Emigrantes Invisibles: los españoles que buscaron fortuna en Estados Unidol
/Durante décadas, los españoles emigraron a Estados Unidos para buscar una vida mejor. La exposición Emigrantes Invisibles reconstruye su historia a través de fotografías familiares, objetos personales y testimonios de los protagonistas y sus descendientes.
Después de la suspensión derivada de la COVID-19, la exposición Emigrantes invisibles ha vuelto a abrir sus puertas en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid, donde permanecerá hasta el 29 de noviembre. Comisariada por Luis Argeo y James D. Fernández, la muestra es el resultado de una década de trabajo dedicada a preservar y divulgar la historia de los emigrantes españoles en Estados Unidos, un capítulo histórico casi desconocido y a punto de desaparecer por la edad de muchos de sus protagonistas o sus descendientes. Durante años, Argeo y Fernández han recorrido Estados Unidos de costa a costa buscando descendientes de emigrantes españoles para que compartan sus recuerdos a través de sus testimonios y la cesión de sus fotografías familiares para que sean digitalizadas. Toda esa investigación ha dado lugar a documentales, una página web del proyecto y a la actual exposición, en la que ha participado la Fundación Consejo España-EE.UU., organizadora y principal patrocinadora de la muestra.
Aprovechando la reapertura de Emigrantes invisibles, Luis Argeo ha hablado con Agente Provocador sobre este interesante y desconocido capítulo de la historia española reciente.
AGENTE PROVOCADOR: La inmigración española en Estados Unidos no es demasiado conocida, al menos en comparación con la de otros países, especialmente los de Iberoamérica, ¿por qué?
LUIS ARGEO: Esta pregunta serviría para organizar un simposio, tres tesis doctorales y hasta una serie de dos temporadas para la televisión. Siendo muy escueto, diría que hay una razón obvia: porque fueron menos en número quienes se dirigieron a los Estados Unidos y no a Argentina o Cuba. Además, allí los emigrantes españoles constituyeron una cifra insignificante al lado de las oleadas de irlandeses, polacos, alemanes, italianos que arribaban desde Europa en los mismos años. Pero diría que también hay razones no cuantificadas, y la principal es, en mi opinión, que en España no se ha querido usar como vínculo cultural, histórico y social con los Estados Unidos –ni con ningún país americano– la desagradable huida involuntaria de jóvenes emigrantes, teniendo a mano otras historias triunfalistas con frailes fundando misiones en California o conquistadores descubriendo la costa de Florida para el Imperio Español. Hablar de emigración económica incomodaba y sigue incomodando a las élites del país.
En Manhattan los emigrantes españoles llegaron a contar con una «Pequeña España» en torno a la calle 14 Oeste, al igual que Chinatown o Little Italy.
AP: ¿Cuántos inmigrantes españoles se calcula que emigraron a Estados Unidos entre 1869 y 1945, el periodo que abarca la exposición? Los materiales que se exhiben proceden de 45 familias. ¿Fue un número tan bajo?
LA: Nosotros hemos puesto ese marco temporal a la exposición para centrarnos en los que cruzaron el océano en pleno cambio de fuerzas, durante el fin del imperio español y el surgimiento de EEUU como nueva potencia mundial. Antes de esas fechas ya había, por ejemplo, colonos canarios en la Luisiana española del siglo XVIII, los llamados isleños. Solemos decir que el número de españoles que hicieron las Américas –de norte a sur– en las cinco décadas que van de 1880 a 1930 es llamativamente superior –hay estudios que hablan de cuatro millones– al número de cuantos hicieron el mismo viaje durante los cuatro siglos anteriores, es decir, desde que Colón descubre el Nuevo Mundo hasta 1880. Repito, a toda América. Si miramos únicamente a los Estados Unidos, podríamos hablar solamente de decenas de miles de españoles llegando a sus costas a finales del siglo XIX. A mediados de los años 30 había entre 25 y 30 mil españoles viviendo en Nueva York. No es fácil cuantificar una cifra exacta. A partir de 1921, con la nueva ley de cuotas con la que se empezaría a regular la entrada de extranjeros, caería drásticamente la entrada de españoles.
AP: ¿Hubo alguna zona que recibiera más emigrantes españoles que otras?
