La España moderna: el autobanco del Paseo de la Castellana
/Durante los años 60 y 70 proliferaron los autobancos, oficinas en las que se podían realizar sencillas operaciones financieras sin bajarse del automóvil. La moda, que en España comenzó en pleno Paseo de la Castellana de Madrid, se extendió posteriormente por todo el país.
Hubo una época en la que el progreso y la modernidad pasaba por el uso del automóvil. Resolver cuestiones cotidianas o disfrutar de momentos de ocio parecían más apetecibles si se hacían desde un coche. Era el tiempo de los restaurantes Drive-In, de los autocines, de los autolavados o de las misas desde el coche celebradas en Estados Unidos por el reverendo Robert Schuller en los años 70.
De este modo y hasta la crisis del petróleo de 1973, esta filosofía de vida se aplicó en diferentes países occidentales, incluida España. Lo de menos era que aquí, el automóvil fuera un verdadero objeto de lujo, que el parque móvil fuera raquítico o que los jóvenes no tuvieran acceso a ellos. Aunque en España hubiera sido imposible rodar una película como American Graffiti, la influencia cultural estadounidense hizo que en las zonas de costa surgieran infinidad de autocines o que, en pleno Paseo de la Castellana de Madrid, se inaugurase, a mediados de los años 60, un autobanco.
«Banesto inaugura el primer autobanco español. En pleno centro de Madrid, sin aparcar, ni tan siquiera bajar de su coche, podrá disponer de su cuenta corriente en nuestra Sucursal de Castellana, 7». Con estas palabras y a página completa en el diario ABC, el Banco Español de Crédito presentaba su innovador servicio, cuyo funcionamiento explicaba a continuación:
«Usted penetra con su coche en el Banco. Un cerebro electrónico le indicará en un cuadro luminoso el número de la ventanilla a la que se debe dirigir en su automóvil. Sin necesidad de bajar del coche, entregará su cheque y se le hará efectivo en muy pocos segundos ya que todos los servicios de esta Oficina están dotados de un sistema de televisión de circuito cerrado». ¿Qué más se podía pedir? El autobanco combinaba automóviles, cerebros electrónicos, inmediatez, dinero, en definitiva, progreso.
Asimismo, para incentivar el uso de ese servicio, la entidad permitía que los clientes pudieran operar en el autobanco independientemente de la sucursal en la que tuvieran su cuenta corriente, algo que, en la época, resultaba más útil que hacer pequeñas gestiones bancarias (pues hipotecas nunca se pudieron firmar, todo sea dicho) sin bajarse del coche.
Según la Revista Arquitectura, que se hizo eco de todo el proyecto arquitectónico del banco, gracias a las 24 pantallas de circuito cerrado de televisión era posible cobrar un cheque en «un minuto y medio desde la entrada y la salida del vehículo en el edificio». La propuesta resultaba tan innovadora, que también llegó a aparecer en la película de Pedro Lazaga No desearás a la mujer del prójimo (1968) y, en los siguientes años, Banesto y otras entidades abrieron nuevos autobancos. Por ejemplo, el que el Banco Hispano Americano tenía en Paseo de la Castellana 22, en el parking subterráneo situado bajo el Hotel Villamagna y los almacenes Sears, posteriormente Celso García y, hoy en día, uno de los El Corte Inglés de Serrano.
Además de Madrid, también Barcelona contó con autobancos e incluso ciudades como Murcia donde, el 6 de noviembre de 1971, el Banco Central inauguró uno de estos servicios. Como refería el diario La Vanguardia «después de la bendición de los locales, el Consejero-Delegado del Banco Central, señor Escámez, ofreció en nombre del Consejo de Administración de la Entidad estas nuevas instalaciones, de estilo moderno, en consonancia con el gran desarrollo urbanístico de la ciudad, pero sin olvidar las líneas clásicas predominantes, y construidas con un criterio funcional para facilitar a su clientela los más avanzados servicios bancarios con la mayor rapidez, comodidad y eficacia. Manifestó que con la implantación del servicio de Autobanco, se pretendía cubrir un nuevo enfoque de las relaciones con la clientela, aprovechando al máximo las facilidades de la automoción».
A pesar de sus supuestos beneficios y atractivos, el sistema autobanco solo se implantó en algunas sucursales y en determinadas zonas de las ciudades. No solo requería de una infraestructura más compleja que cualquier otra oficina, sino que quedó obsoleto con la aparición de las tarjetas de crédito y los cajeros automáticos que, además de poder ser utilizados por cualquier persona, tuviera automóvil o no, estaban disponibles 24 horas al día y no precisaban tener un empleado atendiéndolo.