«El Ciudadano Kane de la brujería»
/Durante los setenta, la proliferación de pequeñas cintas y películas de bajo presupuesto de temática oculta, fundamentalmente sobre brujería y magia negra, creó un circuito de distribución de este tipo de material que casi siempre era considerado como softporn, productos de nefasta calidad que, por medio de desnudos colectivos en masivos aquelarres, atraían a un público fundamentalmente masculino. Lo mismo sucedió con muchas revistas y colecciones editoriales. Sin embargo, entre todo aquel material destaca la película Legend of the Witches, estrenada en 1970 y dirigida por Malcolm Leigh. Legend of the Witches presentaba una gran calidad visual, algo que hizo que muchos calificasen a la cinta como «el Ciudadano Kane de la «witchploitation».
Leigh se rodeó de las estrellas del momento en la brujería y el mundo oculto, como Alex Sanders y su esposa Maxine. Posiblemente, Leigh entró en contacto con Sanders durante sus años en el bohemio barrio londinense de Notting Hill, a finales de los sesenta, cuando el mago se movía entre hippies y radicales, muchos de ellos interesados por el misticismo.
Fue allí donde conoció a Maxine Sanders (entonces Maxine Morris), una mujer católica de veinte años. Maxine fue iniciada por Sanders en la brujería y rápidamente se convirtió en Suma Sacerdotisa. En 1965 se casaron por el rito de la Wicca. Ambos establecieron su coven e impartieron clases de brujería.
Sanders salía en las principales revistas y periódicos nacionales. Su fama, tras un extenso reportaje publicado en 1969, dio lugar a una biografía titulada King of the Witches (Rey de los Brujos), tal y como lo llamaban. El libro vio la luz el mismo año que se estrenaba Legend of the Witches. Todo esto desembocó en más presencia en los medios de comunicación con muchas asistencia a programas de televisión, tertulias e intervenciones públicas. A otros brujos y brujas, sin embargo, les parecía que Sanders sufría de una adicción a los focos y estaba llegando a la explotación de toda una ancestral cultura para su propio provecho. Para muchos, estaba arrastrando a la brujería a través de la prensa sensacionalista.
Su seriedad en el mundo oculto parece fuera de toda duda. Aunque su publicidad hacía uso una vez más del desnudo femenino, las apariciones de Alex Sanders confiere a Legend of the Witches de una gran credibilidad, a pesar de que fue proyectada en cines X. Aunque no faltan los lugares comunes: pentagramas, rituales paganos, danzas y hasta Stonehenge, la película, para Leigh, fue un fiasco comercial. Sanders, en cambio, logró una gran publicidad. Desde entonces, asistió como invitado a numerosos programas de televisión y su templo y seguidores crecieron sin parar.
La leyenda «de las brujas» cayó en las manos de quien aseguraba ser el último brujo sobre la tierra.