El amor es una droga: así fue el primer disco gay
/Love is the drag no tenía nombre de cantante ni de productor, pero canciones como «My man» o «The boy next door» inauguraron la industria musical queer
Hoy sonroja, cuando no ofende, la deliberada clandestinidad y «falta de valentía» de un disco en el que no figuraba el nombre de su cantante, sino algo genérico y despersonalizado, como si el disco, por el solo hecho de retozar en su invisibilidad, fuera el espejo de lo que pasaba en la calle. Y así era. Cuando Love is a drag fue publicado, aún estaba en sus comienzos el movimiento por los derechos civiles estadounidense, nadie podría ni tan siquiera imaginar lo que sucedería con Stonewall en menos de una década y gays y lesbianas se movían en un submundo prohibido de redadas y locales perdidos.
El disco expresa la dificultad de moverse entre bambalinas o como entonces, en aquellos años en que la cultura gay era marginal y secreta, el amor gay era obligatoriamente sin rostro. Así que la «falta de valentía» se entiende. Era 1962 y la literatura y el arte gays eran terreno del pulp, la literatura marginal, Burroughs y clubs de motoristas leather, cabarets. El disco lo advertía: «For adult listeners only».
«Aquel fue el primer disco deliberadamente gay, aunque hoy sepamos que el cantante no lo era; se trataba de Gene Howard, un heterosexual casado»
Aquel fue el primer disco deliberadamente gay, aunque hoy sepamos que el cantante no lo era; se trataba de Gene Howard, un heterosexual casado a quien la compañía le pidió que interpretase aquel repertorio. Aceptó, eso sí, con la única condición de que su nombre no apareciera en los créditos. Lo mismo que el productor, que es igualmente un misterio. La lista de títulos eran suficientemente claros: «My man», «The boy next door», «He’s my guy». Música para el amor, música que encandila, música romántica. Igual que el amor, como diría Morrissey décadas más tarde, que es una «droga».
El histórico disco languideció como una pieza rara de la canción ligera, hasta que en 2012 J. D. Doyle, un coleccionista de Chicago, lo rescató y reivindicó en su radio show queer. Doyle fue tirando del hilo. El único dato más o menos fiable era el nombre del fotógrafo, Garret, quien había hecho las fotos para la cubierta del disco. Garret, ya un anciano, se puso en contacto con Doyle, que lo había buscado por cielo y tierra, y contó la historia secreta del disco. Habló de la prohibición y la censura, de un joven cantante de voz melosa que no era gay. Había montado un estudio de fotografía en Los Ángeles y fotografiado a toda clase de celebridades como Elizabeth Taylor, Cary Grant, Natalie Wood, Marilyn Monroe o Frank Sinatra. Este último, cuando escuchó el disco, quedó sorprendido de su calidad, concretamente de la voz del cantante y quiso saber quién era, aunque nunca lo supo.
Gene Howard falleció en 1993, sin que nadie supiera que había sido el pionero de una música queer que a él no le interesaba. Ya sabéis: el amor es una droga.