El «imperio chino» en España comenzó con Manolita Chen


Manolita Chen fue «la reina del cabaret de los pobres» hasta que una trans andaluza, una de las primeras en nuestro país, le usurpó la identidad

Llegó un momento en que no se sabía quién era quién. Se confundían, el público no sabía quién estaba tras el maquillaje y las estridencias, los shows espectaculares para la época, la leyenda de malditismo. Una trans le había usurpado su nombre y fama. Dos Manolitas.

La «china» Manolita Chen, en realidad había nacido en Vallecas de padres que habían sido desertores del arado y habían puesto la vista en el industrialismo incipiente y el crecimiento de la urbe capitalina. Allí, en principio, uno podía prosperar en tiempos en que el campo era escasez y estrechez. Fue su madre quien la introdujo en la música y, ya en Madrid, fue una más entre las bailarinas del Teatro Circo Price de Madrid, conocidas como Las Charivaris, a medio camino entre el baile y el espectáculo de variedades y que fueron descritas como «periódicos vivientes» por su creador, el empresario Carcellé. Manolita era corista. Pero su vida dio un cambio cuando conoció a Chen Tse-Ping, castellanizado como «Chepín» y bautizado como Jesús, que ya estaba nacionalizado español. Ya conocía las artes del oficio. En Alemania trabajó junto a lanzadores de cuchillo chinos que huían de la guerra civil china desatada entre nacionalistas y comunistas. Su por entonces pequeña compañía estaba formada por refugiados chinos.

Cartel del Teatro Chino de Manolita Chen

Cartel del Teatro Chino de Manolita Chen

Anuncio en prensa del circo de Manolita Chen (Diario de Burgos, 1971)

Anuncio en prensa del circo de Manolita Chen (Diario de Burgos, 1971)

Retrato firmado de Manolita Chen

Retrato firmado de Manolita Chen

La furgoneta del Teatro Chino con la troupe de Manolita Chen

La furgoneta del Teatro Chino con la troupe de Manolita Chen

«¡Piernas, mujeres y cómicos para todos ustedes, simpático público!»

El Price le dio experiencia, pero la pareja era ambiciosa. Dejaron el teatro para fundar su propia empresa donde se jugaba con la ambigüedad y el exotismo. Manolita, la vecina vallecana, era la china. Su circo se hizo famoso en la década de los cincuenta con el nombre de Teatro-Circo Chino Chekiang, por donde pasaron las mejores figuras de la nueva generación de trapecistas, malabaristas, acróbatas, ilusionistas y humoristas. Sus números eran trepidantes y arriesgados. Había lanzadores de cuchillo o artistas que se colgaban del pelo sin inmutarse. Había cierto destape y también cierta «locura». Entre bambalinas, al calor de un público que cada vez era mayor, consiguió ser tolerado por la censura franquista que perseguía el destape a pesar de que el reclamo era explícito: «¡Piernas, mujeres y cómicos para todos ustedes, simpático público!». El delirio del género sicalíptico. Y además, con una fuerte dosis de erotismo que incluía algunos números interpretados por dos mujeres. Se habló de lesbianismo. Los franquistas aparentemente se espantaron, pero no lo cerraron. Asistían a sus funciones, que terminaban de madrugada, y aplaudían. Pero fue precisamente aquel destape y androginia de alguno de sus personajes, incluida la propia vedete Manolita Chen, lo que acabó con su show.

La auténtica y sicalíptica Manolita Chen

La auténtica y sicalíptica Manolita Chen


La trans que usurpó la identidad a Manolita Chen

Manuel Saborido Muñóz quiso ser Manolita, y lo logró. Era Manolito, pero nada tenía que ver con China, sino con Cádiz, donde había trabajado como artista de variedades travestido. Si Manolita Chen, la auténtica, era una persona respetada por empresarios y autoridades, la «otra» Manolita se rodeó de mala vida. Fue detenida por tráfico de drogas. La Guardia Civil, como publicó la prensa en su momento, sospechaba que su casa de Arcos de la Frontera era un lugar habitual de trapicheo. En su casa acogía, además, a niños con problemas físicos y mentales. Fue una de las primeras trans españolas. Tras someterse a una operación quirúrgica de cambio de sexo, logró ser madre, confesó tras una intensa lucha judicial para poder asumir la custodia de una niña con síndrome de Down, que había sido abandonada por su madre.

La falsa Manolita Chen en un debate televisivo sobre adopción

La falsa Manolita Chen en un debate televisivo sobre adopción

Las revistas y periódicos de variedades y que cubrían la noche española, fomentaron la duda sobre si Manolita era Manolito, si tras el maquillaje había un hombre. Manolita Chen no lo desmentía. El espectáculo exigía ese misterio, alimentarlo. El Manolito andaluz aprovechó aquella brecha. De alguna forma fue uno de los primeros artistas que se hizo pasar por un alter ego de otro no extranjero sino español. Rápidamente, con el respaldo económico de la competencia, montó un espectáculo que triunfó e incluso superó a la verdadera Manolita, que por entonces estaba pasando una mala época. Había perdido parte del oído por culpa de un tumor. Además, tenía media cara paralizada. Hubo amenazas y pleitos, pero la empresa familiar de los Chen se había levantado improvisando. Nadie había registrado nombre alguno. En 1986, con una España muy cambiada, el Teatro-Circo Chino cerró sus puertas.

Manolita Chen murió en enero de 2017 en una residencia de ancianos de Sevilla. La conocían como Manuela. El Mundo, en la noticia de su fallecimiento, la describió como «la reina del cabaret de los pobres».