Nueva África era una estafa

«Si cuando van ustedes por las afueras de una gran ciudad —se pregunta la revista Estampa, en noviembre de 1932— les salen al paso unos temibles atracadores que, encañonándoles con una pistola, les conminan a que les entreguen todo el dinero que lleven, de seguro que ustedes se asustarán muchísimo; pero es también seguro que no se asombrarán en absoluto de que eso pueda suceder. ¿Pero qué dirían ustedes si en los alrededores de Berlín, cuando uno va tranquilamente en su cochecito disfrutando la vacación semanal, viera de pronto el auto asaltado por una tribu salvaje, una tribu de indios, de auténticos pieles rojas?».

Reportaje de la revista Estampa (noviembre de 1932)

Reportaje de la revista Estampa (noviembre de 1932)

El periodista, que dio con la extraña tribu por casualidad y los entrevistó y fotografió, cuenta su sorpresa cuando vio que aquellos insólitos indios «hablaban demasiado bien el alemán y con marcado acento prusiano. Y en cuanto yo les comuniqué mi condición de periodista, todos se pusieron a dar saltos con gran regocijo, muy contentos de que se fuera a hablar de ellos en los periódicos. Comprenderéis que estos detalles son para escamar a cualquiera, mucho más si se empiezan a observar los cuerpos semidesnudos de los terribles guerreros, y se ve que, lejos de ser rojos, como es lógico en un piel roja, son blanquísimos, todo lo más un poco tostados por el sol».

La tribu india de las afueras de Berlín se inauguró a comienzos de los años treinta como comuna naturista. La época rendía cualto a el exotismo de las lejanas tierras y la antropología. Las tribus y los exploradores, las rutas insólitas y los cuadernos de viaje, despertaban en los alemanes un gran interés.

Su fundador fue un excéntrico americano nacionalizado alemán que compró los terrenos y, tras fracasar al intentar crear cultivos, decidió crear una comuna imitando a los famosos pieles rojas, aunque más bien pensaba en África. Había estado en el continente africano y visitado tribus. Todo aquello le maravilló y, a la vuelta, decidió un cambio en su vida. El resultado recibió el pomposo nombre de Nueva África. ¿Son o no indios?:

«—Bueno —pregunto yo—, pero si esto es africano, ¿por qué diantres van ustedes vestidos de indios americanos?

Todos ríen. Alguno intenta una explicación.

—Nosotros queríamos hacer aquí una vida de semidesnudismo al aire y al sol y hemos tomado por pretexto los trajes de indios pieles rojas..., como podíamos haber tomado otros cualesquiera».

Los fotografió imitando danzas y, en el caso de las mujeres, pintándose los labios. Nueva África fue un bluff.