Apariciones, espectros, fantasmas: la belleza de los fraudes victorianos
/La fotografía nació junto a su fraude, pero las imágenes manipuladas de la época victoriana nos siguen pareciendo bellas y perturbadoras
Incluso Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, cayó en el engaño. En 1917, dos hermanas adolescentes decidieron gastarle una broma. Sabiendo de su poderosa fe en el mundo sobrenatural, colocaron varios pequeñas figuras recortables al lado de un río y las fotografiaron. El resultado, a los ojos de Doyle, era claro: se trataba de hadas. Sin embargo, aquella fecha ya era bastante «moderna» para un arte de la fotografía que llevaba muchas décadas creando y difundiendo imágenes aparentemente reales pero que eran fraudes. Muchas veces el público creía en la realidad de las imágenes, o se dejaban convencer de ello.
A mediados del siglo XIX los fotógrafos eran seres casi mágicos y la fotografía una técnica muy nueva, poderosa y sorprendente. La fotografía espirita, por ejemplo, en medio de años en que las sesiones con médiums eran frecuentes (y Doyle de esto sabía mucho), aparecía en numerosas revistas. Los familiares, desconsolados por la perdida de sus seres queridos, se maravillaban ante estas repentinas apariciones. Lo mismo sucedió décadas después con la Primera Guerra Mundial, la gigantesca carnicería que convirtió a millones de europeos en viudos y viudas que deseaban a toda costa comunicarse por última vez con el ser amado. Los ingleses, en la época victoriana, fueron los grandes perpetradores de engaños, a veces sutiles y otras veces bastante burdos. Sin embargo, entre la fascinación de la fotografía post mortem, habitual entonces, y la del espiritismo, se crearon cientos de imágenes perturbadoras que aún hoy, a pesar del ingenuo engaño, nos siguen pareciendo ante todo bellas y sobrecogedoras.