La baraja del Holocausto

El artista y arquitecto esloveno Boris Kobe diseñó una baraja de cartas que ilustra los "juegos de poder" del campo de concentración de Allach en 1945. Un juego entre la vida y la muerte, en el que los naipes representan la fuerza de la voluntad y creatividad necesarias para sobrevivir a uno de los momentos más oscuros de la Historia.


En febrero de 1945, Kobe fue arrestado por formar parte de la resistencia contra la ocupación alemana de Liubiana y deportado al campo de concentración de Dachau. Posteriormente fue trasladado a Überlingen y finalmente a Allach, donde permaneció hasta su liberación por el ejército norteamericano el 22 de abril de ese mismo año. Sabemos la fecha exacta porque él mismo se encargó de inmortalizarla en una carta: el naipe XXI, donde podemos ver ondeando la bandera eslovena y una lápida, en la que puede leerse "Allach", consumida por las llamas.

La baraja completa consta de 54 cartas individuales con sus respectivos dibujos, tal y como exige el Tarock, un juego tradicional austriaco similar al Schnapsen, repartidas en 22 triunfos y 32 cartas de color. Sin embargo, el diseño de Kobe incluye deliberadamente una serie de fallos que impiden que se pueda jugar normalmente. Su finalidad no era lúdica, sino expresar los horrores que el artista había visto y vivido en el campo de concentración.

En el primer naipe, por ejemplo, vemos a un joven despojándose del uniforme la ropa del campo para vestirse  con su ropa de civil, puros andrajos. Para el jugador de Tarock, se trata de una carta valiosa, que se persigue durante toda partida. Si se juega bien, el jugador que cierre la baza habrá visto el final de la guerra y estará en condiciones de regresar a casa.

Otros hacen referencia a la difícil convivencia en los atestados barracones, la enfermedad y el hambre; los trabajos forzados y los brutales castigos corporales a los que eran sometidos los prisioneros. De camino a la estación de tren, los guardias de las SS les obligan a formar una fila a base de patadas y azuzándoles con los perros. Si alguien se atrevía a desviar la mirada, le golpeaban con la culata del fusil en la espalda.

La finalidad de la baraja de Kobe era expresar los horrores que el artista había visto y vivido en el campo de concentración

Cada mañana, una pareja de reclusos se ocupaba de retirar los cadáveres de quienes habían muerto durante la noche. El testimonio de Anton Jež, uno los supervivientes de Allach, nos ayuda a completar la estremecedora estampa: «El segundo día después de la liberación fui descubrí una pila de más de 80 cuerpos. Uno de los encargados de amontonarlos era mi compañero de colegio y vecino Ivan Golob. Ambos fuimos capturados en Liubliana en abril de 1944 y enviados a Dachau, donde nuestros caminos se separaron: él fue enviado al campo de concentración de campo de concentración de Natzweiler y yo al de Neuaubing. En el verano de 1945, regresamos juntos a casa».

Mención aparte merecen los triunfos como éste, en el que podemos ver a dos supervivientes, dos prisioneros triunfantes. Por sus gorros y sus rostros, podemos ver que uno viene del Este y el otro del Oeste. Sus puños en alto simbolizan la fuerza y la solidaridad humanas.

La otra cara de la baraja la representan los kapos, reclusos que ocupaban posiciones administrativas en el campo. Se les asignaban capataces y gozaban de ciertos privilegios (mejor alimentación y mejores condiciones laborales) que aumentaban sus posibilidades de supervivencia. Pero el único y auténtico Rey del campo, sin duda, era la Muerte, representada en el naipe que ejerce mayor poder sobre el resto.

Sabemos que Kobe sustituyó en su baraja el diez de picas y el diez de tréboles por una pareja extra de ases, para así evitar que se pudiera jugar con ella. Mantuvo un único as de corazones, siguiendo la representación tradicional de jinete, pero le añadió su sello personal: «IMPRESO POR KOBE BORIS NO. 142841 KZALLACH». El mismo número que le asignaron al llegar al campo de concentración en Dachau y que desde entonces llevó tatuado en el antebrazo.