La versión manga de 'El Exorcista' que exportó el 'pánico satánico' hollywoodiense
/Tomando como ejemplo las adaptaciones en viñetas de Godzilla, una de las películas de terror más influyentes de todos los tiempos, El exorcista (1973), capaz por sí misma de inspirar innumerables imitaciones en todo el mundo, llegó a Japón en pleno auge del “boom ocultista” y revolucionó la industria del cómic.
Para los japoneses, el manga siempre ha sido un gran negocio. A sus ventas millonarias hay que añadir sus bajos costes de producción, infinitamente más baratos que los de una película. Por eso no es de extrañar que Hollywood decidiera promocionar sus películas con una adaptación en comic para asegurarse unos ingresos extra en taquilla. La coyuntura no podía ser más propicia: los productores nacionales se animaron a replicaran el éxito de taquilla de la película de William Friedkin con películas dirigidas específicamente al público japonés, como Las profecías de Nostradamus, y las editoriales se sumaron al fenómeno con el lanzamiento de títulos como Yokai Hunter de Daijiro Morohoshi, en la que un arqueólogo de métodos poco ortodoxos combate a las legiones del Maligno en su búsqueda de un tesoro.
Sin embargo, a la hora de plantear una adaptación “oficial” de El Exorcista (1973), la revista Shonen recurrió a uno de los autores más legendarios del manga de la época, Kazuo Umezu, famoso por sus terroríficas historias protagonizadas por mujeres serpientes y adolescentes monstruosos. Publicada a todo color en 1974, la versión de Umezu resultó de lo más sorprendente y atípico, al incorporar ilustraciones originales sobre imágenes promocionales de la propia película, la mayoría en blanco y negro y teñidas de violentos colores por Umezu para obtener un efecto aún más impactante y visualmente exuberante. Y al mismo tiempo, apropiándose de algunos de los fotogramas más inolvidables de la película, remite a los lectores a la fuente original cinematográfica, para que el público no la confunda con una espeluznante historia de manga.
Ahora bien, Umezu no fue el único artista que se enfrentó a El exorcista. En el número de agosto de la revista mensual Shonen Champion, Shinichi Koga adoptó un enfoque mucho más tradicional para adaptar la historia. El blanco y negro de las figuras grotescamente contorsionadas de Koga contrasta violentamente con el pastiche colorista y hollywoodiense de Umezu, revelándose como una de las influencias decisivas del máximo exponente del manga de terror actual, Junji Ito. Años más tarde y animado por la acogida, Koga firmaría una de sus obras maestras: Eko Eko Azarak (1976), la historia de una bruja adolescente que se sirve de la magia negra para imponer una justicia caótica y brutal en su instituto.
Hollywood decidió promocionar sus películas con una adaptación en comic para asegurarse unos ingresos extra en taquilla
Resulta fascinante comparar cómo diferentes artistas abordan exactamente la misma historia desde ángulos tan opuestos, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de una práctica habitual en una época ajena a los contratos de exclusividad. De lo que se trataba era de hacer llegar la película al público más amplio posible, sin importar que varios títulos compitieran por la misma marca registrada. Sin ir más lejos, con motivo del estreno de la alucinante Hausu (1977) de Nobuhiko Obayashi convivieron dos adaptaciones diferentes en los kioskos, una versión shonen (dirigida a lectores masculino) a cargo de Mitsuru Miusa y otra en clave shojo (orientada a público femenino) de Masako Watanabe. Del mismo modo, Masaru Irago y Mitsuru Hiruta lanzaron sus propias historietas de Devilman, aprovechando la popularidad de la teleserie de anime, y paradójicamente se impusieron a la colección de Go Nagai en la que se basaban los dibujos animados.
Apenas dos meses después de publicar El exorcista, Koga formó tándem artístico con otra de las grandes estrellas del manga de terror, Shinji Hama, para adaptar La leyenda de la Casa del Infierno. Cuarenta páginas cuyo estilo rezuma atmósfera y presagia algunos logros posteriores dentro del género, como la correspondiente versión de La profecía, publicada en noviembre de 1976 por la revista Champion. A los lápices, Setsuo Tanabe, uno de los dibujantes más prolíficos del negocio, responsable de plasmar sobre el papel otros grandes blockbusters del momento, como Operación Dragón (1973) o El coloso en llamas (1974). Su habilidad para conciliar el tono solemne de la película con la estética del manga, permitiendo que su Damien exudara pura malicia y las facciones de Gregory Peck siguieran siendo reconocibles a ojos de los occidentales.
Existen innumerables ejemplos posteriores con películas ‘Pesadilla en Elm Street’, ‘Reanimator’ o ‘Hellraiser’ que merecerían un capítulo aparte.
Casi inmediatamente La semilla del diablo, El pueblo de los malditos y hasta La monja poseída saltaron a las páginas de Champion para beneficiarse del tirón mediático. Pero fue en noviembre de 1974 cuando el ciclo tomó un giro inesperado. Yoshinori Takayama recibió el encargo de orientalizar una pequeña película independiente titulada ¡Estoy vivo!, bajo el engañoso reclamo publicitario de una portada en la que un niño de apariencia angelical que sonríe rodeado de cuerpos salvajemente apuñalados. Gracias a su talento para evitar spoilers, las andanzas del bebé mutante de Larry Cohen alcanzaron un éxito sin precedentes en Japón, donde es de sobras conocida su predilección por las historietas de “niños asesinos”. Como muestra de ello, la edición junio de 1977 de Champion se hizo eco de ¿Quién puede matar a un niño?, la obra maestra del terror mediterráneo filmada el año anterior por Chicho Ibáñez Serrador, con ilustraciones de Gosaku Ota.
Existen innumerables ejemplos posteriores con películas Pesadilla en Elm Street (1984), Reanimator (1985) o Hellraiser (1987) que merecerían un capítulo aparte. De momento, os dejamos una muestra de hasta dónde pudieron llegar los autores del manga en los años ochenta en aras de las mercadotecnia.