La otra Wonder Woman: Octobriana, la superheroína comunista
/La primera heroína rusa del cómic, armada con un revólver y un cuchillo, combatió por igual a los estalinistas y a Occidente. David Bowie o Billy Idol fueron sus más acérrimos fans
Wonder Woman, Blonde Bomber, Mysta of the Moon… la lista es inmensa. Tras la posguerra, con la proliferación de superhéroes disfrazados y provistos de prodigios nunca vistos, medio mundo se rindió ante el mundo de fantasía y ciencia ficción de los cómics. Sucedió, por supuesto, con la oposición de los censores y fanáticos católicos, como la NODL (Organización Nacional para una Literatura Decente), fundada en 1939 como reactualización de la intransigencia religiosa —publicaba regularmente listas de obras prohibidas— que consideraba a los cómics el Mal que asolaba Estados Unidos y difundía ideas de indecencia y perversión. La «inmoralidad» de los tebeos debía ser contestada con prohibición.
En ocasiones, los mensajes estaban un tanto ocultos. La célebre Wonder Woman, por ejemplo, creada por un psicólogo experto en sexualidad, William Moulton Marston (alias «Charles Moulton»), contaba con dos armas un tanto insólitas incluso para el mundo del cómic de superhéroes y heroínas: unos «brazaletes de la sumisión» y un «lazo dorado», que parecían insinuar escenas bondage y sado. Sus tramas y el rol que desempeñaba parecían dirigirse hacia un matriarcado amazónico, lo que despertó las iras de la Iglesia, que tacharon al cómic de «indecente» por la escasa ropa de su protagonista.
UN REVÓLVER, UN CUCHILLO Y UNOS DIENTES DE TIBURÓN
«Era salvaje y primitiva, una viajera del espacio armada con un viejo revólver Smith y Wesson, un cuchillo y un collar de dientes de tiburón que puede detectar la radiación»
Poco después se desataría el gran tema de las siguientes décadas, la Guerra Fría. Los soviéticos perseguirán a los superhéroes estadounidenses, prohibiendo su difusión clandestina en la Unión Soviética, además de reprimir cualquier intento por poner en prácticas las ideas culturales que, según el Kremlin, intentaban corromper a los jóvenes soviéticos, como el rock and roll, o las películas de Hollywood y la moda. La juventud, por su parte, reaccionó creando todo un ingenioso circuito de infiltración e intercambio de revistas, películas y discos. Prácticamente había copias piratas de casi todo, o llegaban a través del samizdat, las precarias publicaciones clandestinas que volvían locos a los agentes rusos. Los cómics fueron los primeros en ser perseguidos. No fue hasta 1971 cuando tuvieron a su primera y gran superheroina, una especie de Wonder Woman Roja, la poderosa Octobriana, también conocida como «La Blanca Dragón», «La niña de cara blanca que viene del cielo» o «La madre de las siete estrellas rojas». La radioactividad, como un guiño al pánico atómico, estaba presente en su origen. Se convirtió en todopoderosa debido a la radiación sufrida en el interior de un volcán, del que salió cambiada. Era salvaje y primitiva, una viajera del espacio armada con un viejo revólver Smith y Wesson, un cuchillo y un collar de dientes de tiburón que puede detectar la radiación.
EL FALSO GRUPO DISIDENTE
«Sadeckÿ se reunió con ellos, al menos con la célula de Kiev, en un club decorado con retratos de Lenin y pilas de revistas porno. No escatimó en detalles de sus actividades: orgías, lesbianismo y drogas»
Su personaje estuvo rodeado de misterio. Su supuesto creador, Petr Sadecký, se inventó una falsa historia que adornase su «creación» en un libro publicado ese mismo año, Octobriana a Russian Underground. Lo hizo muy posiblemente para evitar ser perseguido. Así que hizo uso de una hábil argucia propia de Luther Blissett y la guerrilla de la comunicación. Sadecký se sacó de la manga un fantasmal grupo activista, Pornografía Política Progresista (PPP), que según él había creado al personaje en los sesenta. Imprimían desde la universidad un periódico clandestino llamado El Novicio (título de un poema del romántico Mijaíl Yúrievich Lérmontov, conocido como «el poeta del Cáucaso», que habla de un joven que rompe con el sistema), desde la que difundían a la Barbarella roja. Incluso se reunió con ellos, al menos con la célula de Kiev, en un club decorado con retratos de Lenin y pilas de revistas porno. No escatimó en detalles de sus actividades: orgías, lesbianismo y drogas. No eran anticomunistas ni tampoco proestadounidenses, sino más bien un colectivo de comunistas que se decían «puros» y que denunciaban la opresión del régimen y la falsedad de los valores culturales occidentales.
