«¡Oye, tenemos la P. M. A.!» El libro que cambió el punk
/Hace casi un siglo un oscuro estafador, hoy convertido en héroe para gurús de los negocios, publicó un manual de autoayuda con el que aseguraba te harías rico. Piensa y hazte rico, un auténtico súper ventas, cambió a una facción punk liderada por Bad Brains, que tomaron del libro e hicieron suya la filosofía del P. M. A. (Actitud Mental Positiva), antecedente del straight edge y polémica pseudoreligión new age
«Estaba consumiendo más drogas y viviendo salvajemente. En ese momento, supe en mi corazón que quería una mejor manera de vivir. Justo a tiempo, Dios me enseñó cómo relacionarme con él. Fue en 1979. Mi padre [un antiguo militar] me enseñó un libro llamado Piensa y hazte rico», confesó H.R. cantante y fundador de Bad Brains, la banda de rastafaris punks que puso patas arriba la escena punk estadounidense. Eran los más rápidos y originales, unos seres venidos de otro planeta que combinaban unas canciones cortísimas tocadas a la máxima velocidad y con momentos en los que el reggae entraba en acción. H.R. nada más leer aquel libro, supo que había encontrado su piedra filosofal. Conectaba una espiritualidad muy vinculada a la religión rastafari con una alternativa inteligente y sana al callejón sin salida en que se encontraba el punk con la aparición del hardcore y el oi!, la violencia y el slam en los conciertos. El cambió fue inmediato. H. R. abandonó su trabajo eventual como guardia de seguridad y dejó la heroína.
Aquella nueva filosofía puso letra a una de las canciones estandarte de la banda, «Attitude», donde se decía que la tienes o no, tan simple como eso. Ellos, por supuesto, la tenían y, además, defendían. ¿Qué era? P. M. A. (Positive Mental Attitude). La letra, en cualquier caso, se reducía a cinco o seis frases: «No me importa lo que digan / ¡Tenemos esa actitud! / No me importa lo que puedas hacer / ¡Tenemos esa actitud! / ¡Oye, tenemos esa P.M.A.! / ¡Oye, tenemos la P.M.A.!».
Y entonces todo cambió. Las siglas se repetían en los shows, funcionaba como un mantra en las conversaciones de muchos punks que habían decidido romper con los dogmas autodestructivos de la escena. Henry Rollins, aún sin entrar en Black Flag y como vocalista de S. O. A., o Ian MacKaye, fueron algunos de ellos.
Este último, al frente de The Teen Idles, surgidos en el otoño de 1979 y una de las bandas fundadoras del straight edge, viajó hasta la costa oeste durante el verano de 1980, actuando en los Ángeles en una época en que la escena estaba dominada por los altercados y las pandillas violentas. La Mirada Punks, The Burbank Punks Organization, Long Beach’s Vicious Circle, FFF (Fight For Freedom), East Side Punx o Los Angeles Death Squad (LADS), entre muchas otras, todas formadas por jóvenes punks, competían por el control del territorio. Una de las bandas que telonearon fue Circle Jerks, convertidos en ídolos de aquella nueva generación de punks mucho más agresivos que sus predecesores y que habían fundado el punk angelino, muy conectado con el mundo del arte.
Lo que vieron (violencia, altercados y sangre) les llevó a defender una especie de manifiesto vital que conectaba con esa P. M. A. que pregonaban sus amigos Bad Brains y de la que, incluso antes de la aparición de las primeras «X», garabateadas en los puños, pintaron en brazaletes y camisetas. Muchos shows acababan con la aparición de la policía, que solía reventar las fiestas y conciertos, desatando así la previsible violencia. Los punks convivían con aquel mundo y habían crecido en un ambiente de enfrentamientos entre antiguas y ultraviolentas bandas, como los Bloods o los Crips, que controlaban zonas de la ciudad. Luego, a medida que arrancó la década, la violencia urbana se fue trasladando a la escena punk. De pronto, todo se hizo real. Las amenazas se cumplían. Las venganzas eran implacables. Muchos competían por aumentar el nivel de intimidación y se retaban grupos de fans.
«Attitude», el manifiesto de la P. M. A. ya había sido publicada en 1980, como la quinta canción del ep de culto The Omega Sessions. Posteriormente aparecería en el primer disco de la banda, una de las inmensas piezas de hardcore, una obra maestra grabada en 1981 pero publicada en febrero de 1982.
