El regreso de Roman Polanski al 10050 de Cielo Drive
/Una semana después de los asesinatos de la familia Manson, Roman Polanski regresó a la casa en la que vivía con Sharon Tate para hacer un perturbador reportaje que fue publicado en la revista Life.
El 16 de agosto de 1969, Roman Polanski regresó al 10050 de Cielo Drive, la casa en la que, unos días antes, había sido asesinada su esposa Sharon Tate junto a cuatro personas más. El realizador no iba solo. Le acompañaban el periodista de Life Thomas Thompson, el fotógrafo de la publicación, Julian Wasser, y Peter Hurkos, un vidente contratado por amigos de Jay Sesbring, una de las víctimas.
Apenas transcurrida una semana desde el 8 de agosto, fecha de los crímenes, la casa permanecía prácticamente igual que ese día. En el jardín de la vivienda aún estaba la manta con la que se había cubierto el cuerpo de Abigail Folger, en la puerta de entrada aún podía verse la palabra «pig» escrita con sangre y, en el interior, los muebles seguían volcados, las pertenencias del matrimonio revueltas y la moqueta teñida de sangre.
Las investigaciones de la policía de Los Ángeles habían sido tan decepcionantes y erráticas que, en esas fechas, todavía no se tenía ninguna pista sobre los autores del hecho y ni siquiera se habían encontrado las armas con las que se cometieron los asesinatos, las cuales fueron encontradas posteriormente por un equipo de televisión de la ABC y un niño vecino de la zona.
Para intentar arrojar algo de luz a la investigación, Hurkos empezó a recorrer la casa con objeto de captar vibraciones de lo sucedido. Después de un rato afirmó que el asesinato había sido cometido por tres hombres amigos de Tate. Según el vidente, todo había sucedido después de que consumieran LSD y mientras realizaban un ritual de magia negra llamado «goona goona». Solo acertó lo del LSD.
Mientras tanto, Polanski recorría la casa acompañado de Wasser y Thompson que, en su texto para el reportaje de Life, repasó la dura vida de Polanski, desde su infancia en el ghetto de Cracovia, a la deportación de su madre a Auschwitz, sin olvidar el día en que su padre le ayudó a saltar la valla que limitaba el barrio judío y le dijo que corriera y se ocultase de los alemanes hasta que acabase la guerra. El periodista contraponía esa duras vivencias a la vida muelle de Sharon Tate como hija de un militar estadounidense y, finalmente, contaba cómo el realizador y la actriz se habían conocido, se habían casado, cómo frecuentaban a personalidades como The Beatles, The Rolling Stones, el star system de Hollywood y cómo habían decidido tener un hijo, que hubiera nacido un mes después de la muerte de Tate. «Anunció la noticia como si hubiera inventado la maternidad», habría comentado un amigo de la pareja al Thomson, que también incluía en el texto algunas de las reacciones de Polanski al visitar el lugar: «Sharon debió haber estado durmiendo esa noche. Mira las almohadas, ella siempre las ponía así cuando yo no estaba. Abrazaba las almohadas en lugar de a mí», decía el realizador.
Polanski, que evidentemente estaba muy impactado por la situación, intentaba encontrar una respuesta a semejante masacre e incluso quiso reconstruir cómo habían sido los hechos. Dónde había sido sorprendida Sharon, dónde recibió el primer golpe, la primera puñalada… Una situación que incomodó a Julian Wasser que, en 2014, declararía al diario The Guardian, «pasé con Roman por todas las habitaciones, vimos todas las pertenencias, todas las fotografías, y le retraté mirándolo todo. Cuando entró en la habitación del bebé, abrió un cajón. Estaba lleno de hermosas fotografías de Sharon y empezó a llorar: realmente le golpeó la pérdida. Me sentí fatal, como, Dios mío, ¿por qué estaba allí? Qué invasión de la privacidad. Pero eso es ser un profesional. Te sientes terrible, pero aún disparas. Eres un periodista, un observador, no eres un participante, no puedes ser el amigo de alguien».
Posteriormente, Wasser se mudaría a París, ciudad de residencia de Polanski, con el que ha seguido cruzándose en diferentes ocasiones desde ese día de 1969. «Veo a Polanski por ahí, pero no le hablo. No quiero recordarle cómo me conoce. Con suerte, ha olvidado todo eso», comentaba Wasser a The Guardian, con más ingenuidad y deseo, que convencimiento de que alguien pueda olvidar una tragedia semejante.