aparición de algo como Agente Provocador.

El acontecimiento fue, sin embargo, casi natural. La sociedad secreta contaría con una nueva herramienta y su comité redactor estaría formado por un extraño séquito de agentes provocadores, escritores y escritoras que en sus páginas declararían la guerra a malvados grupos y archivillanos (en esta selección, en distintos momentos, podréis leer alguna de estas piezas). Cada cierto tiempo se publican noticias de sus hazañas y golpes. Spider desaparece; Lady X, una de las más célebres, es implacable. Eureka y Pete «Black Thunder» sufren emboscadas. Hay espectrales enemigos. Pero, ¡tranquilos! los agentes provocadores están dirigidos por el doctor Peligro, veterano instigador y mente en la sombra del que solamente se conocen un par de fotografías. Ese es el comité editorial, ese que por medio de alias y nombres falsos cada día publica en el magazine online los artículos que lees. Junto a estos, hemos tenido la fortuna de contar con un sinfín de amigos y amigas, algunos conocidos y otros no tanto, brillantes escritores y escritoras integrantes de esa misma comunidad.

Esta prehistoria sobre el nacimiento de Agente Provocador sería incompleta sin referirnos a nuestras fuentes de inspiración. La referencia que tomamos fue, sin duda alguna, Dangerous Mind y Disinformation, dos webs y magazines online creados por Richard Metzger, pero también otros brillantes proyectos digitales que seguimos como Public Domain Review, Accidental Mysteries, Monster Brains, 50 Watts o Flashbak, entre muchos otros. Sin embargo, aunque existen algunos paralelismos también hay diferencias. Tomamos de estos lo que nos interesaba, desechamos el resto y, sobre todo, decidimos desplazar nuestro centro de gravedad, en cuanto a los contenidos e investigaciones, desde la cultura occidental, como sucede en los medios dirigidos por Metzger, a algo que nos parece fundamental: crear una parahistoria o arqueología informativa propia y hacerlo a través de las luces y las sombras de la historia de nuestro país. Una de las secciones que más disfrutamos es «Spain riots», dedicada a la cultura española. Al igual que nuestros orígenes están unidos al mundo de los fanzines y la cultura también nos inspiró publicaciones afines y amigas como la veterana Mondo Bruto, entre otras.

Entre la revista física y el magazine online también hay diferencias en cuanto al estilo de los contenidos. En la revista física se publican artículos extensos. La web, a diferencia de la revista en papel, no permite generalmente grandes recorridos. Las piezas que vas a leer en esta primera antología, como el resto, no persiguen hacer reflexionar, al menos en un primer momento. Ponen sobre la mesa algo; sus consecuencias en el lector o lectora, si las hay, son imprevisibles. Las piezas son breves y apoyadas con material gráfico o audiovisual. De una manera deliberada, como decimos, no están escritas en tono reflexivo, algunas tienen cierta provocación y casi todas mucha mala sangre. Cada pieza es una puerta abierta. Busca sus nodos y conexiones, sigue la estela de las pistas que otros escritores y medios han ido dejando; piezas potencialmente dañinas que viven su letargo entre las toneladas de información diaria, la mayoría fabricadas en busca de un click o una mejora del rating. Tras esta antología hay, lógicamente, un gran esfuerzo, ingentes horas de investigación en archivos y hemerotecas a partir de una curiosidad malsana que, con frecuencia, lleva a un descubrimiento que a veces merece la pena pero otras no, de lecturas incompletas e interrumpidas por un dato que se nos cruza, de todo eso que está en la cabeza de sus redactores. Muchas veces nos preguntan de dónde sacamos los temas, cuáles son nuestras fuentes. Podríamos contestar diciendo que recibimos decenas de correos o que mantenemos cientos de conversaciones con amigos y amigas que nos sugieren personajes, fenómenos y esas mismas anomalías. Es cierto. Pero lo principal es esto otro: antes de preguntar deberías conocer a nuestra comunidad, a la clase de gente que nos acompaña. Esa misma que incansablemente dialoga y no se conforma, que no le cuesta ir hacia las zonas oscuras de la cultura oficial, aquellos y aquellas que leen con un cuaderno siempre a mano. Lo que publicamos se dirige a esas «grandes minorías», y quizás por eso, en la actualidad, los grandes medios de comunicación se disputan este terreno, creando blogs, abriendo y cerrando cabeceras, a veces sin mucha convicción ni credibilidad pero jugando casi siempre en las fronteras del amarillismo (o metiendo la pata directamente en él). Porque teníamos y tenemos que si quedan tareas por hacer posiblemente pasen por desandar un camino. El periodismo, del que somos parte solamente de manera tangencial (no por desprecio a este o a la figura del periodista, sino porque siempre hemos reivindicado la figura del fan más que del observador sosegado: somos fans escribiendo para fans) se ha convertido en una carrera loca hacia adelante. Su fuga tiene todos los rasgos de enfermedad, pero una enfermedad moderna.

Y ahora, antes de dejaros con mil y un episodios de la historia secreta de nuestro tiempo, vamos a ir acabando y, para ello, regresaremos al principio. Esto tiene ver con el significado que le damos a la historia. Intentamos que ese pasado, el nuestro, deje de serlo, y que al leer esta antología sientas que algo tuyo está ahí, en sus páginas y personajes, en sus declaraciones y hasta en sus incoherencias, hilaridades y no pocos horrores y esperpentos. Por eso, ese otro narrar la Historia, persigue en última instancia que los muertos del pasado se paseen por el presente de los vivos, una idea que parte de una actitud de sospecha y de estar alerta en el recuento de «muertos». Nuestro panteón de héroes y heroínas difiere, y de qué manera, del panteón del historicismo y la oficialidad. Al rescatar del olvido esos mismos fogonazos, los destellos e «instantes de peligro» que dormían un letargo en la Gran Biblioteca del mundo, a pesar de nuestras grandísimas limitaciones, urgencias y tiempos Agente Provocador adquirió un compromiso: tratar de salvar el pasado del olvido. No, evidentemente, todo el pasado, sino un cierto pasado: la tradición de las causas perdidas.

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 El Comité