Oda al Madrid extinto: Ketama teloneando a The Durutti Column


Una crónica de un Madrid desaparecido y poblado por viejos cines convertidos en discotecas, bandas de rock and roll y una energía que podía ser destructiva. La sala Astoria, durante apenas año y medio, fue el epicentro de la diversidad cultural

 

Un enorme luminoso de neón en forma de flecha indicaba su entrada justo al inicio del largo Paseo de Extremadura, el mismo por el que intentaron penetrar las tropas fascistas en 1936. Aún hoy existen cicatrices visibles de todo aquello, como la viga que todavía permanece vencida y rota en el techo del mercado Tirso de Molina, en Puerta del Ángel. Y fue allí también, a los pies del Manzanares, donde se quedaron. La discoteca Astoria estaba situada en el número 9 del Paseo de Extremadura, esquina con Laín Calvo. Fue testigo de una época en la que Madrid estaba llena de cines en el extrarradio y que tanto acompañaron a los jóvenes de los barrios periféricos. El Astoria era uno de los muchos e históricos cines que tuvo el Paseo de Extremadura: Albarrán, Lisboa, Chiki, Extremadura, todos ellos desaparecidos hace décadas, igual que otros muchos del extrarradio. Muchos chavales de lo que entonces eran las afueras de la capital vieron entre sus paredes clásicos como 2001: Una odisea en el espacio.

Punks en 1983 paseando por la zona del Palacio Real en Madrid. Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Punks en 1983 paseando por la zona del Palacio Real en Madrid. Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Skins y punks en 1983 en Tirso de Molina, Madrid. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Skins y punks en 1983 en Tirso de Molina, Madrid. Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

«LA CIUDAD DE LOS CINES, DE LOS TEATROS Y DE LOS VIDEOCLUBS»

El edificio, antes de reformarse y ser el actual supermercado Día, era igual, al menos en su aspecto exterior, y en la otra punta, en la entrada por Laín Calvo, había una hermosa tahona llamada La Providencia. El Paseo de Extremadura siempre tuvo un significado especial para propios y extraños, castizos de toda la vida o recién llegados. Era la puerta de entrada a Madrid, al menos para gente como un jovencísimo Pedro Aldomóvar, que llegó a la capital desde Extremadura y lo hizo entrando por la A-5, donde se dio de bruces con los cines Astoria. Aquel fue su primer recuerdo de «la ciudad de los cines, de los teatros, de los videoclubs».

A finales de 1984, durante poco menos de dos años, Astoria dejó de proyectar películas y se convirtió en uno de los enclaves de La Movida, entonces en pleno declive. Las presiones políticas de los sectores más derechistas, que veían a las subculturas como un problema de orden público, hicieron que el circuito de salas madrileño comenzase a instalarse lejos del centro. Los locales de la subcultura, desde entonces, se extenderían no solo al centro sino a su periferia. Aunque casi siempre fue así. El Rockola estaba por la Avenida de América, muy cerca de donde estuvo décadas antes otro local emblemático del exceso, el Nikas de Nicholas Ray, en el que actuaron los primeros grupos de rock madrileños como Los Pekenikes. Allí, un alcoholizado Ray descubrió a una adolescente, casi una niña, Mari Trini, a la que apoyó y llevó a Londres.

La calle Laín Calvo a finales de los años cincuenta. Al fondo puede distinguirse la tahona La Providencia y, junto a esta, el edificio del Astoria, entonces un cine. Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

La calle Laín Calvo a finales de los años cincuenta. Al fondo puede distinguirse la tahona La Providencia y, junto a esta, el edificio del Astoria, entonces un cine. Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

RABIOSA HETERODOXIA

Muchos otros cines, como el cercano Lisboa, también vivieron su conversión en sala nocturna. Sin embargo, al Lisboa se le recuerda con cariño en su etapa como cine pero no como discoteca. El ambiente, al parecer, era pésimo, lo mismo que su exigua programación. En el Astoria, el 1 de marzo de 1985, apenas diez días antes de la triste y famosa muerte de un rocker en un choque con mods en las inmediaciones del Rockola, que puso punto y final a un movimiento social y cultural iniciado hacía unos cinco o seis años, actuaron The Durutti Column, que fueron teloneados por ¡Ketama! A la semana siguiente actuó Loquillo y sus Trogloditas (esa misma noche, en Fuenlabrada, tocaban The Vibrators). Curiosamente, su cantante y guitarrista Reilly regresó a nuestro país apenas dos meses más tarde para la «Semana de Córdoba»que se desarrolló del 22 al 30 de junio de 1985 e incluyó actuaciones musicales, arte, gastronomía y la entrega de manos de Julio Anguita, entonces alcalde de la ciudad, de una guitarra fabricada por Juan Montero, uno de los luthiers más prestigiosos, al eufórico miembro de la banda

