¡Demolición absoluta! La otra mitad del futurismo
/Furia, ardor y violencia. Así fueron las sorprendentes mujeres futuristas, una generación de artistas radicales y librepensadoras que levantó la bandera de la demolición absoluta
Furia, ardor, violencia, movimiento y acción fulminantes. El futurismo de los inicios tenía un impulso utópico hacia una nueva forma de vivir y de entender la vida. «El arte, efectivamente, no puede ser más que violencia, crueldad e injusticia», sentenciaba el italiano Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944), poeta, dramaturgo y fundador del futurismo. La poética marinettiana se basaba en el valor, la audacia y la rebeldía, en los deseos de destruir lo establecido y lo anacrónico. Sus postulados, piedras arrojadas por tirachinas, fueron saltando de país en país hasta convertirse en un movimiento internacional que transcendió el espacio poético y literario, impregnando la pintura, la escultura, la fotografía, el teatro, la música, la arquitectura, las artes tipográficas y, cómo no, la política.
A partir de 1909, en varias ciudades italianas se comenzaron a organizar las veladas futuristas, en las que se creaba música experimental noise, se daba lectura a manifiestos, versos libres y, más tarde, a las palabras en libertad (parole in libertà): poemas onomatopéyicos desinhibidos, liberados de la sintaxis y la puntuación, y con una tipografía que rompía con el orden compositivo clásico. Era un auténtico asalto al lenguaje, como puede comprobarse al leer el Manifiesto técnico de la literatura futurista (1912) de Marinetti. No obstante, Rimbaud, Novalis, Rosalía de Castro o Walt Whitman, por ejemplo, ya practicaban el verso libre antes de que lo hiciese el futurismo.
«Las seratas o veladas acababan en peleas violentas. “¡Vuestro servilismo es repulsivo!, gritaban los futuristas a la multitud espectadora mientras se lanzaban contra un público cabreado»
Las seratas o veladas acababan en peleas violentas. «¡Vuestro servilismo es repulsivo!», gritaban los futuristas a la multitud espectadora mientras se lanzaban contra un público cabreado. Era una escena usual ver a Marinetti en compañía de Carrà, Boccioni, Russolo, Balla y el poeta Armando Mazza (corpulento y boxeador) en plena refriega antiburguesa, proponiendo a anarquistas y sindicalistas socialistas revolucionarios una alianza subversiva. Casi siempre acababan detenidos. El óleo de Carlo Carrà El funeral del anarquista Galli, de 1911, obra cumbre de la pintura futurista, plasma el ambiente encendido que se vivía.
Marinetti visitó muchas ciudades europeas y varios países de América Latina. En cada velada, organizada en los teatros, las universidades y las calles, exaltaba la vida frente a la monotonía y el aburrimiento, no dejaba de atacar a la Iglesia para reclamar todas las libertades, desde el amor libre hasta la abolición de la familia y del Gobierno democrático burgués, y, por supuesto, haciendo apología del combate y de la guerra de clases contra el orden imperante.
«¡Enarbolando la bandera negra de la rebelión, convocamos a todos los seres humanos vivos que no han sido entumecidos por el aliento venenoso de la civilización! ¡¡Muerte a la civilización mundial!»
Manifiesto anarcofuturista ruso, Colectivo Kharkov, 14 de marzo de 1919
Hubo una fuerte confluencia entre el anarquismo y el futurismo de la primera etapa, en Italia y en otros países, aunque posteriormente sus caminos se separaron por ser antagónicos. Marinetti y la mayor parte del staff futurista italiano dejaron el anarquismo atrás y se convirtieron en la avanzadilla teórica del Duce, propagaron la participación de Italia en la Primera Guerra Mundial y marcharon al frente de batalla, como hicieron también Gabriele D’Annunzio y Benito Mussolini.
En Anarchia e Futurismo, el parmense Renzo Provinciali (1895-1981), reconocido artista y abogado anarquista, se preguntaba:
«¿Es posible que, de manera coherente, pueda promoverse una guerra mortal a toda clase de autoridad política, civil, religiosa y militar, a cuanto sea convencionalismo, prejuicio, explotación o injusticia, cuando se quiere fomentar un arte y un pasado que no sea la exaltación, la apoteosis de todo lo que quieres destruir en tu vida?
