El final de la anarquía
/La huelga de mineros, que se iría recrudeciendo día tras día, había comenzado el 12 de marzo de 1984, el profético año orweliano que anunciaba el triunfo final del totalitarismo que Thatcher, no obstante, convertía en realidad poco a poco. El gobierno había anunciado el despido de veinte mil obreros. La National Union of Miners llamó a la movilización total, algo que fue secundado en diversas partes del Reino Unido.
Muchos artistas y activistas idearon formas de solidaridad con los mineros. Crass, que vivía una nueva generación de punks y anarquistas que clamaban por la acción violenta, seencontraban en un momento de mil y un debates internos. La banda ya era muy famosa y sus shows se llenaban, lo que suponía que debían buscar locales con mayor capacidad. Las entradas, entonces, debían subir de precio. Las contradicciones, posiblemente inevitables, iban y venían. Representaban a muchos anarcopunks, lo que desataba tensiones y una presión que siempre habían evitado. Se acercaban peligrosamente a la ideología y el control, a un liderazgo que rechazaban. Estaban exhaustos. Habían resistido la persecución policial y las críticas que les llegaron desde el mismo Parlamento, que los consideraba una peligrosa organización conspiradora. Crass, a pesar de encontrarse en su mejor momento musical, se venía abajo: sus shows eran acontecimientos políticos, pero la banda se sentía incapaz de detener la ola conservadora. En julio ofrecerían su última gira que terminaría el 11 de julio en Aberdare, Gales, en beneficio de los mineros. No fue un final anunciado. Al terminar la gira, Andy Palmer anunció que dejaba la banda. Las bajas se sucedieron. Dial House, la comuna en la que vivían, sufría las fricciones y la soledad. Era el final de Crass, de la que fuese la banda emblema de la anarquía en el Reino Unido.
Aquí los tenemos en una rareza, una entrevista (posiblemente la última) filmada en la mesa de comer en la comuna de Dial House en 1984.