La domadora y la anarquía: el rodaje maldito de «Carne de fieras»
/Una domadora y una vedete, un anarquista y unos leones. La película maldita de la CNT que un día apareció en el Rastro de Madrid.
Mientras las bombas caían y el fascismo avanzaba, el anarquismo produjo numerosas películas en condiciones muy difíciles. Carne de fieras, una de aquellas cintas, es una bella rareza envuelta en misterio.
Carne de fieras fue un encargo de un empresario a un anarquista, Armand Guerra, que escribió el guión y dirigió el rodaje que comenzó a llevarse a cabo en el parque del Retiro en julio de 1936, con el comienzo de la locura bélica que destrozó el país.
El levantamiento fascista le pilló a Armand desprevenido: «Acababa yo de regresar a mi casa, en Madrid, en la avenida de Menéndez y Pelayo 19, después de un día de rudo trabajo. Desde las siete de la mañana hasta la caída de la tarde, había estado rodando exteriores de una película titulada Carne de fieras, en los jardines del Retiro. La película la habíamos empezado el jueves 16 de julio. Yo era el autor, el realizador e intérprete de un papel especial. Como veis, no me quedaba tiempo para aburrirme. Durante la tarde del sábado se había rumoreado mucho sobre una sublevación fascista inminente. Pero, a decir verdad, nadie daba crédito a la cosa... Poco después de cenar, y cuando ya me disponía a acostarme, la radio de un vecino confirmaba el hecho».
La película cuenta la historia de Pablo, un boxeador enamorado de su esposa Aurora, que mantiene una relación adúltera con un cantante de cabaret. Pablo sorprende a los amantes y solicita el divorcio. Deprimido, su carrera como boxeador entra en declive, hasta que conoce a Marlène, una artista de variedades, cuya actuación consiste en bailar desnuda en una jaula con cuatro leones y que está unida sentimentalmente a su compañero de trabajo, el domador Marck. Pablo propone matrimonio a Marlène, pero esta no se atreve a dejar al domador.
El rodaje duró varios meses, hasta finales de septiembre, y donde «El Hombre Autómata» también interpretaba un pequeño papel. Marlène Grey parecía un fantástico gancho comercial: se movía con soltura y desparpajo, y era una experta en el mundo del espectáculo. Su número más famoso consistía en introducirse en una jaula junto a varios leones y, provista de un tanga, bailar ante la mirada de las fieras, que eran vigiladas por el látigo del domador.
Una de sus protagonistas era una hermosa francesa, Marlène Grey, casada con «El Hombre Autómata», apodada la «Venus Rubia», habituada a la vida circense, y que solía actuar en el teatro Maravillas o el Circo Price. Junto a Marlène, compartían reparto otras figuras oscuras y fascinantes, como Tina de Jarque, una artista de varietés que hace de mujer adúltera y realiza un número musical. Tina era muy célebre por aquellos años por varios motivos, pero sobre todo porque fue de las primeras en bailar haciendo strip-tease, despertando pasiones entre el público masculino. Sin embargo, a pesar de que solía frecuentar los ambientes anarquistas era una espía, cuyo final sigue siendo un completo misterio. Hay rumores de que fue fusilada cuando los republicanos la detuvieron mientras intentaba huir del país con una maleta repleta de joyas confiscadas por las autoridades a los fascistas y que ella, con la colaboración de su amante, había robado.
Ya hemos adelantado que fue un rodaje complicado. Había una guerra y, por tanto, escasez de alimentos. Las fieras, desde luego, estaban hambrientas y, durante las escenas, la actriz se exponía a un peligro mayor ante el nerviosismo de los hambrientos leones. Finalmente, el Sindicato Único de Gastronomía ayudó al rodaje y fue el encargado de gestionar la copiosa alimentación de las bestias.
Pudo terminarse la película, pero la implacable guerra impidió su estreno. No sabemos muy bien qué sucedió con la espectacular Marlène Grey, aunque hay quien dice que se la vio años más tarde actuando en el norte de África.
La película no se llegó a estrenar y durante décadas, hasta ¡1991!, su pista se perdió. Aquel año, los herederos del productor vendieron los 42 rollos de película a un vendedor del Rastro madrileño, que a su vez lo vendió a la Filmoteca de Zaragoza. Un año después, una vez que fue restaurada, pudo por fin proyectarse. La domadora y la vedete, la bailarina y el anarquista, todo eso era ya parte de una historia fulminada por la guerra pero que ahora adquiría una nueva luz.