¿Es posible que los anarquistas conserven en el arte todo cuanto quieren destruir en la vida, y es posible que perturben, destruyan un mundo nuevo, libre y purificado, a costa de un arte antiguo maloliente y ahorcador?
¡Sería un anacronismo absurdo e injustificado!...
¿Y es posible, por último, que los anarquistas no sean futuristas? ¡O, nunca! ¡Lo creo, lo espero!» (La Barricata, 1912).
Otro prestigioso anarcofuturista, Gian Pietro Lucini (1867-1914), el poeta antimilitarista y anticlerical milanés, uno de los grandes innovadores de la poesía italiana, arremetía contra la mediocridad social en «Delli imbecilli» (en su obra Revolverate de 1909 prologada por Marinetti). «[…] He visto a los Imbéciles literatos, desinhibidos por sus tonterías. He visto al Imbécil en el Finimondo, a los Imbéciles políticos, estadistas y arenga-pueblos, descarados e imprudentes, tontos y paralizados. […] Es la nueva balada en honor de los Imbéciles de todos los países».
Por su parte, Renzo Novatore (1890-1922), que fue asesinado por los carabinieri, postulaba, con sus actos, la expropiación, la deserción de la guerra y el rechazo al trabajo asalariado. Desde el inicio se implicó en el colectivo anarco-futurista en La Spezia para actuar con el grupo antifascista militante Arditi del Popolo. En el famoso opúsculo nilihista, Verso il nulla creatore (1921) afirma: «La revolución es el fuego de nuestra voluntad y la necesidad de nuestras mentes solitarias; es una obligación de la aristocracia libertaria: crear nuevos valores éticos, crear nuevos valores estéticos […] comprendemos y sabemos que la revolución es una necesidad de la tristeza silenciosa que se sufre en la base y una necesidad de los espíritus libres que sufren en las cumbres». (1)
En el resto de los países europeos y latinoamericanos, fascismo y futurismo nada tuvieron que ver, al contrario, fueron antagónicos. La explosión del futurismo ruso emergió y se desvaneció iluminada por la estela revolucionaria, con Vladimir Mayakovski «revolviendo / la mierda / petrificada / de ayer». En España, el futurismo tenía en su nómina incipiente a Ramón Gómez de la Serna y el movimiento basculaba hacia la radicalidad del ultraísmo, pero uno de sus máximos adalides siguió el ejemplo de Italia: el madrileño Ernesto Giménez Caballero (1899-1988). Él fue el teórico del fascismo y de la Falange española, aunque durante la posmodernidad (Transición) se esforzaran sobremanera en lavarle la imagen.
El Manifiesto Futurista de Marinetti era incendiario. Los futuristas estaban deslumbrados por la tecnología moderna, por la velocidad, las máquinas y la guerra, «queremos glorificar la guerra —la única higiene del mundo—, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas Ideas por las cuales se lucha y se muere». También animaban a destruir los templos de la cultura, los museos y las bibliotecas. Creían en el progreso «porque es movimiento, vida, lucha, esperanza» pero desestimaban a las mujeres: «queremos glorificar... el desprecio a la mujer», (Marinetti, «Le Futurisme», Le Figaro, París, 20 de febrero de 1909).
LA OTRA MITAD DEL FUTURISMO
El futurismo fue uno de los movimientos artísticos, políticos y vitales que iniciaron el siglo XX (cronológicamente, el primero) con una mayor pertenencia de mujeres creadoras, aunque a día de hoy sigamos leyendo en investigaciones aparentemente rigurosas que era un movimiento netamente masculino. Evidentemente, no todas las artistas tuvieron la misma visibilidad y notoriedad, destacando las futuristas rusas que irrumpieron con una fuerza espectacular.
