El antirracismo español comenzó con un cuplé y una cupletista
/Hace casi un siglo que se publicó «Ku Klux Klan», también conocida como «En las catacumbas de Nueva York», la extraña canción popularizada por la cupletista Salud Ruiz
Las cupletistas formaron un universo propio. Fueron feministas sin declararse como tal: descaradas, valientes y brillantes, a veces realmente alocadas y divertidas, y no dudaban en interpelar al público, provocando protestas y tumultos. Fueron ellas las primeras que, saltándose las normas de toda clase respecto a las «distancias» entre público y artista, con frecuencia respondían a este, con humor y también sorna, despertando muchas veces la indignación de la gente respetable, que veía en estas «licencias» una forma de grosería de género. Una de nuestras cupletistas más brillantes y que debería ser más reivindicada fue Salud Ruiz, natural de Linares (Jaén), quien durante una década brilló como casi ninguna otra en los mejores teatros del país. Posiblemente, la irrupción de la Primera Guerra Mundial la alejó de glorias mayores, pues tenía firmado un contrato para girar por varias ciudades europeas, algo que lógicamente no pudo hacer. En el cuplé podemos encontrar canciones que hablan de los indios sioux o que cuentan historias de terror.
«Hemos dicho que se trató de una canción antiKlan, pero también podría interpretarse como justamente lo contrario. Puede que haya ironía, o puede que no. ¡Juzguen ustedes!»
También sobre fenómenos contemporáneos, en este caso el terror que sembraba el Ku Klux Klan, que en los años veinte experimentaba un gran auge. El KKK generó una gran fascinación, que se tradujo en toda una corriente musical y literaria alrededor del grupo. Canciones que hacían apología del racismo, que contaban aspectos morbosos supuestamente cometidos por negros que «perseguían» a las mujeres blancas, o que ensalzaban a las figuras de la organización, y por supuesto películas y novelas. En 1922 Salud Ruiz irrumpe en los escenarios e interpreta la canción «Ku Klux Klan» (también conocida como «En las catacumbas de Nueva York», en referencia a la primera y gran frase con la que se inicia la canción) del pianista y compositor madrileño Kepler Lais (en realidad, Patricio Muñoz Aceña) y con letra de Dowler Sam (posiblemente se trató del pseudónimo tras el que se escondía el poeta y dramaturgo valenciano Federico Gil y Asensio). La partitura fue publicada por la Unión Musical Española en 1921 y llevaba una portada increíble en la que se veía a un miembro del grupo y, tras este, la estatua de la libertad.
Al año siguiente, Ruiz grabó un disco de dos canciones, una de ellas esta, que sin embargo encierra un mensaje un tanto oscuro. La cupletista parece que lo tiene claro: «Ku Klux Klan, a mi me da horror / Yo pensaba ir, más ya no voy a Nueva York», aunque al final, en sus últimos pasajes, afirma lo contrario: «Ku Klux Klan, ya no me das horror / No pensaba ir / ¡Mas ya me voy a Nueva York!». Hemos dicho que se trató de una canción antiKlan, pero también podría interpretarse como justamente lo contrario. Puede que haya ironía, o puede que no. ¡Juzguen ustedes! Su letra es esta:
«En las catacumbas de la ciudad de Nueva York / Tiene su guarida la secta blanca del terror / Han jurado su extermino y contra el negro siempre van / Y es temida en toda Atlanta la asociación del Ku Klux Klan / Salen disfrazados con capirote y sayón / Como nazarenos en misteriosa procesión / Y en las sombras de la noche cuando las doce en punto dan / A los negros en la hoguera los sacrifica el Ku Klux Klan / Ku Klux Klan, a mi me da horror / Yo pensaba ir, más ya no voy a Nueva York / Los enmascarados han extendido ya su acción / Y a las jovencitas persiguen con tesón / Nadie sabe de seguro lo que en su encierro les harán / Pero el caso es que las chicas quieren volver al Ku Klux Klan / Dicen que la banda la constituyen más de cien / Pero ricos todos y todos ellos niños bien / Y la gente ya se explica porqué las chicas ahora van / Por las noches hacia el campo para encontrarse al Ku Klux Klan / Ku Klux Klan, ya no me das horror / No pensaba ir / ¡Mas ya me voy a Nueva York!»
Aunque era algo ya conocido, el Klan se hizo popular en España gracias a un reportaje publicado en 1924 por La Esfera que recogía varias impactantes fotografías. No dejan de sorprender las referencias al mundo del Klan que van y vienen por su letra, sobre todo porque coinciden temporalmente con alguno de los fenómenos que vivía este. Sus cuadros estaban inspirados en la antigua masonería: grandes Titanes, Cíclopes Exaltados, reuniones en sus lugares conocidos como «Klavernas», Grandes Dragones... y también su sección femenina llamada Kamelia. La canción, que se convirtió en un pequeño éxito en 1922, hablaba de la aparición de mujeres en un movimiento que había sido mayoritariamente de hombres. Algunas mujeres, lejos de horrorizarse por el sadismo y violencia del grupo, entraron en sus filas y reclamaron un lugar con suficiente autonomía. Esto sucedió más o menos en el momento en que se publicó el disco.
Alrededor de 1920 surgió un fuerte movimiento de mujeres pertenecientes al KKK que se oponía a la mezcla de razas y lo que entendían como una civilización en decadencia por culpa de las sufragistas, el vicio y la revolución bolchevique. Adoptaron el discurso y las tácticas paramilitares y quisieron no ser solamente un apéndice del Klan sino tener su propia autonomía. La presencia de mujeres del Klan alrededor de 1920 era creciente, pero no fue hasta 1923/1924 cuando adquirieron una gran fuerza tras intensas batallas internas entre los líderes de la organización, que se disputaban el poder político.
En 1925 encontramos otra edición publicada por Barcelona Transoceanic Trading Co., y que en su cara B llevaba la canción «Ya no la quiero: tango» (1925). Fue interpretada en 1927 por otra artista, la gran cupletista Lolita Méndez, que estaba acompañada de una orquesta dirigida por el maestro Font.