«No somos lesbianas, sino tortilleras sobre ruedas»: Dykes on Bikes contra el mundo
/Las legendarias Dykes on Bikes, un club de motoristas lesbianas, rechazan la palabra «lesbiana», que consideran «mainstream». En su lugar, se reclaman tortilleras o bolleras ¡sobre ruedas!
Hace tiempo que en Agente Provocador hablamos de la increíble historia de los Satyrs MC, las bandas de motoristas gays que llegó a rodar junto a los temidos Hells Angels y del fantasma de Marlon Brando lanzando besos. Todos ellos, junto a otros tantos clubs y fenómenos culturales que entraban en oposición con la cultura masculina, son parte de una historia casi invisible, olvidada y, con frecuencia, soterrada entre los grandes acontecimientos y efemérides. Durante los cincuenta, junto a la proliferación de clubs y bandas de forajidos sobre ruedas, entre cuero negro y cilindradas, comenzaron a fundarse clubs gays, muchas veces sin que nadie se diera cuenta de ello, hasta el punto de que los mismos Hells Angels llegaron a rodar junto a los Satyrs MC e incluso ir a los mismos locales. Dykes on Bikes, posiblemente el club de motoristas lesbianas más famoso del mundo, son sus «hermanas», una Hermandad sobre ruedas fundada en Illinois, Chicago, una de las ciudades más activas políticamente durante los sesenta y setenta, y también el lugar donde proliferaron cientos de pandillas, bandas y clanes urbanos.
«La actitud de Dykes on Bikes es la de rechazar llamarse “lesbianas”, algo que consideran como “mainstream” y propio de una cultura que rechazan»
Hoy son todo un pequeño ejército. Cuentan con más de veinte capítulos en todo el país, además de en Australia, y son muy activas en los anuales desfiles del orgullo gay (o en el evento internacional Gay Games), que suelen abrir en primera línea. También en el movimiento LGTB, aunque con polémica. El club ha sido criticado por un sector del movimiento gay y lésbico por su imagen motorizada y, en parte, agresiva. Dykes on Bikes son «incorrectas». Han echado abajo ciertos estereotipos socialmente aceptados en el ambiente lésbico. De alguna manera, al igual que los clubs de motoristas gays (igualmente criticados, lo mismo que Tom Finland, el artista gay leather por excelencia), las integrantes de Dykes on Bikes han derribado muros y abierto puertas en la tradicional imagen del mundo lésbico. Una de las causas de estos conflictos ha sido su negativa a usar el término «lesbiana» (aunque sus integrantes lo sean), por considerar que este ya se encuentra «asimilado» por la cultura popular. En su lugar, utilizan «dyke», tradicionalmente revestido de una connotación negativa y comúnmente usada como un insulto («diesel-dyke», «bull-dyke», «bull-dagger»). La actitud de Dykes on Bikes es la de rechazar llamarse «lesbianas», algo que consideran como «mainstream» y propio de una cultura que rechazan. Han usurpado el lenguaje: «dyke», como muchas otras palabras hetero que han sido trasformadas al lenguaje bollo o palabras propiamente bollo, ha pasado a usarse para ellas y muchas otras como un manifiesto de orgullo, una vuelta de tuerca en una época de celebración y crecimiento del movimiento gay y lésbico. Aunque no fue sencillo. Al mismo tiempo, el club de motoristas ha sido protagonista de una odisea legal por defender la palabra en su día maldita.
La historia de Dykes on bykes, a diferencia de los Satyrs MC, no es tan longeva. Se fundaron en 1976 y rodaron libres y salvajes durante años, hasta que en 2003 alguien de Wisconsin intentó registrar «Dykes on bikes» como marca de ropa, lo que suponía un riesgo para ellas, que no habían hecho nada por proteger legalmente su nombre. Sin embargo, fueron rápidas y hábiles. Ante las autoridades mercantiles de San Francisco, registraron «Dykes on bykes» como asociación sin ánimo de lucro. Su solicitud fue admitida, pero de pronto la autoridad superior, el Tribunal Mercantil de California, la denegó por considerarla ofensiva. En su razonamiento, curiosamente, el Tribunal defendía la dignidad de las lesbianas. La razón: afirmó que el término «Dyke», que podría traducirse como «tortillera» o «bollera», resultaba ofensivo para las lesbianas. Sucedió entonces un momento bastante hilarante. Ellas, que son lesbianas, sostenían lo contrario. Para ellas no era ningún insulto. Contrataron a un abogado que impugnó la decisión, afirmando que el término ya no es ofensivo. Más bien lo contrario. Su uso lo ha convertido en lo contrario, y el colectivo de lesbianas suele referirse a este con un sentido positivo y de orgullo. El Tribunal, sin embargo, confirmó su decisión. Comenzó así una dura batalla legal. El club de motoristas formó un equipo de expertas y expertos en la cultura gay y lesbiana que declararon a su favor. En sus alegatos resumieron y analizaron la evolución del movimiento. Demostraron cómo, a través de la historia, el movimiento LGTB se había reapropiado de esa palabra, entre muchas otras, y ahora tenía un sentido positivo para este. Finalmente, con grandes dificultades, el Tribunal reconsideró su decisión, autorizando el registro de la marca. La decisión fue apelada y el tribunal superior competente, la US court of Appeals for the Federal Circuit, falló declarando que el término Dykes no era ofensivo, pues es usado habitualmente por las lesbianas para referirse a sí mismas. El último revés llegó desde los hombres. Un abogado, representante de una asociación de hombres, recurrió afirmando que la marca Dykes on Bikes sí era denigrante, pero no para las lesbianas sino para los hombres. El Tribunal rechazó el recurso. Las Dykes on Bikes habían ganado. Ahora ruedan libres y salvajes por las carreteras de un país que ha visto crecer su leyenda como las tortilleras sobre ruedas, el club de motoristas que puso en jaque a la cultura oficial y a la propia herstory.