El último himno de Idi Amin Dada
/Considerados por muchos como los padrinos de la música moderna en Uganda, The Cranes se convirtieron en auténticas superestrellas nacionales en los años setenta. Sus canciones fueron coreadas en bailes populares y estadios de futbol, hasta que uno de sus integrantes acabó en el punto de mira del despiadado dictador Idi Amin Dada.
A mediados de los años sesenta, The Cranes se hicieron inmensamente populares entre los estudiantes de secundaria de Kampala por imitar los sonidos de los Beatles y los Rolling Stones, pero contaban con la desaprobación de las autoridades, que consideraban el rock'n'roll como algo diabólico. Para evitar suspicacias, buscaron inspiración en los ritmos tradicionales, incorporando a su repertorio leves pinceladas de funk y soul para, más tarde, sumarse al entusiasmo por la rumba congoleña. Poco a poco, conquistaron los corazones del gran público y la banda, que por aquel entonces contaba con once miembros, gozó de un éxito sin precedentes. Pese a todo, sólo llegaron a grabar un álbum, irónicamente titulado Ten Hits (1974). «Éramos tan populares en esa época que incluso la selección nacional de fútbol se puso nuestro nombre», presume el guitarrista Tony Senkebejje, aunque no sea del todo cierto. La grulla es el símbolo nacional de Uganda; ocupa un papel central en la bandera del país y en el escudo de armas, debido a que se le atribuye una gran carga espiritual, señal de fortuna, prosperidad y longevidad. Senkebejje y el saxofonista Moses Matovu son de los pocos supervivientes de una época dorada que podría haber durado «al menos treinta años más», según ellos, si el autoproclamado “presidente vitalicio” Idi Amin Dada no hubiera ordenado asesinar a su bajista y arreglista Jessy Guitta Kasirivu en 1974.
«Nos alegramos mucho cuando Idi Amin Dada llegó al poder en 1971», recuerdan ambos músicos que, en aquella época, todavía entonaban alabanzas al dictador. Con el paso del tiempo, aquel militar que lideró un sangriento golpe de Estado para derrocar a su benefactor, el presidente independentista Milton Obote, impondría un reinado de terror que duraría nueve años, en el transcurso de los cuales ordenó torturar y asesinar a 500.000 personas, volándolas en pedazos con dinamita, arrojándolas a los cocodrilos, aplastándolas con tanques… o simplemente haciéndolas desaparecer. «Por aquel entonces, los propietarios de los clubes nos obligaban a tocar sin descanso hasta altas horas de la madrugada —recuerda Matovu— Pero Idi Amin Dada cambió las leyes y adelantó la hora de cierre. Amaba nuestra música y apoyó a las bandas comprándonos instrumentos». Sin embargo, apenas un año después, su benefactor prohibió los bailes estudiantiles y las minifaldas, emprendiendo una serie de reformas para salvaguardar la moral de país y creando la Oficina Estatal de Investigación, una especie de escuadrón de la muerte destinado a reprimir toda forma de oposición, y en especial a la intelectualidad ugandesa.
«Sobrevivimos a la muerte. Nuestro hombre, Amin, es un heroico caudillo. ¡Viva Amin!», le ensalzaban en una de sus canciones, a sabiendas de que la melomanía de Amín solo era comparable a su megalomanía.
