«¿Quien mató al rock and roll?» Alan Moore y su desconocida obra en la que proclamó la muerte del rock
/Who Killed Rock n’ Roll? narraba las aventuras y desventuras de Roscoe Moscow, un detective privado que debía resolver un crimen y, de paso, trataba con Bowie, Iggy Pop, McLaren o los Sex Pistols
«Who Killed Bambi?», se preguntaba con sarcasmo (la imagen de un frágil animal tendido en el suelo y herido de muerte) el guión inicial escrito entre Roger Ebert y Malcolm McLaren, con dirección del gran Russ Meyer, para la primera película sobre Sex Pistols. El rodaje fue tan abrupto y accidentado que solamente duró… un día y medio. La productora, que no había prestado suficiente atención al guión, decidió cancelar el proyecto a última hora. Lo único que ha sobrevivido a la quema fue una escena en la que un desgarbado y desafiante Sting (ideal para esa clase de papeles), líder de una banda llamada The Blow-Waves, atacaba al batería Paul Cook cuando este se detenía a preguntarles una dirección. Sin embargo, más tarde, cuando se estrenó The Great Rock 'n' Roll Swindle, el director Julien Temple incluyó algunas de aquellas malogradas pequeñas partes de lo que ya había filmado Meyer.
35 LIBRAS QUE ERAN TODO UN SUELDO
La pregunta seguía en el aire: «Who Killed Bambi?», o lo que es lo mismo ¿quién mató la inocencia del rock and roll? La pregunta se la hicieron los gerifaltes del punk pero también Alan Moore, entonces en sus comienzos como guionista y dibujante, y también amante del rock and roll y la psicodelia. Escribía reseñas en revistas como Sounds, y muchas otras para la prensa underground inglesa, de sus grupos favoritos (Bauhaus, Hawkwind…). Cuando los Sex Pistols se habían autoinmolado hacía tiempo, el 31 de marzo de 1979 vio la luz la última entrega de una longeva serie de tiras cómicas firmadas por este, en la más pura tradición de Robert Crumb, S. Clay Wilson, Steranko y Freak Brothers, que llamó Who Killed Rock ’n’ Roll? Narraba las agitadas aventuras de Roscoe Moscow, un investigador privado que intenta descubrir al autor de un asesinato mientras le suceden toda clase de episodios cómicos e hilarantes.
BANDAS DE MOTORISTAS Y UNOS DAVID BOWIE E IGGY POP DISFRAZADOS
«Desfilan Iggy Pop (en el cómic como «Wiggy Pulp») o los mismos Sex Pistols, dirigidos por un McLaren transformado en Malcolm Magnesia y Richard Branestawm (referencia a Richard Branson, dueño de Virgin Records)»
Precisamente fue en Sounds, con quienes solía colaborar, donde irían saliendo las entregas de Who Killed Rock ’n’ Roll? La obra, producida intermitentemente de 1979 a 1980, es muy poco conocida en la colosal carrera de Moore y jamás ha sido publicada en formato libro. Surgió casi por casualidad. Moore, que malvivía como un joven rockero amante de los superhéroes, envió con muy poca esperanza la primera tira de la historieta al editor de Sounds, que a los pocos días le contestó con un telegrama aceptando publicarlo. Cada semana Moore, que a veces firmaba con pseudónimos como Curt Vile, entre otros, enviaría un episodio y la revista le pagaría 35 libras, uno de los primeros encargos pagados que recibió.
Los personajes y referencias que van y vienen por el cómic son muy variados, pandillas sobre ruedas como The Freeway Fuckdogs Motorcycle Club o Sudden Death Aerial Commandos, o la sombra de Hitler y los nazis, que Moore usó posiblemente con la misma intención con la que lo hacían muchos de los músicos que admiraba, como los mismos abrasivos y cósmicos Hawkwind o un David Bowie / Ziggy Stardust (al que llama «David Boko»), que ya entonces se hallaba envuelto en controversias por el uso de la simbología fascista. Por supuesto, las parodias no terminaban ahí: desfilan Iggy Pop (en el comic como «Wiggy Pulp») o los mismos Sex Pistols, dirigidos por un McLaren transformado en Malcolm Magnesia y Richard Branestawm (referencia a Richard Branson, dueño de Virgin Records).
En el fondo, Moore reflexionó sobre los «asesinos del rock and roll» por medio de la figura de un investigador privado bastante torpe y alucinado. Los culpables, afirma, son la música disco, Kraftwerk y las concesiones de los punk rockers a la industria. O lo que es lo mismo: la figura de un Bambi tiroteado a conciencia y que mira a la cámara por última vez.