Cuando los niños estadounidenses comenzaban el día haciendo el saludo nazi

Durante décadas los niños y niñas estadounidenses saludaron con el saludo nazi, hasta que italianos, alemanes y españoles lo convirtieron en parte de su credo. Hace poco Getty Images, forzado por varios historiadores, tuvo que cambiar los pies de foto. «Nunca fuimos nazis», afirmó uno de ellos.


Los niños, disciplinados y con gesto serio, mirando hacia la bandera, a la orden del director de la escuela levantaron automáticamente el brazo haciendo el saludo popularizado por nazis y fascistas: «Juro lealtad a mi bandera y la república que representa; una nación indivisible, con libertad y justicia para todos». El ritual, descrito en una obra juvenil de 1892, estaba normalizado. Sucedía a diario, al comenzar el día. Hasta que llegaron nazis alemanes y fascistas italianos y, seguidamente, falangistas españoles, que convirtieron aquella derivación del antiguo saludo romano en una seña de identidad del totalitarismo.

Estados Unidos, que lo tenía prescrito desde hacía décadas tardó en retirarlo. Al menos hasta que los japoneses arrasaron Pearl Harbor en diciembre de 1941 y, por vez primera, los estadounidenses sintieron la muerte y la destrucción de cerca.

Escolares hacen el saludo Bellamy en el patio del colegio (1915)

Escolares hacen el saludo Bellamy en el patio del colegio (1915)

Cuando hicieron su aparición las camisas negras, la polémica estaba servida. Los intervencionistas y antifascistas estadounidenses exigieron que se retirase el saludo. El clérigo Bellamy, su creador, no pensaba en un saludo, sino en un juramento. Bellamy, desde 1892, se había embarcado en crear muestras públicas de adhesión a una especie de espíritu de compromiso con los supuestos ideales de los fundadores del país. Aseguraba que el país necesitaba un credo. No lo hizo solo. Daniel Sharp Ford, propietario de una revista llamada Youth's Companion, llevaba años intentando impulsar el patriotismo. Para celebrar la historia de Estados Unidos, o lo que entendía que era esto, Ford logró colocar banderas estadounidenses en todas las escuelas del país. Lo siguiente fue componer una perorata adecuada que se pronunciaría diaria y colectivamente a los pies de la bandera. El brazo en alto significaba adhesión. La mano en el corazón, compromiso sincero.

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Una clase entera haciendo el polémico saludo (circa 1920)

Una clase entera haciendo el polémico saludo (circa 1920)

Ahora, con la amenaza de la bestia totalitaria, el saludo se consideraba una vergüenza y un equívoco que los acercaba a los absolutistas europeos, que sembraban el terror. No fue fácil dar marcha atrás. Muchos se negaron, argumentando que todo eso pasaba lejos de allí y que aquella era una tradición largamente instaurada, un acto de demostración pública marcial de amor al país.

Al otro lado del océano el continente estaba en llamas. Muchas figuras tremendamente populares, como el pionero de la aviación Charles Lindbergh, contrario a la intervención de su país en la guerra, defendieron su mantenimiento. El 15 de septiembre de 1939, doce días después de que Francia e Inglaterra declarasen la guerra a Alemania, Lindbergh pronunció un discurso por radio a toda la nación condenando a la Alemania nazi y su persecución antisemita pero, al mismo tiempo, rechazando participar en los combates.

Hubo argucias bastante sucias. Aunque Lindbergh no apoyaba abiertamente a los nazis, se le acusó de simpatizar con Hitler. En una foto suya, de octubre de 1941, en plena controversia por el saludo Bellamy, se le veía haciendo el saludo en un mitin organizado por el aislacionista Comité América Primero en el Madison Square Garden de Nueva York. De manera deliberada, en la imagen no se veía la bandera estadounidense, creando así un equívoco bastante embarazoso. Parecía un miembro de la Gestapo.

La polémica foto de Getty Images. El senador Burton K. Wheeler, Charles Lindbergh y la escritora  Kathleen Norris hacen el saludo en Nueva York (1941)

La polémica foto de Getty Images. El senador Burton K. Wheeler, Charles Lindbergh y la escritora Kathleen Norris hacen el saludo en Nueva York (1941)

No estaba solo. Varias personalidades del mundo de la cultura parecían apoyarlo, como el senador Burton K. Wheeler, y la novelista y columnista de prensa Kathleen Norris, lo apoyaban. Por supuesto, los seguidores del nacionalsocialismo no dudaron en montar manifestaciones con esvásticas incluidas en muchas ciudades del país. Ellos estaban encantados con el saludo Bellamy. Un sector del socialismo más pacifista apoyaba no ayudar a Europa en su lucha contra el fascismo.

La imagen de niños haciendo el saludo nazi en las escuelas, no es algo excesivamente conocido, incluso para los propios estadounidenses. Getty Images, en decenas de fotografías de aquellos tiempos, en las que se ve a caras famosas haciendo el saludo Bellamy, ha estado etiquetando estas imágenes con unos pies de foto en los que afirma que se trata de actos pronazis. Hace poco tuvo que modificarlos. Varios historiadores, advirtiendo el error, escribieron a la compañía. «Nunca fuimos nazis», afirmó uno.