El crimen de Heliogábalo
/Adolescente, amanerado, caprichoso y de apetitos sexuales desmesurados. La figura del emperador romano Heliogábalo fue sepultada por la historia. En él se magnifica lo maldito como reflejo de los miedos de una sociedad obsesionada con valores extremadamente rígidos
POR ALANA PORTERO
La historiografía occidental y blanca, de natural mojigata y supremacista, suele etiquetar todo lo que no le conviene de monstruoso. Desde Roma. Lo mismo aplica para figuras concretas que para costumbres de más allá de los Urales. Hay una categoría muy especial de aberración dedicada a los emperadores romanos que desafiaron lo que Roma entendía por virtuoso, esa mezcla entre guerrero y estadista engolado dado a la retórica, pero capaz de aplicar el puño de hierro cuando es necesario.
«La historiografía occidental y blanca, de natural mojigata y supremacista, suele etiquetar todo lo que no le conviene de monstruoso»
A todas nos suenan Calígula y Nerón, uno como personificación del mal absoluto y el otro como encarnación del megalómano capaz de sacrificar cualquier cosa para ganarse la eternidad. De entre esta especial categoría destaca por cómo ha sido sepultada por la historia la figura de Heliogábalo, solo necesitó cuatro años de reinado (218-222) para alcanzar la ignominia absoluta, fue declarado por el senado damnatio memoriae, una especie de olvido a perpetuidad oficial. Desde la Historia Augusta hasta Gibbons se insiste en la vergüenza que supone registrar y divulgar las actividades del emperador. Casi pueden oírse los grititos de marqueses pudorosos de los historiadores que se han acercado a su figura y han salido sudando de ella.
¿Qué pasa con Heliogábalo? ¿Qué horrores se encuentran detrás de ese nombre hiperbólico y sonoro?
«Una de las primeras y más frecuentes manchas que caen sobre la figura del joven emperador es su forma de vestir, femenina y demasiado audaz hasta para las patricias más relajadas»
En realidad la historia siempre es más compleja que una enumeración de crímenes, impiedades y vergüenzas. Para empezar, su majestad era de origen Sirio, un emperador oriental no siempre responde al gusto del supremacismo romano medio, sacerdote de El-Gabal, dios solar que rebautizó ya en el trono como Sol Invictus, convirtiéndolo además en deidad tutelar romana por delante del mismo Júpiter. Adolescente, amanerado, caprichoso y de apetitos sexuales desmesurados. Ninguna de estas cualidades demasiado extrañas, nada que Petronio no nos haya contado y nada demasiado sorprendente. Una de las primeras y más frecuentes manchas que caen sobre la figura del joven emperador es su forma de vestir, femenina y demasiado audaz hasta para las patricias más relajadas.
EL PÁNICO ROMANO
Es conocido el pavor que Roma tenía a que sus aguerridos muchachos tuviesen pérdidas de aceite demasiado exageradas. Las prácticas homosexuales masculinas eran algo a ocultar y se las arreglaban para intentar defender roles activos donde no era posible. Haciendo ridículas descripciones del amor uraniano. El rechazo no eran tanto las relaciones entre hombres como la posibilidad de desempeñar un rol pasivo. Eso era imperdonable e impropio de la virtud romana. De Heliogábalo se cuenta que buscaba por todo el imperio onobelos (señores con pene de burro) para su satisfacción, que sus banquetes eran orgías en las que podías terminar sepultado por un derramamiento de pétalos de rosa o comiendo heces de león, que recorría las calles de Roma de madrugada prostituyéndose, que construyó unos baños públicos en palacio y allí escogía futuros esclavos sexuales. La realidad se mezcla con la ficción en las descripciones que la historia le ha dedicado a su figura. Desde el siglo XXI entendemos los enormes prejuicios con los que se ha abordado lo concerniente a su vida y su reinado.
«Aunque desposó a cinco mujeres, incluyendo a una vestal, algo cercano al pecado mortal cristiano, sus relaciones más importantes tuvieron lugar con hombres. La más duradera junto a Hierocles, su aúriga, al que se refería como marido y del que presumía constantemente haciéndose llamar “a reina de Hierocles”»
Se cuenta, en casi todas las fuentes, que una de las obsesiones de Vario Avito Vasiano —nombre de nacimiento del emperador— era la investigación anatómica —usando los medios más crueles— que le permitiese cambiar sus genitales. Proporcionaba a sus médicos la cantidad de cuerpos que requiriesen para llegar a perfeccionar tal intervención. Desde nuestros ojos esto constituye una práctica del todo aberrante, la experimentación con seres humanos vivos; en la Roma del siglo III un esclavo seguía siendo apenas visto como algo más que un «recurso», miles de ellos morían reventados trabajando el campo de sus dueños y otros tantos eran sometidos a todo tipo de abusos sin que a nadie se le moviese una ceja.
