El día en que el Pentágono levitó y perdió su poder

Entre las diferentes acciones destinadas a acabar con la guerra de Vietnam, destaca la que pusieron en marcha en octubre de 1967 un grupo de hippies, yippies, poetas, escritores y músicos: hacer levitar el Pentágono para despojar al edificio de su poder destructor.

El sábado 21 de octubre de 1967, decenas de miles de jóvenes se concentraron en Washington para protestar contra la intervención estadounidense en la guerra de Vietnam. La manifestación, que ponía fin a una semana de protestas en diferentes lugares del país, había sido organizada por la Movilización Nacional Contra la Guerra de Vietnam, comité heterogéneo formado por colectivos de derechos civiles, feministas, religiosos, simpatizantes con la izquierda, universitarios, nativos americanos y un grupo de reciente formación denominado Youth International Party. Además, la manifestación contaba con el apoyo de activistas e intelectuales como Timothy Leary, Allen Ginsberg, el doctor Benjamin Spock o Norman Mailer, que sería detenido posteriormente y contaría su experiencia sobre lo sucedido ese día en su libro Los ejércitos de la noche.

PENTÁGONO12.jpg

En un primer momento, la manifestación se propuso tomar el Capitolio, pero parte de los organizadores, entre los que se encontraba Jack Rubin, consideró que eso podía enviar un mensaje equivocado sobre sus intenciones y poner en su contra a parte de la ciudadanía, que podría considerar que se oponían al sistema democrático estadounidense. Por tanto y después de debatirlo, se decidió marchar hacia el Pentágono por ser ese edificio el símbolo del poder militar del país. Una vez allí cada grupo desarrollaría su propia protesta: unos intentarían entrar en el recinto para paralizar la administración de guerra, otros harían una sentada, y otros lo rodearían con una larga cadena humana, antes de comenzar un exorcismo que, en último término, haría levitar al edificio

PENTÁGONO7.jpg

«El mundo observará mañana lo que suceda aquí», afirmaba el editorial del Washington Post sobre la expectación que había levantado la manifestación. Un interés que, en buena parte, había sido creado por los mismos que proponían hacer levitar el Pentágono y que, desde hacía días, ya habían llamado la atención de los medios y las autoridades

Para prepararlo todo a conciencia, Abbie Hoffmann y el artista Martin Carey se habían desplazado al lugar previamente y habían medido, caminando alrededor del Pentágono, las dimensiones del edificio. Su intención era calcular cuántas personas se necesitaban para rodearlo. De este modo averiguaron dos cosas: que el numero necesario era alrededor de 1200 y que, según les informaron los militares encargados de la seguridad del complejo, está prohibido medir el edificio.

PENTÁGONO6.jpg

Tras ser detenidos, los dos jóvenes fueron llevados ante una autoridad superior a la que explicaron sus intenciones: «Todo el mundo sabe que una figura de cinco lados es malvada. La única forma de exorcizar el edificio es con un círculo». Por eso, explicaban, querían hacer levitar el edificio unos cien metros sobre el suelo para, a continuación, hacerlo girar en círculo para que expulsase todos los demonios. La autoridad los escuchó y, antes de dejarlos libres, les dijo que no podía autorizarles levantar el edificio cien metros. Tan solo podían hacerlo levitar uno. 

Enterados de la ocurrencia, la revista Time les enmendaría la plana a esos jóvenes unos días después al afirmar «en realidad y como era de esperar, los hippies están equivocados. La mayoría de las religiones, incluido el judaísmo, el misticismo cristiano y las sectas orientales ocultas, encuentran que el Pentágono es una estructura que connota buena suerte, alta posición y piedad». Si lo que se buscaba era que las autoridades fueran parte del absurdo de la propuesta y los medios lo repitieran, misión cumplida.

Esquema manuscrito por Ed Sanders, miembro de The Fugs, con los pasos a seguir en el exorcismo del Pentágono.

Esquema manuscrito por Ed Sanders, miembro de The Fugs, con los pasos a seguir en el exorcismo del Pentágono.

Magia y violencia

Según recordaba el periodista del New York Times Leslie H. Gelb, «nadie en el edificio tenía demasiada simpatía, si es que había alguna, por los manifestantes, especialmente por los que ondeaban banderas del Viet Cong. Una cosa era estar en contra de la guerra y otra ondear esas banderas». Todos esos símbolos, sumados a las casi 100.000 personas que se acercaron al lugar generaron una especial tensión entre los miembros del ejército allí desplegados, los cuales habían sido entrenados previamente a conciencia para repeler cualquier posible enfrentamiento con los manifestantes.

