Puritanas


«De entre toda la barbarie presente y sistémica, Def Con Dos decide, en su último single, cantarle a las penas del hombre maduro forzado al celibato por la dictadura progre, que, parece ser, ha transformado a las otrora Jezabeles de izquierda en carmelitas descalzas que ya no quieren a los rockeros en sus camas»

POR ALANA PORTERO


Es extraño tener que enmendar la plana a un tipo que ha estado a punto de ir a la cárcel por una cosa tan sana y loable como escribir un tuit antimonárquico y cuatro o cinco mofándose de célebres fascistas. Una entiende que no hay mayor aprendizaje sobre libertades en general que enfrentarse al verdadero censor, el sistema; y que pasado un trance semejante, separar el grano de la hegemonía de la paja del ruido de fondo, es tarea sencilla.

De entre toda la barbarie presente y sistémica, Def Con Dos decide, en su último single, cantarle a las penas del hombre maduro forzado al celibato por la dictadura progre, que, parece ser, ha transformado a las otrora Jezabeles de izquierda en carmelitas descalzas que ya no quieren a los rockeros en sus camas, o que les obligan a firmar un contrato para dejar claro que consienten el ayuntamiento. Líbreme el diablo de dictarle yo los temas al bueno de César ni a cualquiera que quiera escribir canciones, poemas, novelas, cuentos o declaraciones de la renta. Si las energías del punk quieren dirigirse al dolor del dique seco y a usar el calcetín de las pajas como si fuese la calavera de Yorick, allá el punk.

Formación actual de Def Con Dos. Fotografía: Javier Albiñana

Formación actual de Def Con Dos. Fotografía: Javier Albiñana

«Es descorazonador que la mera mención de límites por nuestra parte o la petición razonable de cambios en el comportamiento de nuestros congéneres para compartir espacios públicos o intimidades sea vista como una moda ridícula, en lugar de como una conversación pendiente que nos mejora como sociedad»

Me da un poco de pena la situación, ver a los hombres de mi generación incapaces de adaptarse al mundo que les rodea y tomarse todo como una afrenta personal —cuando siguen yendo por el mundo como si fuese el salón de sus casas— es a medias irónico y a medias patético. El neopuritanismo no existe. Dejémoslo claro antes de seguir. Es el nombre que se le da a la autonomía corporal ejercida por las mujeres de forma asertiva. La respuesta al derrape de los rockeros de mediana edad no está, a mi juicio, en la vindicación de la rebosante sexualidad que practicamos sin ellos. O no solo está ahí. En la negación reside también la autonomía, no es una competición de carnalidades, si no queremos follar con nadie, somos perfectamente libres para no hacerlo y no hay en tal negación retroceso que valga a nuestras libertades como mujeres. Ni desde luego a las suyas como hombres.

Los tiempos de los fans de Ramoncín llamando «estrechas» a las chavalas que se mostraban reticentes a bajarse las bragas en el parque, allá por 1984, pasaron. Agitar aquellas escenas dantescas como los últimos tiempos de la libertad sexual es no haberse enterado de nada y, de paso, forzar públicamente los contornos del consentimiento recuperando debates misóginos que deberían estar enterrados hace décadas.

«Me da un poco de pena la situación, ver a los hombres de mi generación incapaces de adaptarse al mundo que les rodea y tomarse todo como una afrenta personal —cuando siguen yendo por el mundo como si fuese el salón de sus casas— es a medias irónico y a medias patético»

Me cuesta creer que la masculinidad siga construyéndose en el relato de la pataleta, me entristece no poder hacer entender a nuestros compañeros conceptos tan básicos como la mínima autonomía, que lo que el feminismo busca es justicia, igualdad y reparación, y eso solo puede pasar por la emancipación de los hombres —no la guerra—, por la ruptura de dependencias para poder mirarnos como iguales y disfrutarnos llegado el momento. Es descorazonador que la mera mención de límites por nuestra parte o la petición razonable de cambios en el comportamiento de nuestros congéneres para compartir espacios públicos o intimidades sea vista como una moda ridícula, en lugar de como una conversación pendiente que nos mejora como sociedad.

Somos libres de escribir sobre lo que nos parezca y aplaudir los discursos que nos interpelen, sería deseable poner un poco de atención a lo que nos rodea antes de ir enseñando las vergüenzas intelectuales por la vida. Si la lectura que un hombre hace del siglo XXI y del estado de emancipación de las mujeres, es que nos hemos convertido en puritanas y que su «derecho» a meterla en caliente se está viendo conculcado, es que no se ha enterado de nada y además es potencialmente peligroso, si no como individuo, sí como reproductor de ideas misóginas que siguen costando vidas.


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