«Donde la historia ve una monstruosidad imperdonable yo veo una criatura de catorce años en plena lucha por su identidad»
Aunque desposó a cinco mujeres, incluyendo a una vestal, algo cercano al pecado mortal cristiano, sus relaciones más importantes tuvieron lugar con hombres. La más duradera junto a Hierocles, su aúriga, al que se refería como marido y del que presumía constantemente haciéndose llamar «la reina de Hierocles». A menudo organizaba performances en las que Hierocles sorprendía a Heliogábalo seduciendo a otro hombre, este montaba una escena de celos monumental, ambos se encerraban en los aposentos imperiales y se les escuchaba discutir y destrozar el mobiliario. Siempre terminaban con Heliogábalo amoratado, recorriendo el palacio enseñando sus magulladuras como pruebas de amor de su dueño.
Donde la historia ve una monstruosidad imperdonable yo veo una criatura de catorce años en plena lucha por su identidad, que de repente es alzada al trono del universo conocido e investida de poderes sin límites que desde luego no pueden gestionarse a esa edad.
Sus danzas, su maquillaje, su teatralidad constante, tienen mucho que ver con el todavía duradero desprecio por la sexualidad expansiva y la exhibición libre de la identidad, la sexualidad y las intersecciones entre ellas. Una suerte de plumofobia llevada al extremo que conmina a perfilar a un niño en plena construcción como la encarnación de todo lo que la sociedad de su tiempo quiere esconder bajo la alfombra de las eras.
En todas esas prácticas autolesivas suyas que se relatan: la búsqueda del maltrato, la objetificación y la humillación, se adivina una necesidad de autoconocimiento desconsolada y una petición de ayuda tan retorcida como puede ser una mente en periodo de formación sin límites a los que atenerse. También una forma de placer que aún constituye un estigma imperdonable.
«En Heliogábalo se magnifica lo maldito como reflejo preciso de los miedos de una sociedad obsesionada con valores tan rígidos, que solo se necesita un jovencito bailando en público desnudo y maquillado para quebrarlos»
LO MALDITO OCULTO
No me atrevería a catalogar a Heliogábalo como mujer trans, frivolidad en la que la historiografía moderna cae con frecuencia; la realidad de esta condición es mucho más compleja que las preferencias estéticas, las prácticas sexuales y la disforia. Es una posibilidad que quedará sin resolver para siempre. Sí podemos aventurarnos a ver a Heliogábalo como alguien con una dolorosa lucha interna que se ve golpeada por eventos políticos que le sitúan en la cima del mundo y le abandonan a su suerte. Incapaz aún de empezar a entenderse a sí mismo, debe gobernar un imperio de proporciones inimaginables. La crueldad que se le atribuye tiene mucho más que ver con la posibilidad de materializar cualquier cosa que se le pasase por la cabeza a un muchacho de catorce años sin tener que afrontar consecuencia alguna. Creo que nadie superaría esa prueba sin hacer daño a alguien por acción, efecto colateral u omisión.
En Heliogábalo se magnifica lo maldito como reflejo preciso de los miedos de una sociedad obsesionada con valores tan rígidos, que solo se necesita un jovencito bailando en público desnudo y maquillado para quebrarlos.
Así, el 11 de marzo del 222, la guardia pretoriana nombró de forma unilateral a su primo Alejandro Severo emperador de Roma y se dispuso a matar al depuesto Heliogábalo. Le descubrieron escondido en un baúl, le apuñalaron, le cortaron la cabeza, le desmembraron y arrojaron su cuerpo troceado al río. Tenía 18 años. Le siguieron su madre e Hierocles. Las tres cabezas fueron exhibidas en público hasta que los cuervos las redujeron a calaveras blancas e indistinguibles.
ALANA PORTERO (aka «La Gata de Cheshire»). Medievalista, bruja, antropóloga y hacker de género. Ha pertenecido a más de doce sectas apocalípticas y ha sobrevivido a todas. Se sacó un ojo solo para poder llevar parche. Habla una jerga compuesta por más de diez lenguas muertas y ha olvidado cómo comunicarse en el presente, por eso trabaja sola. Consiguió su actual puesto en Agente Provocador asesinando al Agente Fauno, antiguo miembro de la banda negra. También conocida como la Poison Ivy del barrio de San Blas. Muy peligrosa.