Aquellos chalados concursos: Guapa de Madrid con gafas
/El siglo XX fue prolífico en concursos absurdos y chiflados. Por ejemplo, Guapa Madrid con gafas, un certamen que se celebró en la capital por todo lo alto durante las décadas de los 60 y 70.
De toda la vida, llevar gafas ha sido un engorro. No solo por su precio, su cuidado o la dificultad que supone vivir sin ellas cuando se precisan, sino porque socialmente no dejan de ser consideradas un producto de ortopedia que no suele encajar en los cánones de belleza al uso.
Mientras que las gafas de sol han sido tradicionalmente un complemento que otorga estilo y status social, las gafas graduadas, especialmente las de épocas pasadas, eran un artefacto que no solía estar muy cuidado estéticamente y que, superada una determinada graduación, resultaban casi una condena para el usuario que, nada más colocarse los anteojos, comprobaba cómo su aspecto envejecía.
Hasta que los fabricantes de gafas se dieron cuenta de que debían invertir tiempo y recursos en crear modelos atractivos, lo de llevar un par de anteojos era causa de traumas, no solo en la infancia sino, muy especialmente entre la juventud, que veía cómo ese accesorio podía arruinar noviazgos y romances.
Consciente de ello, el cantante italiano Herbert Pagani abordó el problema que suponía llevar gafas en la adolescencia con su tema Cin cin con gli occhiali, canción de 1968 en la que narraba lo complicado que es cuando dos jóvenes, ya de por sí acomplejados por sus gafas, pretendían darse un beso y chocaban sus correspondientes monturas.
Alertados del problema, los fabricantes y ópticos se vieron en la necesidad de cambiar la percepción social que se tenía de las gafas y, junto a la publicidad convencional en periódicos, revistas y televisión, decidieron organizar un concurso cuyo planteamiento no desentonaba demasiado con aquellos de bailar hasta que la última pareja caiga extenuada, los de comer hasta reventar, aquellos que premian la patata más grande de la cosecha o el animal más cebado: el certamen Guapa Madrid con gafas.
El planteamiento era chalado de por sí. Además de supurar machismo desde el momento en el que solo estaba abierto participantes femeninas, ponía de manifiesto la diferencia de juicio que había en el uso de gafas entre hombres y mujeres: mientras que a ellos en un momento dado podía darle un toque interesante e intelectual, a ellas las afeaba.
Según la hemeroteca, el primer concurso de belleza con gafas como accesorio se celebró en 1959, durante la verbena de Puerta del Ángel de Madrid con motivo de las fiestas de San Isidro. La ganadora fue la joven de 17 años Cristina Javier, pero en las noticias publicadas no constan ni premios ni regalos más allá del reconocimiento y el título de Guapa con gafas.
La cosa cambiaría en la edición de 1961, celebrada el 4 de agosto en las Vistillas con motivo de la festividad de San Eleuterio. En esa ocasión la elección corría a cargo de la Hermandad de Cinematografía, que prometía a la ganadora una prueba para el cine español. Ni en los periódicos de la época se menciona a la ganadora ni hay referencias de que finalmente participase en una producción cinematográfica lo que, por otra parte, no era algo que estuviera garantizado pues el premio era únicamente «hacer una prueba».
En la España de los 60, poder triunfar en el mundo del cine era un reclamo ciertamente atractivo. Tanto es así que, en 1968, volvió a utilizarse como premio en esa edición de Guapa con gafas, aunque no era la única recompensa. La ganadora, Luisa María García Lorente, se llevó también una estancia de una semana en un hotel de primera clase en Palma de Mallorca, 10.000 pesetas en metálico y una estola de visón. No obstante, de su intervención en «una película con un papel importante» no hay ninguna noticia ni siquiera en IMDb.
A mediados de los sesenta y casi hasta la década de los 80, el certamen Guapa con gafas comenzó a ser patrocinado por la óptica Cottet que, cada año y coincidiendo con las fiestas de San Isidro, organizaba una gran verbena con cena, chocolate con churros, orquesta, actuación de primeras figuras internacionales como Pedro Vargas y baile en importantes salas de fiestas de Madrid como Florida Park. El evento, que solía aparecer reseñado al día siguiente en los principales diarios y revistas del país, convocaba bien como invitados, bien como jurados, algunas de las personalidades más importantes del país.
Por ejemplo, las actrices Conchita Montes y Mónica Randall, el actor Fernando Rey, el humorista Tono, el escritor Antonio Gala, damas de la alta sociedad como Pitita Ridruejo o Cuqui Fierro y personalidades muy vinculadas al franquismo como el periodista Emilio Romero, Fernando Vizcaíno Casas, el doctor Vallejo Nájera, hijo del médico filonazi del mismo nombre, y Carlos Arias Navarro, recordado por ser el encargado de comunicar la muerte del dictador pero que, por esa época, era alcalde de Madrid.
Ante todos ellos desfilaban las participantes, las cuales portaban un cartel con un número. Según las crónicas periodísticas, en ese cartel nunca estaba el cuatro, tal vez para evitar aquello de «los cuatro ojos». A medida que avanzaba la velada las aspirantes iban siendo eliminadas hasta elegir a la ganadora y a sus damas de honor. Tras la entrega de los premios y los posados para la prensa, la velada continuaba hasta la madrugada entre bailes y tragos.
Lo más chalado de todo era que en el certamen Guapa Madrid con gafas, las participantes no llevaban ese accesorio de forma habitual. Sencillamente se ponían los modelos que deseaba promocionar el patrocinador y desfilaban con ellos. Al final, ni siquiera en la fiesta de las gafas, aquellas chicas que necesitaban aumentar su autoestima por llevar un accesorio que era entendido socialmente como poco favorecedor, estaban invitadas.