Cuando Black Sabbath acabaron con el viejo sueño hippie
/En 1974, Black Sabbath hizo su más poderoso concierto frente a un arcoíris y doscientas mil personas que los observaban aterradas
Aquella música —espectral, grave, tenebrosa— solamente podía venir de algo muy profundo, una mezcla entre protoheavy metal y ocultismo, el marqués de Sade y el paisaje distópico y gris de Birmingham. Un año antes de la famosa actuación, daban rienda a aquel delirio noir. Alquilaron el castillo de Clearwell en el Bosque de Dean y se dedicaron a ensayar sus nuevos y aterradores temas en el sótano: «Ensayábamos en las mazmorras y era bastante espeluznante pero tenía algo de atmósfera, evocaba cosas, y el material comenzó a salir otra vez», comentaron a un periodista musical que contemplaba atónito la imagen alucinada de la banda con fama de cruzar todos los límites. Drogas, demonología y enrevesados títulos («Sabbra Cadabra»). Fue ahí de donde salió uno de los riffs más famosos de la historia del metal, «Sabbath Bloody Sabbath». Cuando llegó el invierno de 1973, sin otra banda que pudiera hacerles sombra en cuanto a densidad, Sabbath Bloody Sabbath, su nuevo disco, se convirtió en todo un éxito. Había algo que hasta entonces no se había visto en esas canciones, un tipo de rock que no miraba a ningún futuro ni presumía de tecnología. Estaban en tierra de nadie.
Posiblemente, cuando en enero de 1974 se embarcaron en una gran gira mundial, estaban en su mejor momento. El tour terminó en un evento mastodóntico y multitudinario, el California Jam de Ontario, que juntó a muchas de las mejores bandas de rock duro y progresivo, como Deep Purple, Earth, Wind & Fire y Eagles, entre otras, siendo retransmitido en directo por la cadena ABC. Cuando las doscientas mil personas vieron salir a aquella extraña banda, casi todos enmudecieron. Los primeros acordes parecen producir un efecto glacial. Entre el público se pueden ver decenas de miembros de bandas de motoristas, posiblemente los numerosos Hells Angels de los capítulos de la costa oeste (Thanatos reivindicando la muerte del flower power), cuya mala fama les precedía desde Altamont. Pero nadie se mueve. La potencia con la que arranca «War pigs”, la tercera canción, es indescriptible, mientras Ozzy reclama el trono del anticantante (imagen posthippie y rostro alucinado. Un físico tocado, justo lo contrario a lo que se suponía que debía ser un frontman de hard rock). El cantante viste unas altísimas botas plateadas con un gran tacón y luce una camisa con flecos. Aplaude pero se queda solo en la celebración. Nadie parece creerse lo que está viendo. Aún es de día, y el público se prepara para los cabezas de cartel, Deep Purple, pero la banda fue oscurecida por aquel exceso de ruido y también de algo indefinible.
«Un enorme arcoíris se desplegaba a la espalda de una banda que era justo lo contrario»
Llegaron al corazón del festival en helicóptero, como sucedía en los grandes festivales desde hacía años. Al aterrizar, la banda, que navegaba en cocaína, vio sus limusinas negras esperándolos. Estaban nerviosos. El evento estaba diseñado como una especie de celebración del final de los sesenta y la llegado del rock eléctrico y duro, pero al mismo tiempo no escatimaba en mensajes new age y psicodelia. Un enorme arcoíris se desplegaba a la espalda de una banda que era justo lo contrario. Bill Ward los presentó, pero al instante todo el mundo supo lo que sucedería. «No recuerdo mucho de lo que pasó ese día, porque tenía la cebaza destrozada», confesó años más tarde Geezer Butler. «Estábamos totalmente fuera de sí, en otro mundo. Pero luego pensamos que sí, que no estuvo nada mal». El set list fue el siguiente:
Sweet Leaf
Killing Yourself to Live
War Pigs
Snowblind
Sabbra Cadabra (with Jams)
Guitar Solo
Drum Solo
Sometimes I’m Happy
Supernaut
Iron Man (with «Sabbra Cadabra reprise)
Paranoid (encore)
Embryo / Children of the Grave (encore)