LAS MISERIAS DEL PROFETA
«Hill, sin duda alguna, era un buen charlatán que estaba creando su propia leyenda»
Pero la filosofía del P. M. A. envuelta en marihuana y promesas de paraísos terrenales, se descomponía poco a poco. Todo movimiento, para serlo y justificar su existencia, necesita su propio manifiesto. H. R., en sintonía con la vaguedad e indeterminación de la cultura rasta, lo tomó como una pseudoreligión. Podía servir, y justificar, casi cualquier cosa. Ese mismo año, ya devotos del P. M. A. y convertidos en una de las grandes bandas hardcore, Million Dead Cops se unieron a ellos durante una gira anti Ronald Reagan. Antes de un show en Austin, Bad Brains protestaron por la presencia de Tammy Lundy, mánager de MDC: «Las mujeres deberían estar en casa embarazadas y descalzas», gritó H. R. ante el estupor del resto. Las cosas entre MDC y Bad Brains empeoraron cuando se les unieron los Big Boys, pioneros de la escena queercore. H. R., que ya se llamaba a sí mismo «Profeta Joseph» y mostraba visiblemente incómodo por la situación, se enfrentó a Randy Biscuit Turner, cantante de Big Boys, gritándole que los «maricas deberían estar muertos». Antes de irse llegaron a dejarle un sobre sellado en cuyo interior había un panfleto rasta, con un subrayado que decía «que ardan en el infierno las malas mentes».
El libro de Napoleon Hill se publicó en 1937 –cuando lo descubrieron Bad Brains su autor llevaba nueve años muerto–, pero pronto se convirtió en súper ventas: vendió en poco tiempo más de quince millones de ejemplares. Una de estas exitosas reediciones llegó a manos del padre de H. R. El libro es una especie de obra de autoayuda, un manual con principios básicos, hoy nada originales, sobre tener fortuna y dirigir los negocios. El contexto, por otro lado, explicaba el éxito de la obra. Aún se padecían los devastadores efectos financieros y psicológicos de la Gran Depresión. El poder del pensamiento y las llamadas leyes de atracción lo resolverían mágicamente todo. En aquellos años ya Hill empezó a trabajar en el libro. Todo sonaba muy en la línea del rosacrucismo, la Cienciología o la masonería: de hecho, Hill fue acusado de pertenecer a varias logias, algo que nunca se demostró. Una secta, la Real Fraternidad de los Maestros Metafísicos, que entre otras cosas creía en la inmortalidad de un bebé considerado profeta, tomó su libro como una biblia, un documento inatacable. El autor se unió a ellos durante un tiempo. Y mientras lo hacía, se enriqueció.
Piensa y hazte rico ofrecía claves para hacerse rico a partir de la psicología y el desarrollo personal. Hill dijo haberse inspirado en el magnate de los negocios y filántropo Andrew Carnegie, por entonces el hombre más rico del mundo. Incluso aseguró haberlo conocido, algo que jamás sucedió. También fue autor de varias estafas, negocios muy dudosos que dejaban arruinados a sus socios y él, entonces, huía. Hill, sin duda alguna, era un buen charlatán que estaba creando su propia leyenda. Al igual que había hecho en otras obras anteriores, exponía un número de principios básicos, en total catorce, que denominaba «Filosofía del logro»: «Si realmente desea el dinero con tanta fuerza que su deseo se convierte en una obsesión, no tendrá dificultad para convencerse de que lo obtendrá. El objetivo es querer dinero y estar tan decidido a tenerlo que te convenzas de que lo tendrás. También puede saber, aquí mismo, que nunca podrá tener riquezas en grandes cantidades a menos que se esfuerce en un ardiente deseo de dinero y crea que lo poseerá», escribió.
Aunque prácticamente todo se refiera al dinero, las lecciones de Hill podían usarse para otros fines no tan capitalistas, que fueron los que asumieron H. R. y sus seguidores, algo que conectaba con el espíritu de cooperación de la primera escena punk: el trabajo en armonía con otros individuos y la fuerza del grupo a partir de un propósito claro.
Hill, que había encontrado la gallina de los huevos de oro, explotó la fórmula en otros libros muy posteriores, como ¡Hágase rico! Con paz mental (1967). Por entonces algo había cambiado. Junto a pasajes casi idénticos de su gran éxito, ahora introducía unos nuevos y desconcertantes elementos. En uno de sus capítulos confesaba haber recibido la visita de espíritus, muy en la línea de la teosofía. El contactado recibe un mensaje importantísimo y, por supuesto, secreto. Esa revelación lo convierte en un mensajero. Él es solo un vehículo de la divinidad. Sin embargo, aunque en menor medida, ya en Piense y hágase rico citaba a unos misteriosos consejeros invisibles, que describió como amigos invisibles, seres extraños pertenecientes a la Gran Escuela de Maestros que, aseguraba, lo habían estado protegiendo. También afirmó que el «Maestro» le habló de manera audible, revelando un «conocimiento secreto», al tiempo que insistía en que los Maestros «pueden desencarnarse y viajar instantáneamente a cualquier lugar que elijan para adquirir conocimientos esenciales o transmitir conocimientos directamente, por voz, a cualquier otra persona». La historia es vieja, muy vieja: el rosacrucismo ya lo hizo hace cuatro siglos.