LA: Nueva York, por ser puerto de entrada y principal metrópoli del país, sin duda fue la ciudad que más recibió. Pero también destacó Tampa, en Florida, como capital mundial del tabaco gracias a la labor de los tabaqueros de origen español que saltaban desde Cuba con el oficio aprendido. A las plantaciones de azúcar de las islas Hawái viajarían alrededor de ocho mil españoles entre 1907 y 1913. Y el cinturón industrial –rust belt– del medio oeste estaba sembrado de plantas metalúrgicas en los que destacaban como mano de obra cualificada los asturianos porque soportaban muy bien el calor de los hornos y las minas. Hubo cántabros en las canteras de granito de Maine y Vermont; vascos pastoreando ovejas en Nevada, Idaho, Montana y valencianos construyendo carreteras en Connecticut. Visto así, su patria y su destino sin duda quedaba marcado por el trabajo que sabían hacer.
El triste resultado de la Guerra Civil española supuso para la mayoría la desilusión definitiva que disolvió cualquier sueño de retornar a casa.
AP: ¿Variaron las razones de que llevaban a los españoles a emigrar a lo largo de 1869 a 1945, el tiempo que abarca la exposición?
LA: Como decía antes, esas fechas delimitan principalmente dos momentos claves: el comienzo del fin del imperio con la pérdida de las últimas colonias de ultramar y el final de la II Guerra Mundial, en la que ya participaban hijos de emigrantes en su proceso de asimilación. Tras esa fecha se aprecia la disolución de los enclaves y la nueva invisibilización de la colectividad. En medio, diversas hambrunas, crisis agrarias, injusticias sociales y búsqueda de oportunidades harían que muchos emigrantes salieran de España a la aventura o llamados por familiares y vecinos que ya se habían instalado en algún enclave algunos años antes.
Hemos escuchado historias de racismo y de discriminación –el acento al hablar inglés jugaba en su contra–, y hemos escuchado historias de integración ejemplar.
AP: ¿Toda la emigración hacia Estados Unidos se realizó desde España o también hubo emigración desde Cuba, que fue colonia española hasta 1898?
LA: Desde Cuba saltó un importante número de emigrantes, antes y después de que España perdiera la isla. Principalmente se asentaron en Cayo Hueso y posteriormente en Tampa. La ciudad de Yboy City, considerada hoy un barrio de Tampa, fue fundada en 1885 por el empresario valenciano Vicente Martínez Ybor, que pugnaba con sus compatriotas del cantábrico, Ignacio Haya y Serafín Sánchez, por fabricar el primer cigarro clear Havana en la nueva ciudad. Ganaría la carrera Sánchez, Haya Cigar Co. por apenas un día. Al final de su primer año esa fábrica ya producía 500.000 cigarros al mes.
AP: ¿Cómo fueron acogidos los emigrantes españoles en el país?
LA: Los testimonios de los descendientes son diversos, aunque hay que tener en cuenta que a veces su memoria sufre deterioros que, en ocasiones, la disimulan con capas de maquillaje. Hemos escuchado historias de racismo y de discriminación –el acento al hablar inglés jugaba en su contra–, y hemos escuchado historias de integración ejemplar. Nosotros nos hemos centrado en los campesinos y obreros que trabajaron en el sector primario y en la industria, y que conformaban colonias en las que ellos mismos se sostenían con sus comercios, sus fondas y pensiones.
AP: ¿Establecieron los españoles comunidades tan sólidas o notorias como los irlandeses, los italianos, los puertorriqueños o los judíos que huían de los progromos rusos o del Tercer Reich?
LA: Igual de solidas pero menos numerosas. En Manhattan llegaron a contar con una «Pequeña España» en torno a la calle 14 Oeste, al igual que se hablaba de Chinatown o Little Italy. En lugares tan remotos como Clarksburg, Virginia Occidental, podía encontrarse una delegación consular para atender a los obreros de todas las company towns, las ciudades fabriles de mayoría española, establecidas en los valles de alrededor.
Cuando el púgil campeón Paulino Uzcudun peleó en Nueva York en 1929, hizo una gira por enclaves de Nueva Jersey y Vermont para saludar a compatriotas admiradores del boxeador y el primer árbitro estadounidense en participar en un partido de fútbol internacional fue Prudencio García, nacido en Asturias. Desde la banda, banderín en mano, vio perder a España contra Suecia en el Mundial de Brasil 50. Hay otras gestas y muchas evidencias de que los emigrantes españoles dejaron huella en la sociedad de acogida. El problema es que no han salido del ámbito familiar o apenas ocuparon unas líneas en la prensa del momento.
AP: ¿Los españoles mantuvieron sus costumbres en Estados Unidos o se diluyeron en la cultura estadounidense?
LA: En nuestros viajes encontramos verdaderos esfuerzos por mantener vivas algunas costumbres llevadas como principal equipaje: canciones, recetas de cocina, el idioma, juegos populares. Evidentemente, las letras se van olvidando, los platos se hacen con nuevos ingredientes, el idioma se ha quedado congelado en boca de los más ancianos y el mus o la brisca ya no encuentran jugadores que conozcan a la perfección gestos y normas.
