«Al punk le falta “rollo” beibi». Así fue como apareció el punk en España
/No fue sencillo. En España, mientras en el otoño de 1976 en Inglaterra se publicaban los singles de The Damned, Vibrators o Sex Pistols, el punk prácticamente no existía. Se tendría que esperar a los primeros meses de 1977 para que la prensa «oficial» y las revistas contraculturales comenzasen a hablar del surgimiento de un nuevo fenómeno musical y cultural. Posiblemente, una de las primeras reseñas de bandas de rock en las que el periodismo musical español empleó la palabra «punk», fue la realizada por un tal «S.H.V.» (¿Se trataba quizás del dibujante SHV que ilustró algunos trabajos en Star?) para la revista Ritmo en junio de 1977. «¡Y ahora, el «punk rock»!», rezaba la crítica al clásico de Eddie and the Hot Rods, «Teenage Depression», publicado el año anterior. El periodista, en su crítica, afirmaba que el punk «quiere decir algo así como rock macarra y que no es sino el más aplastante rock and roll de hace veinte años, pero con los medios de hoy. Por lo visto, responde a medias a unas circunstancias sociales determinadas y a unos estudios de mercado de las casa discográficas. Pero es entretenido».
Al mes siguiente, apareció otra vez la palabra «punk» y, nuevamente, lo hizo de la mano de S.H.V., también para Ritmo. Había en sus palabras ironía y cierto desdén: «Pero, entre tanto, hete aquí, que aparece una nueva etiqueta, “Punk rock”, “rock duro”, “Macarra” y que, sin duda, responde a unos condicionamientos propios de las grandes urbes, con toda su violencia y su esquizofrenia y, ¿por qué no decirlo? A unos condicionamientos de tipo mercantilista. “Siempre hace falta algo nuevo. Lo nuevo siempre se vende bien”», para luego hablar de los primeros discos de The Clash o Television.
En julio, La Hoja del Lunes, volvió sobre una idea que muy pronto la hizo suya el periodismo musical español: el punk no era otra cosa que «rock macarra». Posiblemente Eddie and the Hot Rods sí que podían recibir ese calificativo, pero difícilmente Sex Pistols, The Damned o The Stranglers, entre otros. «Y ahora, en 1977, vuelve el viejo rock con el nombre de “punk”», afirmaba Jose R. Pardo en una reseña sobre Television y su Marquee Moon.
El punk había llegado a la prensa española, pero también lo hizo en la televisión. El miércoles 5 de octubre de 1977 a las 21 horas, por vez primera, se emitió un reportaje sobre el punk. En su publicidad se decía que el fenómeno había causado todo un «furor» este verano, y que se trataba de algo «a medio camino entre la anarquía cultural y la rebelión contra las formas impuestas por el establishment».
Sin embargo, posiblemente el primer artículo más o menos serio sobre punk fue escrito por el periodista y crítico musical Carlos Tena. Se tituló «¡Pim, pam... punk!» y fue publicado en octubre de 1977 en Mundo Obrero, la revista oficial del Partido Comunista de España. Tena mostraba ciertas simpatías hacia el punk, aunque no del todo: «Me estoy refiriendo al PUNK, a esa mezcla de violencia en escena, de vestimenta a base [...] insignias, canciones, insulto y desafío. En principio, el PUNK me gusta, tiene nervio, ganas de romper lo establecido y dedo acusador. Pero al punk le falta “rollo” beibi...».
Tena hacía referencia a un hecho histórico. Acababa de salir el primer libro sobre punk publicado en España, junto al maravilloso libro de fotografías de Salvador Costa Punk (Producciones Editoriales y Star), que vio la luz también en 1977.
Su autor era el periodista Diego Manrique aunque, en realidad, la obra no era un ensayo sobre el punk, a pesar de incluir en su portada de forma un tanto apresurada «Punk Rock». Manrique, no obstante, le dedicaba un capítulo entero, pisaba un terreno que ya conocía y vino a establecer de forma casi definitiva la definición en España de «punk» como «rock macarra», al menos hasta un tiempo después, algo que sería reforzado con la actuación en Madrid, a finales de aquel año, de Dr. Feelgood, que fueron teloneados por Burning. El libro se tituló De qué va el rock macarra (Ediciones La Piqueta. Madrid). Sobre aquello llamado «punk», afirmaba que «ya lo decía Shakespeare en 1603, en su Measure for Measure: “She may be a punk, for many of them are neither maid, widow nor wife”. O sea: “Tal vez sea una punk ya que muchas de ellas no son ni doncellas ni viudas ni esposas”. Lo que quiere decir que punk (antiguamente, puncke o punquetto) era el equivalente de ramera, prostituta, buscona, fulana y demás. Con el transcurso de los siglos, punk pasó al argot de las prisiones, para designar al homosexual débil, al que está bajo la protección de otro penado dominante. Llegando al siglo XX, encontramos que punk pierde sus connotaciones sexuales. Punk pasa a ser —especialmente en USA— el mozalbete inexperimentado, el mocoso insignificante que ocupa el último puesto de la escala social. Como adjetivo, punk también es despectivo y se puede traducir como inferior, malo, miserable… Este epíteto se cuelga a un tipo de rock hecho en USA a mediados de los años sesenta. Diez años después, hay otro movimiento rockero al que se bautiza —sin intención despreciativa— como punk rock. No te plantees demasiados problemas semánticos. Oirás hablar del rock bronca, del gili rock, del rock macarra, del rock callejero… todos son sinónimos de punk rock. Y si no tienes otra versión castellana más adecuada, úsala sin rubor». Vibraciones y Star, las mejores del momento (y también difícilmente superables luego), fueron algunas de las pocas publicaciones que apostaron por el punk y la nueva ola, afirmando que marcaba un antes y un después con el llamado «Rrollo» o el mismo «rock macarra» de Manrique.