En junio fue el turno para Jonathan Richmann con The Modern Lovers, que actuaron dos noches consecutivas: «En sus dos conciertos de la sala Astoria de Madrid, los que así respiran nos han dejado sin saber si lo suyo es música primitiva o son simplemente antiguos», afirmaba poco después la revista comunista Mundo Obrero, que se quejó de la organización: «Comienzo de la actuación con suficiente retraso para llenar la sala con los últimos rezagados, en estos casos concretos alrededor de una hora; palo irreversible al bolsillo con las consumiciones tras pagar setecientas de entrada: cuatrocientas por cubeta garrafero y doscientas por refresco sin bautizar dejados caer por inquisitivos camareros sobre la barra y tu camiseta; largo paseo nocturno obligado al pasar mucho los taxistas de atender indicaciones de jóvenes en las inmediaciones de conciertos a partir de grupos de a dos, incluidos estos..., y otras cosas por el estilo que hacen nuestra vida excitante y plena de momentos irrepetibles».

The Durutti Column y Ketama en el Astoria (1 de marzo de 1985)

The Durutti Column y Ketama en el Astoria (1 de marzo de 1985)

El programador de la sala era Michel Messina, que trabajaba en la tienda de discos Shock y, por entonces, dirigía ya su propia agencia, Talent, representando a artistas como Los Ronaldos o La Frontera, entre otros. En diciembre de 1984 se emitió desde la sala un programa en directo para La Edad de Oro con la actuación de Paul Collins Beat o entrevistas a Glutamato Ye-Ye.

La programación era frenética. A los ya citados siguieron enormes bandas como los The Fleshtones o Johnny Thunders, que actuó con varios New York Dolls en noviembre y que aprovechó para actuar en La Edad de Oro vestido con traje de torero. Fiel a su estilo excesivo y alucinado, durante el show «se quejó con palabrotas de los técnicos de sonido y de iluminación, y retó a un asistente anónimo que le había lanzado un vaso lleno cuando Thunders, agarrado a una guitarra acústica, insistía en imitar la forma de tocar y de actuar de Bob Dylan», según El País en una crónica del periodista Santiago Alcanda.

Loquillo y los Trogloditas en el Astoria (8 de marzo de 1985)

Loquillo y los Trogloditas en el Astoria (8 de marzo de 1985)

MÁS ALLÁ DEL RÍO

«Su cierre marcó el final de una época, la de un Madrid rabiosamente heterodoxo y sorprendente que se desparramaba más allá del río»

Un repaso por las bandas que acogió el Astoria es como un reflejo de aquellos años: La Mode, Nick Lowe, Siniestro Total, Mar Otra Vez (que presentaron en sociedad la revista Rock Espezial) y Los Negativos. o John Lydon, al frente de PiL, que actuó «vestido con aires de payaso: chaqueta y blusa de la talla de Romay y el pelo embutido por un capricho de coral», describió el ABC.

El Astoria fue montado por Lorenzo Rodríguez, veterano empresario de la noche que antes había sido director artístico tanto del Rockola como del Marquee. Para la nueva aventura se llevó a su equipo, José María Fernández (alias Pepo), Magín Fernández y Enrique Calabria. Duró apenas año y medio. En 1986 cerró como discoteca. Las razones: el ruido y la muchedumbre que se congregaba cada noche a las puertas del local, un universo difuso de nueva oleros, after punks y rockers. Los propietarios, ajenos al empuje de una nueva juventud, querían cosas más suaves. Los vecinos tampoco lo veían con buenos ojos, asustados por las decenas de pandillas que venían cada noche. Su cierre marcó el final de una época, la de un Madrid rabiosamente heterodoxo y sorprendente que se desparramaba más allá del río.  

Johnny Thunders, aprovechando su show en el Astoria, actuó en La Edad de Oro:

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