La invasión bastarda: Vogue o New Musical Express contra Vague y New Musical Excess
/A comienzos de los ochenta, una oleada de fanzines y publicaciones autogestionadas usurpó los sagrados nombres de la prensa de moda y musical. Vague o New Musical Excess (editada por duplicado en Texas e Inglaterra) fueron dos ejemplos, pero el movimiento crecía cada día
Vogue, la decimonónica revista estadounidense de moda, se transformaba en la inglesa Vague. La portada no mostraba el rostro de modelos o de Lady Di sino un encapuchado. Ya no era una revista de papel satinado y lujoso que hablaba de estilo de vida, moda y lujo, sino un fanzine punk que llenaba sus páginas con reportajes sobre bandas como Adam and The Ants, Crass o Psychic TV.
El punk, a comienzos de los ochenta, permitía esas mutaciones, lo mismo que otras escenas como la industrial o el postpunk (que nadie llamaba aún así). Vague, que tomaba su nombre de Vogue y lo desviaba, publicó su primer número en el invierno de 1979 de la mano de su editor Tom Vague, un punkrocker fascinado con los situacionistas y la técnica del desvío / detournement. Aquel primer número de uno de los fanzines más interesantes de aquellos años, era toda una declaración de intenciones y daba la bienvenida al postpunk y al situacionismo, pero también a los grupos armados y a las bandas que mostraban «oscuridad» y «valentía». Los contenidos del primer número eran Siouxsie and The Banshees, Adam and The Ants, The Cure, The Ruts, Two Tone & Rough Trade. Tom Vague, que publicaba su fanzine desde Salisbury-Bournemouth, con el tiempo se convertiría en uno de los grandes psicogeógrafos que merecen ser reivindicados, estableciendo conexiones insólitas y brillantes, a través de cronologías subjetivas y acontecimientos subterráneos, entre el pasado revolucionario inglés y el presente.
TEXAS Y EL EXCESO
Algo parecido sucedió con Robin Storey, una adolescente que a comienzos de los ochenta, desde la habitación de su casa (repleta de pósters y flyers de bandas que combinaban arte underground con provocación escénica y canciones de apenas dos minutos), empezó a editar New Musical Excess, que jugaba a la parodia con la mítica New Musical Express, la publicación de referencia en el Reino Unido desde su creación en 1952. «Exceso» servía perfectamente para definir los contenidos de su fanzine, surgido en Texas, que contaba con una fuerte y prestigiosa escena punk con Big Boys a la cabeza, entre muchas otras.
«Posiblemente Robin no sabía que al otro lado del mundo, en Inglaterra, otro fan y punkrocker, Martin Russian editaba al mismo tiempo un fanzine con el mismo nombre»
Robin era parte de una auténtica oleada de fanzines publicados en Texas a comienzos de los ochenta, pero la mayoría no llegaban al tercer o cuarto número. Estaban publicados de forma precaria pero daban voz a los sin voz, grupos subterráneos que funcionaban más como células clandestinas que como grupos de música. Pero posiblemente Robin no sabía que al otro lado del mundo, en Inglaterra, otro fan y punk rocker, Martin Russian (en realidad un chico llamado Lacey), editaba al mismo tiempo un fanzine con el mismo nombre. Su redactor tocaba en la banda They Must Be Russians, que tenía conexiones con Cabaret Voltaire, de quienes eran amigos y que les habían ayudado a publicar su primer ep llamado Nellie the Elephant a mediados de 1979. Al año siguiente sacó el sencillo Dont Try to Cure Yourself. Finalmente First Floor le realizó un álbum homónimo en 1983, y en 1985 vino el álbum Groundless Accusations.
Así que New Musical Express fue desviado por duplicado, en Texas y en Sheffield. El inglés incluía crónicas del viaje de su redactor al famoso concierto en el Plan-K de Bruselas (octubre de 1979) que tenía como cabezas de cartel a Joy Division, Cabaret Voltaire y William S. Burroughs. O reportajes sobre Human League. El de Texas daba cuenta de las bandas que surgían en la zona, mientras Robin Storey se sumaba a un movimiento que cada vez contaba con más cómplices.
Vague o el (otro) NME fueron solamente dos ejemplos de un fenómeno generalizado: la reutilización de la cultura «seria» para los fines de la disidencia, el punk un movimiento que aspiraba a acabar con la alta cultura.