EL MALIGNO, OTRA VEZ
«Para muchos gurús de negocios y directores de escuelas de negocios es un héroe y un pionero. Lo mismo que para algunos punks. H. R. sigue creyendo en él y lo que dijo en ese libro»
¿Funcionaban las enseñanzas de Hill? Según él, eran infalibles. Sin embargo, en caso de que alguien, tras leer el libro y seguir sus célebres principios, no lograse fortuna, la culpa era de su alianza con el Mal, algo que explicó en Outwitting the Devil, otro de sus libros. El fracaso, dirá, siempre es obra del Maligno. Sin embargo, aquel libro, escrito inmediatamente después de Piensa y hazte rico, no fue publicado hasta hace poco. La poderosa Fundación Napoleon Hill intentó boicotearlo por todos los medios. La razón: el altísimo contenido místico y ocultista que lo retratan como un personaje bastante estrafalario cuando no maníaco.
Actualmente el nombre de Hill es intocable. Su fundación, conectada con familias ricas y lobbys, ha hecho todo lo posible por preservar su memoria, incluso evitando que su autobiografía saliera a la luz. Reedita la obra de Hill, organiza seminarios para emprendedores y hasta puedes hacerte con un «certificado Hill» pagando mil dólares. Admiten donaciones, por supuesto. La mínima es de cinco mil dólares y te da acceso a ser «uno de los suyos». Para muchos gurús de negocios y directores de escuelas de negocios es un héroe y un pionero. Lo mismo que para algunos punks. H. R. sigue creyendo en él y lo que dijo en ese libro. No hay entrevista en que no reconozca su legado e influencia, que no solamente cantó en «Attitude». La simbiosis entre rastafarismo y P. M. A. es absoluta en «I Luv I Jah» («I luv I jah, yeah, I gotta keep my P-M-A»). Compañías de seguros o cantantes de hadcore, todos reivindican las siglas. Toby Morse, cantante de H20, dirige la organización One Life, One Change, asumiendo la filosofía del P. M. A. En su web citan a Hill e incluyen enlaces a la web de su Fundación. Lo resume así: la P. M. A. te ayudará, entre otras cosas, a «romper los estereotipos y ser un líder».
La imagen es tremenda: es el 21 de abril de 1966 y centenares de rastas inundan la pista del aeropuerto para dar la bienvenida a su particular mesías, Haile Selassie, rey de Etiopía. Rita Marley, esposa de Bob Marley –que le cantó «Iron Lion Zion»–, se convirtió a la religión rasta tras verlo en la misma pista. El mito era falso; el «divino» Selassie no era más que un dictadorzuelo.
Las religiones suelen caer en los mismos errores unas con otras. Marcus Garvey, otro de los profetas del rastafarismo, más o menos en los mismos años que Hill cometía estafa tras estafa, fue juzgado y condenado por lo mismo. Creo una compañía de barcos para organizar la gran diáspora, el masivo regreso de los negros a lo que él consideraba que era su lugar natural y paraíso, África. Para ello incluso se reunió y tendió la mano al líder del Ku Klux Klan. Ambos tenían el mismo sueño y objetivo y juntos, sin violencia, aseguraron que se comprometían a que fuese realidad. Posiblemente Selassie, al igual que Hill y, este a su vez, que Garvey, fueron gigantescos fraudes y mistificaciones. Ideas y consignas que sirven como muletas para una legión de personas que esperan un mesías, un cambio radical.
¿Puede un libro crear una filosofía con impacto en la cultura musical? William Gibson y el ciberpunk, o William S. Burroughs y la psicodelia y el punk rock, entre algunos otros, dejaron su huella en músicos y artistas que encontraron en ellos claves y puntos de apoyo, el modo en que describir un mundo soñado. Pero este posiblemente sea el único caso en que una banda convierte un libro en su particular biblia, fundando su propia Iglesia, inspirando a su vez a otros movimientos surgidos de la cultura musical, como el straight edge.
Una filosofía que inspiró a una importante facción del punk, cuyos ecos llegan hasta la actualidad, a partir de un libro de negocios, un manual para emprendedores de hace casi un siglo escrito por un estafador, y cuyos lectores iniciales fueron ni más ni menos que un grupo de afroamericanos rastafaris fundadores del hardcore. Los caminos del punk son inescrutables.