AP: Vuestro archivo fotográfico, parte del cual se muestra en la exposición, tiene más de 15.000 imágenes. ¿Ha sido fácil la labor de recopilación de ese material?
LA: Realmente ha sido fácil acceder a casas y ponernos a digitalizar sus álbumes familiares. Yo aún me pregunto cómo hemos sido capaces de invadir hogares con tanta facilidad, siendo totalmente desconocidos en muchísimas ocasiones. En cada enclave hemos dado con algún joven de 70 años muy entusiasta que se prestaba a hacer de anfitrión y cicerone. Ese tipo de personas ha sido clave para que se abrieran las puertas de las casas. Ahora tenemos grandes amigos en Florida, en California, pasando por San Luis, Misuri. Creo que en Florida hemos dado con las fotografías más antiguas, tomadas a finales del siglo XIX. Me viene a la cabeza una de un perro, una mascota. Algo impensable en la misma época por estos lares.
Cuando regresaban a la España franquista de los años sesenta como turistas americanos que visitaban a sus familiares, lo hacían con cámaras y tomavistas para retratar un país que ya les parece exótico.
AP: Las imágenes que se muestran no solo son las realizadas en la época de la emigración, sino también las que los emigrantes llevaron consigo desde sus lugares de origen. ¿Qué diferencia hay entre unos materiales y otros?
LA: Las fotos que se llevaban desde aquí solían servir para no olvidar a padres y hermanos que dejaban atrás, o como simple documento de identificación oficial entre los papeles de viaje. Los semblantes aparecen serios, rígidos. Las fotografías entonces eran una herramienta muy importante al servicio de la comunicación, incluso para exagerar o falsear la realidad. Hemos encontrado muchas fotos de estudio con emigrantes llegados a destino usando ropas prestadas para aparentar mayor éxito del que verdaderamente habían alcanzado. Con el paso del tiempo, cuando ya aprendían a sonreír ante la cámara, era tan importante conseguir un coche como retratarse ante él para mostrar a los parientes de España esa llegada a la casilla de la prosperidad, esa caricia al sueño americano. Cuando regresan a la España franquista de los años sesenta, ya como turistas americanos que visitan a sus familiares, lo hacen con cámaras y tomavistas para retratar un país que ya les parece exótico, tanto como ellos a sus parientes.
AP: ¿La emigración de españoles a Estados Unidos fue una emigración de ida y vuelta o una vez allí se quedaron?
LA: Hubo emigrantes que volvieron, con más o menos dinero; y hubo quienes se quedaron. La mayoría se quedó en Estados Unidos porque el triste resultado de la Guerra Civil española supuso la desilusión definitiva que disolvió cualquier sueño de retornar a casa. A pesar de la distancia, vivieron la guerra activamente. Cuando estalló, se posicionaron políticamente a favor de la república, organizando colectas y enviando ayuda material, ambulancias y hasta milicianos a defender la democracia.
AP: ¿Cuál va a ser la evolución de la exposición? Hay programada una gira por otras ciudades y países pero, ¿hay catálogo? ¿Habrá un ensayo o un estudio sobre el tema? ¿Un documental?
LA: Hay un latálogo, en homenaje a las latas de galletas que han servido en tantas casas para preservar los recuerdos y fotografías de aquellos emigrantes olvidados. A lo largo de los años hemos ido haciendo películas documentales con las que hemos participado en festivales internacionales de cine, hemos publicado un libro fotográfico mediante el crowdfunding, siguiendo las pautas de cooperación y solidaridad que los emigrantes demostraban; hemos dado muchas charlas en asociaciones de vecinos, centros culturales, bibliotecas y universidades a ambos lados del charco. También mantenemos una página en redes sociales que se ha convertido en punto de encuentro de descendientes y familiares de emigrantes. En definitiva, seguimos empeñados en hacer visible esta historia invisible.
EMIGRANTES INVISIBLES. Centro Cultural Conde Duque.
Hasta el 29 de noviembre de 2020
HORARIO: Lunes cerrado. Martes a sábado, de 10.00 a 14.00 h y de 17.30 a 21.00 h. Domingos y festivos de 10.30 a 14.00 h.
Todos los sábados desde el 12 de septiembre hasta el 28 de noviembre 2020 a las 12 horas, los comisarios Luis Argeo y James D. Fernández realizarán una visita guiada a la exposición. La actividad, de 40 minutos aproximadamente y en grupos de 10 personas, es gratuita pero es imprescindible confirmar asistencia.