Comunismo, hipnotismo y... ¡The Beatles!

The Beatles tenían instrucciones ocultas para un Armagedón. El rock and roll, a través del sexo y el erotismo, perseguía la mezcla de razas, la instigación a la rebelión y la promiscuidad sexual. Eso fue, al menos, lo que pensaron algunos escritores en la gran cruzada cristiana contra el pop.


Algunos vieron en las canciones de The Beatles instrucciones ocultas para un Armagedón. The Beatles eran la personificación maligna del Oscuro. Un Satán hecho carne. David Noebel ha sido, posiblemente, uno de los propagandistas ultracatólicos más célebres y quien, durante buena parte de su vida, más decididamente le declaró la guerra al rock and roll, que según él intentaba extender el comunismo entre los más jóvenes. ¿Habrían ya desarrollado el terrible «mentacide», el arma soviética descrita por Noebel como «el proceso mental letal que literalmente produce el suicidio de la mente»? En 1965, con el país envuelto en la lucha por los derechos civiles, Noebel publicó un hilarante libro, hoy casi un objeto de culto, cuyo título ya resulta suficientemente esclarecedor: Communism, Hypnotism and The Beatles.

¿Que sostiene su autor? The Beatles estarían utilizando el sexo y la hipnosis para que la bandera roja termine luciendo en la Casa Blanca. ¿En qué organización militaba Noebel? Por supuesto, en la ultraderechista John Birch Society.  La música pop era una estrategia subliminal para inocular un mensaje que hablaba de libertinaje y erotismo. El final del camino, para Noebel, sería el desastre de América.

David Noebel

David Noebel

Noebel, incansable, siguió con su cruzada. Luego, dos años más tarde, tuvo su continuación con Rhythm, Riots, and Revolution, donde salen mal parados los cantantes folk, especialmente Bob Dylan. Hay referencias a discos y citas bíblicas, también a toneladas de fuentes sin contrastar. Dylan se ha unido al equipo maligno encabezado por The Beatles. Noebel era imparable: a este libro le siguio otro. Su título es maravilloso: The Beatles: A Study in Drugs, Sex and Revolution.

Así, era lógico que Noebel se dedicase más intensamente aún a la educación cristiana entre los adolescentes, embarcándose en la conocida Cruzada Cristiana. Todo este universo del horror cuyo epicentro es el rock and roll fue compilado en una especie de obra cumbre del delirio de Noebel. Su título, una vez más, es magnífico: The Marxist Minstrels: A Handbook on Communist Subversion of Music, aparecido en 1974. Luego siguieron joyas del bizarrismo ultracatólico como Rock ‘N’ Roll: A Prerevolutionary Form of Cultural Subversion. En aquel entonces, ya el rock and roll había alcanzado su objetivo: la mezcla de razas, la instigación a la rebelión y la promiscuidad sexual. Los culpables, según él, tenían nombres como Pete Seeger o Malvina Reynolds, entre muchos otros.

«Asegúrense de que sus hogares, iglesias, casas de discos y estaciones de televisión no reproduzcan o vendan discos de Young People's Records o Children's Records Guild. Asegúrense de que sus escuelas no usen esos discos comunistas. La guerra cibernética es el arma más reciente y ¡no podemos permitir que haya niños perturbados de los nervios! Tiren todos sus discos de The Beatles y de rock and roll al basurero [...]. Estén seguros que cuatro peludos beatniks anticristos no destruirán la estabilidad emocional y mental de nuestros niños ni finalmente destruirán nuestra nación ...»

David Noebel

Entre 1971 y 1977, justo cuando emergió un nuevo fenómeno que debió horrorizarle aún más (¡el punk rock!), marchó a Tulsa, Oklahoma, e impartió clases de estudios de la biblia en el American Christian College, fundado por el famoso y polémico evangelista Billy James Hargis. Sin embargo, el año en que su colega Noebel publicó The Marxist Minstrels, Hargis tuvo que dimitir como presidente del American Christian College, acusado de mantener relaciones sexuales con jóvenes cristianos en una granja de trabajo. Nunca fue procesado, aunque los hechos le hicieron mucho daño.

Hargis se retiró a una granja en Missouri, donde continuó con sus programas de radio de propaganda radical evangelista y sus panfletos. En su autobiografía, de forma misteriosa, se refiere a ello: «Soy culpable de haber pecado, pero no por el pecado del que fui acusado», reconoce.