Las autoridades lo creyeron y siguieron las indicaciones de este, que aseguró que se trataba de grupos de artistas radicales que operaban en varias ciudades del país. El PPP era casi indestructible. Sus miembros no se conocían; eran células que funcionaban de manera autónoma y, por tanto, la detención de uno o varios no implicaba destruir la organización. Luego, en 1967, fue hasta una editorial londinense conocida por su anticomunismo, Tom Stacey Ltd., se entrevistó con su director y le contó la historia. Su editor lo creyó, aunque tuvo la precaución de pedirle informes a Anatoli Kuznetsov, un conocido escritor ruso. Kuznetsov no conocía nada acerca del PPP y, menos aún, de Octobriana, pero le contestó afirmando que no era nada descabellado pensar que un grupo así pudiera existir. Estaba en contacto con otros tantos grupúsculos disidentes más o menos similares, todos ellos expertos en samizdat y propaganda ilegal. El editor se dio por convencido y publicó su libro, que se convirtió en un best seller y su autor entrevistado por periódicos de todo el mundo, especialmente los estadounidenses, como The Washington Post.
Y llegó el escándalo. Nick Barkow, del alemán Stern, fue el primero que habló del personaje en un artículo titulado «Political Porn: A Naked Woman Storms the Kremlin».
Y DE REPENTE… UNA ESTRELLA ROJA
La realidad tras el origen del personaje convirtió a su supuesto creador en un archivillano de carne y hueso. Sadecký, en un viaje a Praga, se puso en contacto con una brillante pareja de artistas checos, Bohumil Konečný y Zdeněk Burian, que dibujaron al personaje. Al principio era una simple amazona inmortal, pero luego, cuando Sadecký no regresó a la Unión Soviética y se quedó con el trabajo de los ilustradores, hizo algunas modificaciones, como una estrella roja que apareció de pronto en su frente, situándola así junto a los primeros y más legendarios activistas de la revolución de Octubre. De este modo, se había convertido en la primera superheroína comunista, que se estrenaría con las historias «The Living Sphinx from the Radioactive Kamchatka Volcano 1934» y «Octobriana and the Atomic Sons of Chairman Mao». La prensa soviética, por su parte, contestó. Literaturnaya Gazeta afirmó que Kuznetsov y Sadecký eran unos mafiosos y unos declarados homosexuales. Para entonces, el supuesto creador de la superheroína había sido condenado (en ausencia) a ocho años de prisión por inmigración no autorizada. No fue su último incidente con la ley. Más tarde, fue detenido en París en un extraño suceso, en el que fue herido y acusó a los servicios de inteligencias checos de intentar secuestrarlo.
Burian y Konečný, ante un juzgado de la Alemania Occidental, demandaron a Sadecký pero este no apareció. Tampoco él recibió dinero alguno. El personaje ya estaba en casi todos lados, pirateado y difundido sin permiso alguno de nadie, ya que cualquier editor, siguiendo el fake ideado por Sadecký, debía primero contactar con el inexistente PPP, tan escurridizo y misterioso como el último de los personajes de ficción.
El hilo de su historia y lo que esta encerraba sería continuado en lo sucesivo por estrellas del pop como David Bowie, fan declarado de Octobriana y del libro de Sadecký, según sus propios diarios, y que pensó en producir o dirigir una película inspirada en ella. También para el cantante Billy Idol, que a comienzos de los ochenta se tatuó en su brazo izquierdo a la mismísima Octobriana.