The Cockettes: teatro, anarquía y activismo queer
/A finales de los años 60, The Cockettes revolucionaron la escena teatral de Estados Unidos con una propuesta escénica que bebía del Living Theatre, del anarquismo, de la psicodelia y de Stonewall.
El 12 de junio de 1972, Tricia Nixon contrajo matrimonio con Edward Finch Cox. Por invitación de su padre, la primogénita del presidente de los Estados Unidos eligió casarse en la Casa Blanca. Era la primera vez en la historia que la residencia presidencial iba a ser utilizada como escenario de una boda y, aunque no se retransmitió en directo por la televisión estadounidense para respetar la intimidad de los contrayentes, los medios de comunicación informaron hasta la saciedad de un acto al que estuvieron invitadas algunas de las personalidades más importantes del país.
El evento fue lo más parecido a la Boda de El Escorial que ha vivido Estados Unidos y no fueron pocos los que consideraron que era un acto hortera y que excedía las prerrogativas de Richard Nixon como presidente. Entre aquellos que criticaron la boda estuvieron The Cockettes, un grupo de teatro underground de San Francisco que, unas semanas antes del enlace, rodaron Tricia’s Wedding, un cortometraje independiente en 16 milímetros en el que hacían mofa del acontecimiento.
En apenas 33 minutos The Cockettes no dejaban títere con cabeza. Richard Nixon y su esposa Pat aparecían como un matrimonio mal avenido en el que él se preocupaba más de dormir con su osito que con ella. La reina Isabel II de Inglaterra era retratada como una tirana que obligaba a los periodistas a arrodillarse para entrevistarla. El Príncipe Carlos de Inglaterra acudía a la ceremonia acompañado de Mick Jagger, una demenciada Rose Kennedy preguntaba a todo el mundo si el evento era un funeral y Eartha Kitt, decidida a alegrar el banquete, vertía toda una botella de LSD en el ponche, provocando el caos y la locura entre los invitados.
A pesar de tener una distribución tan limitada, el cortometraje tuvo la suficiente repercusión como para llamar la atención de Truman Capote y el crítico de cine Rex Reed, que decidieron asistir en el Palace Theater de San Francisco a una de las funciones de Tinsel Tarts in a Hot Coma, uno de los espectáculos de The Cockettes. Al salir del teatro, el autor de A sangre fría y el crítico estaban tan entusiasmados que Reed escribió una elogiosa columna que cruzó el país de costa a costa y The Cockettes fueron contratados para una gira de tres semanas en Nueva York.
Una compañía teatral con forma de comuna libertaria
The Cockettes habían sido fundados en 1969 por Hibiscus, un actor y activista neoyorquino que se había establecido en San Francisco en plena efervescencia hippie. Inspirados por experimentos como el Living Theater las Flaming Creatures del cineasta Jack Smith, los Merry Panksters de Ken Kessey y sus experimentos con LSD, el grupo organizaba piezas improvisadas, con vestuarios y decorados diseñados por ellos mismos y en las que se cantaba, se bailaba, se hablaba de drogas, de libertad sexual, de transexualidad y de política.
Autodefinidos como «hippie acid-freak drag queens», sus espectáculos comenzaban hacia la medianoche y podían extenderse hasta las cuatro o cinco de la madrugada, según fluyera la improvisación de piezas con títulos títulos como Pearls over Shanghai, Gone with the Showboat to Oklahoma, Tropical Heatwave / Hot Voodoo, Hollywood Babylon, y uno de sus títulos más recordados: Journey to the Center of Uranus, aunque solo sea por cómo se pronuncia en inglés el séptimo planeta del sistema solar, y porque en el montaje actuó Divine, que viajó a San Francisco invitada por la compañía.
Además, herederos del espíritu de su época, The Cockettes vivían todos juntos en una gran casa organizada como una comuna llamada Kaliflower y preferían no cobrar por las actuaciones. Al menos así fue hasta que Hibiscus abandonó el grupo en 1972, comenzaron a hacerse populares y vieron cómo los medios y los famosos comenzaban a hablar de ellos. De hecho, la invitación para actuar en Nueva York puede entenderse como el primer intento de The Cockettes por profesionalizarse aunque, eso sí, a su modo.
