La aparición de los cometas regicidas
/A partir del siglo XVI, aumentó el interés por los fenómenos celestes. Un séquito de cosmólogos y astrólogos, magos y nigromantes, se repartían entre las distintas casa reales. No había príncipe europeo que no contase con su propio mago real. El avistamiento de cometas, en el convulso siglo de Lutero y su desafío a Roma, dio lugar a todo tipo de teorías: calamidades, la llegada del Anticristo, el milenarismo, etc. La propia palabra «cosmología» indicaba a ese tipo de sabio y científico, personajes que mezclaban las ciencias naturales con la magia y el mundo hermético. En España, ante la aparición del famoso y terrorífico cometa de 1577, se publicó un «Dictamen de El Escorial sobre los cometas regicidas», firmado por un tal M. S., quien presumiblemente formaba parte del grupo de astrólogos y cosmólogos al servicio de Felipe II encargados de opinar sobre la aparición de objetos celestes. Según él, anunciaba la muerte violenta del rey.
Martín del Río, jurista, filólogo y exégeta al servicio del monarca, cita a Damasceno para hacerse eco de estas ideas: «Muchas veces surgen cometas presagiando la muerte de reyes, que no son de los primeros astros creados desde el principio, sino que por mandato de Dios se condensan en el tiempo y se disuelven después». Por su parte, S. Buenaventura afirma algo similar: «Muchas cosas verdaderas predicen las estrellas, y se ve ello en la estrella cometa que predice la muerte de reyes».
También servían para anunciar calamidades de todo tipo y que Baffo ordena de esta manera: sequias, vientos, terremotos, fuente secas, esterilidad de los campos, pestes, guerras, muerte de príncipes, eversión de reinos, cambios religiosos, monstruos e inundaciones. En 1586, como resultado del pánico desatado, el papa Sixto V lanza la bula llamada Coeli et terrae auctor, donde afirma que tales predicciones son producto de la magia negra y la cábala, y contrarias a la Biblia. Lejos de desaparecer, los cometas «regicidas» o apocalípticos continuaron durante el siguiente siglo.
En 1618, por ejemplo, el avistamiento de un potente cometa coincidió con el inicio de una de las campañas bélicas más cruentas de la historia: la terrible Guerra de los Treinta Años.