Pero The Cranes no fueron las únicas “grullas” que se beneficiaron de su extravagante patrocinio. Al Carnicero de Uganda le gustaba rodearse de «vencedores y espíritus afines» para utilizarlos con fines propagandísticos. Uno de ellos fue Abbey Nasur Odero, extremo derecho de los Uganda Cranes, vencedores del Campeonato de África Oriental y Central en Zanzíbar de 1976, tras vencer 2-0 a Zambia. «Esa misma noche, Amín nos envió un avión para llevarnos de vuelta a casa —relata Nasur— Cuando embarcamos, descubrimos que estaba repleto de todo tipo de comidas y bebidas exóticas. Las instrucciones de Amin al piloto fueron que no voláramos directamente de Zanzíbar a Entebbe, un viaje de apenas una hora; para poder disfrutar de una gran fiesta en las alturas». A la mañana siguiente, se anunció en Radio Uganda que el Presidente agasajaría al equipo con un banquete oficial en Ciudad del Cabo. Acudieron todos (la mayoría aún con resaca) en compañía de sus esposas. Una vez sentados a la mesa, Amin les obsequió con un viaje al extranjero «para irse de compras». Descartaron Europa como destino debido al frío clima de noviembre. «Amin se emocionó mucho y nos dijo que Muammar Gaddafi, el líder libio, era un buen amigo y se ofreció a llamarle personalmente ara que nos acogiera en Trípoli —continúa Nasur— Cada uno de nosotros recibió 5000 dólares para gastos. Lo único que hacíamos era levantarnos por la mañana, desayunar copiosamente, visitar tiendas de lujo durante todo el día y retirarnos a nuestro hotel para cenar. Hicimos esto a diario durante una semana».
«Sobrevivimos a la muerte. Nuestro hombre, Amin, es un heroico caudillo. ¡Viva Amin!», le ensalzaban The Cranes en su canción Twawona Okufa, a sabiendas de que la melomanía de Amín solo era comparable a su megalomanía. Bajo su estricta supervisión, cada uno de los principales cuarteles del país contaba con su propia banda de música, consagradas a magnificar la figura del dictador. Entre ellas, la Simba Airborne Jazz Band de Mbarara, la Bombo Barracks Band y la Tiger Army Band de Mubende y la Suicide Revolutionary Jazz Band de Masaka. En esta última se había alistado Sarah Kyolaba, una hermosa bailarina de 19 años que captó inmediatamente su atención. «Sarah y nuestro bajista llevaban un par de años saliendo juntos. Se conocieron en un ensayo, se gustaron y finalmente se enamoraron. En cuanto nos enteramos de que Amín se había encaprichado de ella, supimos que Jessy corría peligro. Y nosotros también».
La tragedia comenzó a gestarse entre bambalinas en 1974, la noche que The Cranes actuaron en una recepción privada en la residencia presidencial. Amin le había asignado a Amani Ratham, uno de los agentes del Centro de Investigación del Estado, la tarea de vigilarla día y noche. «La presión era insoportable. Nos obligaban a tocar para Amín, mientras sus sicarios presionaban a Jessy para que pusiera fin a su relación con Sarah. ¡Era una situación perversa! Todos estábamos muy asustados», asume Senkebejje, exiliado en Kenia durante los siguientes diecisiete años. Ese mismo verano, Jessy compuso Ggwe Nonze (Mi elegida), en la que suplicaba a Sarah que aceptara su propuesta de matrimonio y declaraba estar dispuesto a morir por ella. Al poco tiempo, se quedó embarazada.
La mañana del 4 de agosto de 1974 arrestaron a Jessy Guitta Kasirivu, lo metieron en el maletero de un coche y desapareció sin dejar rastro. Varias fuentes afirman que Idi Amin Dada conservó la cabeza de la víctima en su propio congelador. El día de Navidad, Sarah dio a luz a su bebé y Amin, que afirmaba haber engendrado 43 hijos, declaró que era suyo y ordenó que el nacimiento se anunciara por televisión. Meses más tarde, Sarah Kyolaba se convertía en la quinta esposa de Idi Amin Dada, a quien describió como un «verdadero héroe africano» y un «padre maravilloso». Nunca se arrepintió: las mujeres como ella no eran vistas como seres humanos, sino como objetos a disposición del tirano y sus hombres. Si una mujer rechazaba sus insinuaciones, era directamente acusada de desafiar al Estado. Las mujeres inocentes eran detenidas o violadas y, en algunos casos, ambas cosas. Ser una mujer hermosa (según los estándares de Amin y sus hombres) entre 1971 y 1979, significaba consentir su voluntad y ocultar la propia belleza para evitar sufrir su ira. La boda costó dos millones de libras y el futuro presidente palestino Yasser Arafat ejerció de padrino. Se dice que Amin, ex campeón de boxeo de peso pesado y soldado del ejército colonial británico, cortó la tarta nupcial con una espada. «The Cranes nunca nos recuperamos de la muerte de Jessy. Grabamos el álbum de todos modos, pero no fue lo mismo sin él. Así que decidimos separarnos en 1975. Esta historia todavía nos persigue hoy en día», reconoce Moses Matovu, que poco después formaría la Afrigo Band, la banda ugandesa más longeva y famosa hasta la fecha.
