All punks are pretty! La belleza estaba fuera del CBGB
/Muchos le decían a David Godlis que malgastaba su tiempo en retratar a bandas «malas» y a pandillas de jóvenes «sin futuro». Sin embargo, apostado fuera del legendario local, retrató toda una época gloriosa
[Fotografías: David Godlis]
Una jovencísima Patti Smith esperaba durante horas en las intersecciones de Bowery y Bleecker Street fuera del legendario local de Nueva York a que saliera alguno de sus ídolos. Infatigable, esperaba a sus ídolos, grupos de punk rock y glam, bandas duras y cantantes que rivalizaban entre sí en transgresión y singularidad. Hemos visto cientos de estas imágenes, tomadas fuera del CBGB desde su apertura en 1973, en sus inmediaciones o apoyados en paredes ennegrecidas y rodeados, por lo general, de aceras poco cuidadas. Una entrada angosta y repleta de pintadas parecía ser el acceso a El Dorado, la meca del punk por la que pasaba todo grupo que buscaba triunfar. El fotógrafo David Godlis llegó a la ciudad a finales de 1976, justo cuando Nueva York se rendía a The Dictators, Richard Hell, Talking Heads o Ramones, entre muchos otros. Acudía cada fin de semana al CBGB armado con su cámara de fotos, retratando todo lo que veía y llamaba su atención, a los mismos protagonistas de aquella aventura o a numerosos personajes anónimos, habitantes de aquel mundo nocturno. Por entonces Godlis era un veinteañero que había crecido, como la mayoría de los punk rockers americanos, alrededor de la revista MAD, que predicó la obscenidad y la risa y abrió una ventana al mundo. Lo desagradable y el lenguaje soez podían ser divertidos. Lo eran. Aquella Nueva York, convertida en ruina y escombro, con solares abandonados y pandillas, distaba mucho de lo que es hoy. Vivir no era tan caro ni exclusivo. De residir apaciblemente cerca del Imageworks School of Photography en Cambridge, Massachusetts, donde estudió fotografía, pasó a disfrutar de un pequeño apartamento en St. Mark’s Place, uno de los epicentros de protestas hippies y yippies, el lugar de quedada de los Motherfuckers, el colectivo de agitación que, a su vez, funcionaba como una banda callejera.
Al principio, a pesar de la gran belleza de sus retratos, no contó con mucho apoyo por parte de la prensa musical estadounidense e inglesa. No usaba flash y sus imágenes parecían improvisadas, pero posiblemente este era su valor y uno de los factores que han hecho que algunas de aquellas fotografías sean hoy manifiestos visuales de lo que pasaba en Nueva York a finales de los setenta. Fue el legado de un mirón, un tipo al que le decían que se dedicaba a malgastar su tiempo en retratar a bandas malas, sin excesivos conocimientos musicales, ruidosas y sin… futuro.