Las creadoras futuristas y constructivistas rusas (luego, soviéticas) fueron muchas e irrumpieron en el hervidero creador revolucionario con exhuberancia y con multiplicidad, sobre todo en la pintura, el grafismo y el arte textil. Olga Rozanova, pintora, grabadora, diseñadora y poeta, fue una de las pioneras; Malevich llegó a manifestar, provocando una gran polémica, que, entre todos, ella era «la única verdadera suprematista»; abundó en la poética de la anarquía en el arte, publicando sus teorías en el periódico Anarchy. A Natalia Goncharova se debe la puesta en escena y el diseño de vestuario de los Ballets Rusos de Serguei Diaghilev. Varvara Stepanova, dando carpetazo a la rancia tradición pictórica, declaraba que «el museo como lugar de conservación de ese objeto único [el cuadro] se convierte en un depósito de archivos». Alexandra Exter (Ekster) destacó como pintora, escenógrafa y diseñadora de moda. A Liubov Popova la llamaban la «artista-constructora» por sus innovaciones respecto a la forma, el espacio y los materiales. Nadezhda Udaltsova es otra gran pintora olvidada.
«La puesta en escena de los futuristas italianos, imbuida de militarismo y misoginia, fue respondida dentro de sus filas por las propias mujeres que lo componían»
Por el contrario, las futuristas italianas, pese a ser más de una treintena, quedaron eclipsadas por el falocentrismo de sus colegas, a excepción de unos pocos nombres: la poeta Ada Negri, Rosetta Amadori (pintora que influyó en la pintura pop), Benedetta Cappa (pintora y escenógrafa), Růžena Zátková, quien vivió en Italia aunque tenía origen checo e hizo su incursión en la pintura polimatérica y la escultura cinética, Tina Cordero, directora de Velocidad (1930), una obra maestra del cine futurista…
La puesta en escena de los futuristas italianos, imbuida de militarismo y misoginia, fue respondida dentro de sus filas por las propias mujeres que lo componían.
Primero, por la artista multifacética francesa Valentine de Saint-Point (1875-1953), que escribió en 1912 el Manifiesto de la Mujer Futurista como respuesta al Manifiesto Futurista de Marinetti. Valentine, sobrina-nieta del poeta Alphonse de Lamartine, fue coreógrafa, periodista, pintora, modelo de muchos de cuadros de Alphonse Mucha y Auguste Rodin, y ponía en escena sus propios poemas con danzas geométricas desinhibidas y diseños de vestuario griegos. Creía en la fusión total de todas las artes. En Nueva York y otras ciudades la aclamaban a rabiar. Estuvo viviendo en España en 1916, huyendo de la Primera Guerra Mundial, en una comunidad artística barcelonesa, donde estaba Picabia. Interesada por la cultura egipcia y árabe vivió en Líbano y El Cairo, donde murió.
El Manifiesto de la Mujer Futurista de Saint-Point sorprende por su olvido (inédito en castellano hasta publicarlo La Linterna Sorda, Mina Loy. Futurismo Dadá Surrealismo). Al leerlo se percibe la libertad visionaria ante un mundo en guerra que se desploma y el protagonismo de la mujer en la ruptura con el orden social caduco. En el Manifiesto, Saint-Point afirma: «La humanidad es mediocre. La mayoría de las mujeres no son ni superiores ni inferiores a la mayoría de los hombres. Somos iguales. Todos merecemos el mismo desprecio»; reivindica el ideal de mujer guerrera, las Amazonas y las Furias, modelado por el principio de la naturaleza andrógina que funde lo femenino y lo masculino; rechaza el feminismo como movimiento político (entonces, entendido por muchos sectores radicales como un movimiento reformista que solo pedía el voto de la mujer y no la emancipación total femenina) al considerarlo «simplista» e incapaz de producir el desorden y la destrucción del sistema parlamentario europeo deseados por el futurismo, desde la óptica anarquista que impregnaba su ideario inicial.
El machismo (Marinetti reiteraba en 1910 «el desprecio a la mujer», «concebida como un juguete trágico», «la mujer es un animal maravilloso») y el belicismo acabaron por borrar de las filas futuristas a otra de las creadoras que brillaban con luz propia, Mina Loy.