Rumbo a New York, a comerse la gran mazana
En noviembre de 1975, los casi cincuenta miembros de The Cockettes, ataviados con la ropa que solían utilizar habitualmente no solo en el escenario sino en su vida cotidiana, tomaron un vuelo desde San Francisco con destino a Nueva York dejando atónitos a los demás pasajeros y la tripulación.
Tampoco pasaron desapercibidos cuando aterrizaron en Nueva York, donde los medios de comunicación y la modernidad los recibió con los brazos abiertos. Aunque el estreno en el Anderson Theater del Bowery era el 7 de noviembre, durante toda la semana la compañía ensayó por las mañanas y asistió a fiestas en su honor en las que no faltaban bebida, comida, drogas ni personalidades como Diana Vreeland, Oscar de la Renta o Robert Rauschenberg.
Sin embargo, la libérrima San Francisco no era igual que la sofisticada Nueva York. El éxito teatral de la temporada anterior había sido Jesucristo Superstar y el público de la gran manzana ya no estaba interesado en la improvisación, en el amateurismo o en la irreverencia. Hasta las drogas eran diferentes. Mientras que The Cockettes seguían siendo usuarios de drogas colectivas como el LSD o la marihuana, Nueva York ya se había pasado a tóxicos más individualistas como la cocaína y la heroína.
Por ello, toda la magia desplegada por la compañía en los días previos se esfumó cuando se levantó el telón. En el patio de butacas, famosos como Anthony Perkins, Angela Lansbury, John Lennon, Yoko Ono, Liza Minnelli, Gore Vidal, Andy Warhol, Holly Woodlawn o Candy Darling, comenzaron a sentirse incómodos con tanto exceso y tanta improvisación. A mitad de la representación y cuando ya no pudo más, Angela Lansbury se levantó y abandonó el teatro. Poco después la siguieron Andy Warhol y, tras el rey del pop-art, casi toda la sala. Al finalizar el espectáculo, Gore Vidal resumió el sentir del público neoyorquino con la acidez que le caracterizaba: «No tener talento no es suficiente».
El final del sueño
Durante esa primera semana de actuaciones en Nueva York la compañía continuó representando el espectáculo Tinsel Tarts in a Hot Coma ante una audiencia raquítica y poco entregada. Solo dos semanas antes de concluir su contrato decidieron cambiar el programa por su pieza musical Pearls Over Shanghai y Aunque The Village Voice publicó críticas muy positivas sobre esta segunda obra, cuando el público tuvo noticia de ello, la compañía ya estaba de regreso en San Francisco.
En la Costa Oeste continuaron con sus actividades algunos meses más en los que estrenaron varios espectáculos y rodaron películas como Rise and Fall of the World as Seen from a Sexual Position, o Elevator Girls in Bondage. No obstante, la decepción de la experiencia neoyorquina hizo que el grupo se acabara disolviendo en 1972 y que sus miembros emprendieran aventuras en solitario, de entre las que destaca la del cantante funk Sylvester.
A pesar de ese fiasco, el espíritu y la propuesta escénica de The Cockettes inspiró al movimiento queer, a montajes teatrales como el Rocky Horror Show y a bandas de música de glam rock. Desde The New York Dolls a Twisted Sisters y, si se apura un poco, incluso los españoles Chucharada.
En 2002, después de años de olvido, los documentalistas Bill Weber y David Weissman quisieron contar la historia de The Cockettes. Para ello contactaron con los miembros originales que habían sobrevivido, no solo por cuestiones de edad, pues habían transcurrido más de cuarenta años, sino porque varios de ellos habían fallecido por complicaciones derivadas del sida después de haber vivido los años 80 con la misma libertad que habían disfrutado de las décadas anteriores. El resultado del trabajo de Weber y Weissman fue The Cockettes, filme presentado en Sundance que obtuvo el Premio de la Crítica de Los Ángeles y el premio del Festival LGTB de Nueva York ciudad en la que, después de todo, acabaron triunfando.