En España, la etiqueta «punk», siguiendo con eso del «rock bronca, del gili rock, del rock macarra, del rock callejero», cayó primero en Ramoncín y W.C., y luego en la Banda Trapera del Río y otros grupos como Peligro, Basura o Mortimer, aunque unos y otros, en su gran mayoría y por distintos motivos, la recibieron con escepticismo o directamente rechazaron. Empezando por Ramoncín, para quien eso del punk era un «rollo. Hay rock, y solo rock. Ahora, si lo quieren llamar de ese modo que lo hagan. Pero yo no tengo nada que ver. Hago lo que me da la gana» (Vibraciones, marzo, 1978).
En noviembre de 1977, la revista Triunfo publicó el reportaje de Eduardo Haro Ibars «El punk en Madrid», que lo calificaba de «fiesta-espectáculo», quien a su vez en septiembre de aquel año había escrito sobre lo que sucedía en Londres en otro reportaje titulado «La moda de la basura: un viejo estilo de vida».
Aquel año parecía haber agotado un movimiento del que la prensa española comenzó a familiarizarse. A finales de año, Galerías Preciados anunciaba grandes descuentos y ofertas en música «punk».
En mayo, de 1978, Mediterráneo anunciaba las nuevas tendencias para primera y verano, nada más nada menos que el «peinado punk». aunque puntualizaba que «solo para las más atrevidas».
Kaka de Luxe, ese mismo año, publicarían su primer Ep. En una entrevista para Disco Express les preguntan: «¿Venís a desbancar a los viejos?», en referencia a bandas como Coz, Asfalto o Burning, y la respuesta fue: «Que va, nosotros no nos metemos con los Burning. Son muy cachondos. Y además fueron los primeros en ponerse pelucas rubias, medias y gafas negras». Los enfrentamientos, sin embargo, eran reales: el festival Canet Rock de aquel año, donde se juntaron bandas new wave (Ultravox o Blodie) junto a Tequila, dividió al público, que contaba con gente que fundaría las primeras bandas punks de Barcelona, como Último Resorte. Existía una sensación de ruptura, lo nuevo contra lo viejo, incluso como reacción a ciertos movimientos político musicales subvencionados. Canet Rock, igualmente, con los manifiestos y columnas del colectivo Corazones Automáticos, con Santiago Auserón como estudiante de filosofía al frente, visibilizó a una generación que fundaría las primeras bandas de una nueva ola que entonces ni se intuía. El mismo Auserón confesó estar harto del «rollo macabeo de las raíces», tras las llamadas en defensa del «rock hispano» versus mundo anglosajón protagonizadas por los seguidores de Tequila durante el festival.
Ese mismo mes, mientras se vendía el punk como la última moda, Ajoblanco lo ilustró con un reportaje sobre «la marcha rockera en el País Valenciano», entrevistando a la banda rockera Doble Zero e incluyendo fotografías de punks que iban acompañadas de comentarios llenos de ironía y sarcasmo («La moda rock del Corte Inglés», decía una). Sobre Ramoncín, encumbrado por la prensa como primer punk del país, Juan, uno de los integrantes de Doble Zero, afirmaba que «se enrolla bastante bien, pero no es punk. Es un tío con mucha jeta y que se la hace de ganar pasta, confesándolo claramente. Él sabe mejor que nadie que lo manejan, pero va a la suya».
La Banda Trapera, por su furia y actitud, surgidos desde la periferia de la gran urbe barcelonesa, cantaban al proletariado y la marginación con letras que reflejaban todo ese mundo. En noviembre de 1978, para la revista Ajoblanco, su cantante Morfi Grey, al ser preguntado sobre el hecho de que la banda se incluyese en festivales punks, afirmó que actuaban juntos a grupos de punk «porque es una salida, te dan pasta, y cuando necesitas algo de pasta tienes que coger lo que sea... pero, además, la banda es del barrio, cada uno a nivel personal puede ser lo que quiera, ahora tú propones lo de que estamos metidos en el punk. No tengo nada que ver con los medios de comunicación, ellos son los que dicen somos eso o somos lo otro... me da igual, como si quieren decir que hacemos charlestón rumbero... ».
Lo que vino a continuación fue un ejemplo mayúsculo de aquel Morfi, brillante e imparable, y de aquellos traperos que sí fueron la primera banda punk, o como expresar la rabia del punk sin nombrar la dichosa palabra: «Ahora bien, el charlestón rumbero ¿qué te puede decir?, ¡nada! Puedes explicar esos gigantescos edificios de cemento, puedes explicar tíos borrachos cayéndose en la noche... masturbándose a causa de la represión, lo puedes hacer haciendo rumba o folk, diciendo: “Amnistia, llibertat”, pero los de la COPEL rajándose las venas pa poder salir, que pasa ahí, ¡eh, tío!, el rock es la única forma de expresar eso... me importa un cojón el punk, nosotros somos nosotros, como Isabel la Católica era Isabel la Católica».