«No puede haber medias tintas—rascar la superficie de la basura de la tradición, NO lo logrará la Reforma, el único método es la Demolición Absoluta»
No, no es Myrna Loy, sino Mina. Es tan desconocida hoy día que se confunde su nombre con el de la famosa actriz de Hollywood de 1930. Mina, considerada como una de las artistas más originales de su generación, nació con el nombre de Mina Gertrude Lowy, en 1882 y en Londres; murió en 1966 en Aspen, Colorado. Se convirtió en ciudadana norteamericana en 1946. La desaparición del poeta y boxeador anarquista, Arthur Cravan, su amado compañero, la sumió en una profunda depresión que arrastró durante toda su vida. De una belleza sorprendente, que mantuvo hasta su muerte, fue pintora, creadora de obras conceptuales con objets trouvés, dramaturga, inventora, diseñadora, agente de artistas (Dalí, de Chirico, Braque, Ernst, Gris, Magritte) y, sobre todo, autora de poemas «asombrosos», que cautivaron a T. S. Eliot, Ezra Pound, James Joyce, o a sus amigas Gertrude Stein e Isadora Duncan.
Como poeta introdujo en sus textos los versos libres, los epigramas, los poemas en prosa y el lenguaje «liberado» sin signos de puntuación. Escribía sobre el cuerpo y la sexualidad femenina con un estilo abierto, franco, eludiendo el sentimentalismo; por este motivo fue etiquetado como obsceno por el puritanismo de la época, sufriendo censura por ello. Su poema sobre el acto físico del parto es casi único en el mundo; al parecer, solo una poeta japonesa ha escrito otro poema sobre el alumbramiento de una nueva vida.
La escritora descubre el futurismo durante su estancia en Florencia en 1913. A los pocos meses de escribir su entusiasta Aforismos sobre el Futurismo, redacta uno de sus escritos emblemáticos, el Manifiesto Feminista (1914), a modo de desahogo y ruptura con dicho movimiento, haciendo constar que, como mujer, no había futuro en el futurismo italiano. La guerra europea y la «guerra de sexos» son elementos decisivos para que la escritora les abandone, alegando que Marinetti y sus colegas eran poco coherentes con lo que pensaban y cómo luego actuaban. Mina Loy era amiga de Carrà y acabó enredada en un triángulo amoroso que resultó destructivo. Estuvo con Marinetti —Loy reconocía lo estimulante que le resultaba la relación con él— pero, al mismo tiempo, se enamoró de Papini y este último rompió pronto el idilio con ella. En la revista Others (1915) Loy publicó Love Songs, poema donde alude a estas relaciones eróticas, ampliado posteriormente en Songs to Joannes, y tratado después de forma caricaturizada en Lion’s Jaws y Giovanni Franchi.
Mina Loy escribió el Manifiesto Feminista en Florencia, el 15 de noviembre de 1914. Envió el manuscrito por carta a su amiga Mabel Dodge Luhan. En vida de Loy este texto no llegó a publicarse y, en castellano, ha permanecido inédito hasta ahora, que ha sido traducido y publicado en el libro Mina Loy. Futurismo Dadá Surrealismo. El ideario de Emma Goldman, su admirada amiga, inspiró buena parte del enfoque del Manifiesto. Así arranca:
«Mujeres si queréis realizaros—os encontráis en víspera de una convulsión psicológica devastadora—todos vuestros complacientes engaños han de ser desenmascarados—¿estáis preparadas para el Esfuerzo—?
No puede haber medias tintas—rascar la superficie de la basura de la tradición, NO lo logrará la Reforma, el único método es la Demolición Absoluta».
También sugiere destruir la virginidad por medios quirúrgicos para hacer desaparecer una de las razones del sometimiento femenino, la noción del concepto «Mujer» en función de su sexualidad y de su pureza virginal. Esta idea fue retomada posteriormente por el filósofo francés Michel Foucault en sus estudios sobre la sexualidad.
Leda Rafanelli (1880-1971) fue otra contestataria del futurismo italiano. En relación con la guerra, el compromiso antimilitarista de Leda era constante y, aunado a su feminismo libertario, criticaba el papel social y económico de la mujer italiana, afirmando: «a medida en que al cabeza de la casa, el hombre joven, fuerte [...], lo van matando, la mujer, emancipadísima, ha invadido los talleres, producidos por y para la guerra. ¡Qué progreso!...».
