Jane Bond, una agente secreta al servicio del glamour
/La heroína “no autorizada” por los herederos de Ian Fleming protagonizó más de un centenar de historietas en las que venció al crimen organizado, pero nunca consiguió emanciparse del famoso agente secreto ni desprenderse del todo de su condición de “mujer objeto”.
«Conozca a Jane Bond, agente secreta. Tan fresca como una rosa de la mañana y tan mortal como las solanáceas. Nacida en los Estados Unidos, educada en Italia, vestida por Zior de París y odiada por todos los delincuentes del mundo». Semejante carta de presentación corresponde al principal activo de la Fuerza Policial Mundial (más conocida por su acrónimo Worldpol), una organización internacional de lucha contra el crimen con sede en Londres que, a la manera de la Interpol, centra sus esfuerzos en perseguir a los villanos más elegantes y megalómanos del comic británico de los años sesenta. La joven en cuestión, una pizpireta yeyé de apenas 20 años, que luce melena rubia hasta los hombros y perpetua expresión de asombro, se enfrenta a seductores ladrones de guante blanco, sádicos dictadores del Tercer Mundo y pérfidos multimillonarios con notable estilo y desparpajo. Y resulta tan efectiva en las misiones que le encomiendan que sus superiores la colman de piropos y medallas.
Jane Bond debutó en el primer número de la revista juvenil Tina (más tarde Princess Tina), como parte de un ambicioso plan para atraer a un público femenino que demandaba un contenido cada vez más alejado de las tramas románticas convencionales. Corrían los años 60 y por primera vez los cómics “para señoritas” no se mostraron ajenos a las tendencias de la época, empezando por la estética pop surgida de la escena del Swinging London. Todo debía resultar más joven, más moderno. Incluso los espías, tan en boga debido al enorme éxito de James Bond, se sumaron al guateque. Hasta entonces, las seductoras heroínas de aquellas películas se contentaban con ejercer su función de mujeres florero, meros objetos sexuales o pérfidas mataharis a la sombra del superagente secreto de turno. Pero la irrupción en el panorama de Modesty Blaise convenció a los editores para buscarle una versión apta para las lectoras adolescentes.
La peculiar mezcla de glamour, kitsch, acción y humor de las historietas las hacen demasiado ingenuas y políticamente incorrectas para el público de hoy en día.
Pero no se dejen engañar por las apariencias. A lo largo de sus aventuras, Jane ha demostrado ser una tiradora experta, dominar varias artes marciales e incluso se las ha ingeniado para salir ilesa al despeñarse por un barranco con su flamante deportivo. Sus reflejos a los mandos de un F-16 le han permitido superar la barrera del sonido sin despeinarse y, llegado el momento, no ha dudado en utilizar su bolso de Louis Vuitton a modo de paracaídas. Por si fuera poco, su lipstick oculta un sofisticado sistema de radio para comunicarse con el alto mando y las perlas falsas de su collar funcionan como pequeñas granadas de nitroglicerina.
Las heroínas se contentaban con ejercer su función de mujeres florero, meros objetos sexuales o pérfidas mataharis a la sombra del superagente secreto de turno.
Tomando como modelo a la Emma Peel de Los Vengadores y la April Dancer de La chica de CIPOL, el dibujante Mike Hubbard se encargó de la serie a lo largo de 158 entregas semanales, a razón de dos páginas por número. Las exigencias del formato se asemejaban bastante al de las soap operas televisivas y limitaban bastante el campo de acción. Al inicio de cada nueva entrega había que poner al día a las lectoras sobre lo que había sucedido la semana pasada y la última viñeta debía incluir un cliffhanger lo suficientemente impactante como para asegurar la tirada de la semana siguiente. Así que leer una aventura completa del tirón puede resultaba demasiado cansino, por más que Hubbard y su legión de guionistas sin acreditar se esforzaran en mantener el suspense. De ahí sus tramas disparatadas en las que nuestra protagonista debía frustrar el plan de unos terroristas para derretir los casquetes polares del Ártico o huir de las garras de una langosta mecánica gigante. Huelga decir que cosecharon un éxito rotundo, llegando a publicarse esporádicamente (y coloreadas para la ocasión) en Italia, Alemania y Holanda.
Con respecto a su homólogo masculino, Jane Bond puede suscribir la célebre frase de Ginger Rogers sobre Fred Astaire: «Hice todo lo que él hizo, pero detrás suyo y en tacones altos». Aunque nunca se molestaron en desmentir el presumible parentesco entre ambos personajes, las parodias y referencias a la cultura pop eran tan habituales que ni Ian Fleming ni los productores de James Bond se platearon tomar medidas legales al respecto, considerando que nadie en su sano juicio iba a pensar realmente que las aventuras de Jane pudieran estar oficialmente conectadas con las historias de la franquicia. Aún así, la galería de villanos presidida por el carismático Theodore Leopold (trasunto de Goldfinger) y la presencia de secundarios como el flemático coronel Merrill no solo garantizaban que los fans de 007 contaran con figuras reconocibles a las que aferrarse, sino que asumían roles heteropatriarcales para evitar que la emancipación del personaje protagonista «se saliera de madre».
«Hice todo lo que él hizo, pero detrás suyo y en tacones altos».
De hecho, sus aventuras se terminaron prematuramente en 1970 cuando Jane fue enviada a un crucero por el mundo «para relajarse». La encargada de tomar el relevo fue Janet Ross, una estudiante de enfermería del Hospital Selwick que acostumbrada a ayudar a sus pacientes con una sonrisa y con un olfato especial para resolver pequeños misterios y hurtos menores. A Jane nunca se la volvió a ver por las páginas de la revista, conviertiéndola en objeto de culto para quienes reivindican la peculiar mezcla de glamour, kitsch, acción y humor de unas historietas quizás demasiado ingenuas y políticamente incorrectas para el público de hoy en día.