La chica flapper que iba armada hasta los dientes
/Louise Brooks fue la flapper por excelencia. La vimos disfrazada de hombre o exhibiendo dos enormes pistolas. Peleaba y se rodeaba de oscuridad.
Su icónica imagen ha viajado en el tiempo y permanecido casi inalterable. Louise Brooks, que había comenzado en el mundo del espectáculo como bailarina, tan enigmática y bella, fue la flapper por excelencia, la imagen de un movimiento con una fuerte carga feminista y rebelde, reivindicadora de la noche como un espacio también femenino y amante de una cultura propia.
Brooks fue catapultada a la fama por el director G. W. Pabst, a quien conoció en un viaje a Berlín durante los años veinte, justo cuando las flappers adquirían una dimensión internacional. Pabst la convirtió en su actriz fetiche en dos de sus películas, Pandora’s box (1928) y Diary of a lost girl (1929). Sin embargo, todas las previsiones de una Brooks como actriz de éxito en Hollywood se vinieron abajo por su fuerte personalidad.
Era explosiva e íntegra: la vimos disfrazada de hombre o, como en este caso, exhibiendo dos enormes pistolas, sin tener ningún reparo a la hora de desnudarse o adoptar posturas de claro desafío. Brooks peleaba y se rodeaba de oscuridad. Poco a poco, se afianzó una separación entre esta, reacia a aquel ambiente, y la industria de Hollywood. Hasta que en 1938 dijo adiós al cine. A partir de entonces, se ganó la vida en trabajos precarios en Nueva York, llegando a ser pintora y escritora, dejando tras de sí una biografía tan iluminadora como oscura, puro antagonismo.