Leda, conocida como «la gitana anarquista», resultó ser una de las figuras más destacadas del movimiento anarquista italiano de las primeras décadas del siglo XX. Perteneciente a la Primera Internacional obrera, escritora autodidacta pero muy reconocida, impresora y tipógrafa, sin embargo, a Leda Rafanelli se la conoce vagamente no por sus méritos, sino por haber sido «amante» de Benito Mussolini, cuando, en 1913, este era el joven director de Avanti, un periódico socialista revolucionario (Anteriormente, en 1904, Mussolini comenzó a colaborar con la activista socialista-comunista Angélica Balabánova). Leda, a diferencia de Mussolini, no afirmará ni negará en rotundo esa relación sentimental, aunque, en esa época fueron amigos. Era partidaria del amor libre, estuvo con el pintor Carlo Carrà, entonces anarquista y locamente enamorado de ella. Carrà diseñó el emblema —un rostro demoníaco asomando delante del lema «Que solo el amor y la luz tiene por confín»— de la Librería Editrice Sociale, fundada en Milán por Leda y su compañero, Giuseppe Monanni, en 1910, convirtiéndose en la más importante editorial libertaria italiana, hasta que el fascismo la clausuró.
Leda, al inicio del siglo XX, emigra con su familia a Alejandría (Egipto), toma contacto con la importante colonia anarquista que vive allí y se convierte al sufismo, la corriente sunita del islam, mística y tolerante, algo esotérica (ella era espiritista y se ganó la vida como vidente por algún tiempo). Rafanelli interpreta su fe como una alternativa al mundo occidental industrializado, deshumanizado y esclavo del dinero. Piensa que el anarquismo coincide con las filosofías sufíes: «Vive sin poseer nada y no estar poseído por nada».
Nella Giacomelli (1873 –1949) es otra famosa disidente del futurismo italiano. Giacomelli, además de maestra, fundó los periódicos La Protesta Umana e Il Grido della Folla, donde se vertía una mezcla de futurismo, irredentismo, nihilismo y vitalismo. Se apartó del futurismo en cuanto vio el cariz que tomaban sus teorías y sus prácticas. Nella, junto a Leda Rafanelli y otras anarquistas que orillaron el futurismo como Zelmira Binazzi, Maria Rygier, Amelia Legati, Adele Darvisi, Irma Guidaloni, Emma Pagliai y Ersilia Mazzoni, antes y durante la Primera Guerra Mundial, animaron las campaña antimilitaristas, y lanzaron un manifiesto a todas las mujeres italianas contra la guerra, en el que, también, se pronunciaban a favor de la revolución de los soviets en Rusia.
En 1928 es detenida por estar relacionada con Camillo Berneri, acusado, a su vez, de ser el organizador del atentado de Gino Lucetti contra Mussolini en 1926. Meses después fue liberada junto a sus compañeros gracias a la intervención de su amiga, la poeta futurista Ada Negri.
La intensidad creativa y vital de todas estas mujeres futuristas arrasó con el pasado de sumisión que arrastraban de siglos atrás, triturando el tiempo cronológico y el tiempo histórico que les tocó vivir. Tuvieron la audacia de buscar nuevos modelos de expresión para abordar, como temática creativa, los problemas que les preocupaban como mujeres. A base de bofetadas e intuición entendieron que el cuerpo femenino era un espacio de resistencia y lo mostraron liberado, erótico, con una sexualidad de expresión libre, exenta de género… libertad y autodeterminación mental y física de las mujeres. ¡Adelante! ¡Destruid! ¡Aniquilad! ¡Solo la muerte no admite cambios! Un buen número de las creadoras futuristas se pasaron al otro gran movimiento, surgido en momentos críticos de la historia (Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa), la subversión Dadá. ¡Sin ley ni autoridad! Como expresa Mina Loy: ¡Lo domesticado carece de inmensidad!
NOTA
(1) Todos los textos de los anarcofuturistas son inéditos en castellano hasta la fecha, traducidos del italiano por Ana Muiña.