PENTÁGONO9.jpg

Según recordó Sherwood Rudin, uno de los jóvenes militares allí desplegados, «para el “entrenamiento antidisturbios” previo al evento, mi unidad fue transportada en camión a un campamento en Virginia. Estaba cercado con alambre y vigilado por centinelas. Estábamos de pie, en un claro lleno de rastrojos, piedras y tierra seca como si fuéramos una falange romana. A través de un megáfono de color verde oliva, el sargento de instrucción gritó sus órdenes: “Avance, avance. No camine hacia adelante con la izquierda. Pisa fuerte con ese pie". Los soldados de la primera fila avanzaron con rifles en ángulo hacia adelante y bayonetas apuntando amenazadoramente. Los demás avanzamos con los rifles pegados al cuerpo. Practicamos empujando contra cuerpos imaginarios. El sargento de instrucción nos dijo que usáramos la bayoneta y que fuéramos primero por las manos y luego por el vientre si la gente se resistía. Había un tipo de persona a la que no debíamos apuntar al estómago: las mujeres embarazadas. Para ellas se determinó una maniobra especial: un golpe rápido en la cabeza con la culata del rifle. Practicamos ese movimiento una y otra vez en el calor de la tarde hasta que también se volvió automático. Cuando nos pidieran que defendiéramos al Pentágono de una amenaza externa, estaríamos preparados. Preparados para atacar a los jóvenes estadounidenses con los tacones de las botas, las porras, las bayonetas y las culatas de los rifles».

Al final todo ese entrenamiento no fue en vano. Cuando un grupo de manifestantes intentó entrar en el edificio, los soldados reprimieron con gran violencia, provocando heridos de diferente consideración y cobrándose varios detenidos.

PENTÁGONO10.jpg

Mientras eso sucedía, otro grupo del que formaban parte Allen Ginsberg, Gary Snyder, Timothy Leary, Jerry Rubin y Abbie Hoffman comenzaron con el ritual para hacer levitar el Pentágono, pronunciando un mantra a través del sistema de sonido montado en un camión, que fue recogido por Norman Mailer de la siguiente manera:

«Nosotros, Hombres Libres, de todos los colores del espectro, en el nombre de Dios, Ra, Jehová, Anubis, Osiris, Tlaloc, Quetzalcoatl, Thoth, Ptah, Allah, Krishna, Chango, Chimeke, Chukwu, Olisa-Bulu-Uwa, Imales, Orisasu, Odudua, Kali, Shiva-Shakra, Gran Espíritu, Dionisio, Yahvé, Thor, Baco, Isis, Jesucristo, Maitreya, Buda, Rama exorcizan y arrojan fuera el MAL que ha amurallado y capturado el pentáculo del poder y pervertido su uso a la necesidad de la máquina total y su hijo, la bomba de hidrógeno, y ha hecho sufrir a la gente del planeta tierra, el pueblo estadounidense y las criaturas de las montañas, bosques, arroyos y océanos, torturas mentales y físicas graves y el tormento constante de la inminente amenaza de destrucción total».

En paralelo al rito de exorcismo, la banda de rock The Fugs inició una plegaria al grito de «¡Demonios, fuera!» y el pintor Michael Bowen repartió casi cien kilos de flores entre los asistentes, algunos de los cuales comenzaron a introducirlos en los cañones de los fusiles de los soldados.

PENTÁGONO8.jpg

La manifestación del Pentágono fue todo un éxito. Todos los medios del mundo estuvieron pendientes del evento, pusieron el foco sobre el problema de Vietnam y, cómo no, algunos también aprovecharon para hacer mofa sobre el hecho de que el edificio no se había levantado ni un milímetro del suelo. Algo con lo que Allen Ginsberg no estaba de acuerdo. «La levitación del Pentágono fue un acontecimiento que desmitificó la autoridad de los militares. El Pentágono fue hecho levitar simbólicamente en la mente de la gente, en el sentido de que perdió su autoridad, que hasta entonces no había sido cuestionada. Pero una vez que esa idea circuló en el ambiente y después de que ese joven colocó su flor en el cañón de ese otro joven semejante a él pero tenso y nervioso, la autoridad del Pentágono se disolvió psicológicamente».

PENTÁGONO1.jpg