«¡Están pendejos!»: Punks contra emos
/En México, la rivalidad y el odio entre «punketos» y emos alcanzó lo nunca visto. Tras citarse en el centro comenzaron a enfrentarse. Sin embargo, lo que nadie podía sospechar es que los ¡Hare Krishna! calmarían la histórica batalla campal
Antes había pasado en la plaza de Armas de Querétaro, donde una turba de punks (unos ochocientos) atacaron a emos a comienzos el 7 marzo de 2008. Un punk de apenas 17 años fue detenido acusado de organizar una cacería. Días después, el desafío llegó a la capital, en pleno centro (Glorieta de Insurgentes, lugar de encuentro habitual de los emos). Los punks había amenazado a los emos a través Facebook, My Space y YouTube. La policía controlaba la zona. Incluso se personaron varios miembros de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. Cuando llegaron los «punketos», como se les llama en México, todo se descontroló. Aunque no eran más de una decena, una muchedumbre de emos que los esperaba les plantó cara al grito de «¡Emos! ¡Emos!». La mayoría eran adolescentes menores de edad o con la mayoría recién cumplida. Fue entonces cuando volaron las botellas y comenzaron los choques, mientras la policía, desbordada y atónita, no podía hacer nada. Su portavoz, poco después, explicó lo sucedido como un enfrentamiento entre gente de «otra creencia, otro culto». Un punk, a su vez, lo explicó ante las cámaras así: los emos «están copiando nuestro estilo», afirmó furioso. Otro declaró a La Jornada que los emos «se quejan de la intolerancia y agresiones y ellos están haciendo lo mismo, piensan que estamos en su territorio. Ellos están pendejos y se visten como niñas».
Video de los choques entre emos y punks en Ciudad de México (2008)
FURIA ANTIEMO EN TODO EL PAÍS
«La aparición fue un hecho extraño; en medio de los gritos y la violencia, la actitud krishna apagó el incendio»
En La violencia juvenil contra emos: análisis etnográfico de su persecución en la Ciudad de México (2017) de Daniel Hernández Rosete, un joven punk explicó las razzias antiemo de esta manera: «Para empezar, los emos eran los clásicos niños de 14 años que llegaban con el peinado de The Cure, pero traían pantalones de punk. Nosotros veíamos la camisetita de niño fresa y las uñitas pintadas como gótico, órale, ¡vientos! Entonces ¿qué eres? ¿Gótico, punk? ¿Qué eres, fresita? ¿A ver tu música? Happy punk. Órale, o sea tu música no tiene calidad, no tienes originalidad, estás copiando estilos de todas las tribus. No tienen una cultura definida ¿y luego, tu actitud? Pues mi actitud es deprimente como los darkis, ¿por qué? No pues porque traemos luto interno ¿no? Si vas a copiar de nosotros, pues copia lo chido ¿no?, la cultura, la educación. Si vas a copiar de los punks, pues fíjate qué son los punks, o sea infórmate quién es cada tribu. Para que puedas portar algo de ellos, de su cultura. O sea, creo que los emos tampoco dejan mucho a la sociedad».
En pocos meses, a finales del 2007, la subcultura emo se había vuelto masiva. Uno de ellos, en el ensayo de Rosete, confesó que «ya estamos cansados de que siempre seamos los pinches emos pendejos. Si me jalan de las greñas, al pedo que me les pongo, porque ya estamos hartos de que al caminar por la ciudad siempre nos critiquen por nuestros pantalones apretaditos». Pero el desenlace del enfrentamiento en Ciudad de México fue absolutamente memorable e impredecible: de pronto, en medio de los golpes, apareció un grupo de Hare Krishna con sus cánticos y música saliendo de la boca de metro de Insurgentes. Su aparición dejó a todos perplejos, atravesando la plaza mientras todos les dejaban paso (minuto 1:55) y los golpes de detuvieron. La aparición fue un hecho extraño; en medio de los gritos y la violencia, la actitud krishna apagó el incendio.
No fue el único enfrentamiento. A lo largo de ese año se sucedieron otras agresiones contra emos en ciudades como Guadalajara, donde unos cuarenta de ellos organizaron una marcha de protesta exigiendo seguridad, o Puebla. Tampoco estaban solos. Otras subculturas salieron en su defensa. En El Chopo, el inmenso mercadillo de la capital y lugar habitual para centenares de punks, los darks (como se conoce allí a los góticos) los apoyaron en ocasiones, protegiéndolos de la furia punk. Otra chica que había sido emo y vivió la cacería, años más tarde le confesó al investigador Rosete: «Nos exterminaron a los emos, nos acabaron, fueron aquellos que decían que el Estado mexicano había asesinado estudiantes en el 68, esos mismos que han salido hipócritamente a marchar año tras año gritando que el 2 de octubre no se olvida. Son los mismos que vaciaron en nosotros todo su resentimiento social, toda la hipocresía y contradicción». En las descalificaciones hacia los emos había mucha homofobia. Uno de los instigadores del odio contra los emos fue Kristoff (Kristoff Raczynski Tatomir), un popular presentador de televisión, que cargó contra ellos insultándolos y denigrándolos días después de los incidentes de Insurgentes en su programa I.D., lo que dio lugar a que organizasen marchas y protestas contra el en lugares como El Chopo, que recibía a los visitantes con una pancarta en la que se leía: «Bienvenido a El Chopo. Emos».
La Comisión Nacional de Derechos Humanos de México calificó los hechos de Ciudad de México como de «especial gravedad», una escalada en la violencia hasta entonces nunca vista, asegurando que se habían producido hasta catorce incidentes parecidos en todo el país y siempre contra emos. Sin embargo, el obispo del estado de Chiapas, Felipe Arizmendi, parecía tener la solución, o eso creía. En un artículo y carta abierta invitó a los emos a «seguir el camino de Jesucristo para sobreponerse a su falta de identidad».