«En cuanto nos enteramos de que Amín se había encaprichado de ella, supimos que Jessy corría peligro. Y nosotros también»
En 1978, tras derrotar a Nigeria en las semifinales de la Copa Africana de Naciones, las Grullas de Uganda viajaron a la calurosa y húmeda capital costera de Ghana, Accra, para enfrentarse al anfitrión del torneo. Al llegar al estadio, los jugadores, el cuerpo técnico y los médicos del equipo comenzaron a sentirse mal. «No sé qué pasó —reconoce Nasur— A pesar de la humedad, nadie sudaba. Ni una gota. Todo el mundo se quejaba de dolores de estómago y salía corriendo al cuarto de baño». Aquella derrota generó suspicacias entre la delegación ugandesa, que no estaba al tanto de lo que había sucedido en el vestuario. «A nuestro regreso nos esteramos de que habían enviado un telegrama al presidente acusándonos de amañar el partido. Para algunos, supuso el final de su carrera deportiva. Para otros, fue incluso peor».
En octubre de ese año, Amin había ordenado la invasión de Tanzania. Seis meses después, las tropas tanzanas y los disidentes ugandeses irrumpieron en el palacio presidencial de Kampala. Amin fue depuesto y huyó a Libia antes de terminar sus días de exilio en Arabia Saudita. Con motivo de su muerte, el ex ministro de Exteriores británico Lord Owen declaró a la BBC que consideró ordenar el asesinato de Idi Amín cuando ocupaba el cargo. «No me arrepiento de haberlo pensado. Su régimen fue uno de los peores de África», dijo. Mientras familiares y amigos de Amin guardaban luto por su muerte, las autoridades de Kampala lamentaron haber perdido la oportunidad de juzgarlo por sus crímenes. «Los mártires de Uganda lloran sin parar: no está Idi Amin, ¿quién nos hará sufrir? Idi Amin no está, ¿quién nos torturará?», cantaban Siniestro Total en 1982. Para entonces, Sarah le había abandonado para establecerse en Londres, llevándose consigo al tercero de sus cuatro hijos. Trabajó durante un tiempo como modelo de lencería en Alemania antes de abrir una modesta peluquería en Tottenham, donde pasó el resto de su vida. Falleció en junio de 2015, tras una larga batalla contra el cáncer.
La grulla habita herbazales húmedos, pastos y terreno agrícola con barbechos, desde Kenia y la mitad sur de Uganda hasta el noroeste de Sudáfrica, en la mitad oriental del continente africano, llegando a extenderse hacia el oeste siguiendo la frontera entre Angola y Namibia. Si bien no migra, realiza desplazamientos estacionales persiguiendo la abundancia de alimento y evitando las sequías. En contadas excepciones, algunos ejemplares pueden avistarse en nuestro país hacia el mes de octubre, donde permanecen hasta abril. En 1978, la banda de punk Mortimer de Barcelona publicó su primer single, General Idi Amín Dada, equiparándole con otro dictador, un padre Saturno que durante cuarenta años devoró a su nación. Aunque algunos de sus seguidores decían que esto era mentira «porque a Idi Amin la carne humana le parecía demasiado salada».