Entrevista con Milton Bananas: «No quiero que sea una colección de retratos sin más»

SISTEMA DE ENTRETENIMIENTO

Bajo un seudónimo que homenajea a un percusionista brasileño de los años sesenta, el fotógrafo canario pone rostro a la nueva generación del underground madrileño, con una serie de instantáneas que toman el pulso a la actualidad musical y a los nuevos aires que respiran el rock, el punk y la cultura quinqui.


Cuéntanos cómo surgió la idea de este proyecto.

Empecé a tirar fotos hace un par de años. Siempre me había atraído el formato analógico y decidí intentarlo. Existe una gran comunidad hindú en Las Palmas y abundan los bazares. Te sonará aquello de «si vas a Canarias, tráeme un radiocassette», porque antes había un régimen fiscal especial y todo salía más barato. Con el tiempo, aquello fue desapareciendo pero, de vez en cuando, sigues encontrando alguna ganga de las de antaño. Así que fui a una de esas tiendas en busca de alguna cámara de carrete. Y así empecé. Las primeras fotos que publiqué en mi perfil de Instagram están hechas con una compacta de las antiguas con chasis de plástico, una Olympus Trip AF Mini que me costó 40 euros. Aunque soy bastante fan de la arquitectura, el interiorismo y el diseño industrial, enseguida me di cuenta de que lo que de verdad me apetecía era retratar a la gente. Así que me dije, «venga, voy a hacer street photo», pero enseguida me di cuenta de lo complicado que es. Necesitas ser rápido y tener mucha práctica. Y para colmo, soy bastante introvertido, así que…

Supongo que el primer escollo al que te enfrentas es abordar a gente a la que ni siquiera conoces…

Exacto. Pero también a mis propias limitaciones técnicas. Al principio iba sacando fotos tímidamente, pero aquello no acababa de funcionar. Sentía que aquella cámara se me quedaba corta y, como acababa de recibir dinero de una venta, decidí invertir en equipo. Investigué en foros y me decanté por una point and shoot, con un enfoque más ràpido. Vas con un equipo muy ligerito, ideal para hacer fotos de calle: apuntar y disparar. ¡Pam, pam! Total, que me pillé una Konika Hexar AF con una óptica muy luminosa. La encargué por eBay a Japón, me llegó rota y la tuve que devolver. Una movida. Al final busqué algo similar y descubrí que la tenían en una tienda de fotografía y pensé «mejor, me dan garantía y siempre la puedo devolver si llega estropeada». Y con esa cámara empecé a tirar. Hice muchas fotos con ella. Es una maravilla y aún la uso pero lo que pasa es que era una cámara telemétrica y muchas veces ajustar el encuadre me resultaba complicado.

SOFÍA

JUANITO

Entonces, ¿te definirías como un fotógrafo amateur? La verdad es que no se me ocurre un punto de partida mejor para retratar una escena basada en el «hazlo tú mismo».

Digamos que soy el típico que no se lee el manual. Si me funciona algo, continúo. Cuando estudié Imagen y Sonido en Valencia hice algunas prácticas de fotografía, pero no me había vuelto a poner detrás del objetivo desde hacía, por lo menos, veinte años. Lo único que tenía claro era que no quería estar ni cargando con ópticas, ni retocar la imagen en un ordenador. Buscaba sacar el encuadre directamente de cámara y llevar el negativo a revelar, sin más intermediarios que Jorge, el dueño de Aulaga Lab, el laboratorio con el que suelo trabajar.

Hace poco, un amigo fotógrafo me comentó que últimamente los carretes escasean porque se especula bastante. ¿Estamos viviendo un hype del formato analógico similar al del vinilo?

Comparto la sensación de que últimamente mucha gente quiere tirar en analógico, y me suena un poco a aquello de «el medio es el mensaje». Como si por el mero hecho de hacerlo, tus fotos ya fueran buenas o interesantes. Verás, una tarde me fui a La Púa a ver pinchar a un conocido, y me encontré con dos chicos muy jóvenes, uno de ellos parecía uno de los protagonistas de Navajeros. Empezamos a hablar sobre música y acabé pidiéndoles permiso para hacerles una foto. Surgió de una manera muy natural. Más tarde conocí a los Tensö, a los Boston Babies…

Todos ellos forman parte de una escena muy joven con la que, en cierto sentido, cuesta trabajo identificarse desde fuera. Y sin embargo…

Soy mucho mayor que ellos y, encima, cuando me paro a charlar con algunos, ¡van y me hablan de La Banda Trapera del Río y de Eddie & The Hot Roads! De repente, me encuentro con una banda que se inspira en Dr Feelgood con pintas completamente glam; chavales que hacen punk, pero visten camisetas que antes solo llevaba gente asociada a subculturas totalmente opuestas. Lo que más me motiva de todo esto es que ahora mismo en Madrid coexisten escenas muy diferentes que cada vez están más mezcladas. Y todo eso, además, tamizado por las cuestiones de género, con una concepción de la sexualidad completamente diferente. Forman parte de un movimiento absolutamente transversal y, sobre todo, nada excluyente, que no solo valora la estética, sino también el bagaje de cada persona y lo que pueden llegar a ofrecer. Y eso es algo muy a tener en cuenta en una sociedad como la que vivimos, que fomenta el culto a la juventud a lo bestia y donde parece que a determinada edad dejas de existir para todo.

BOSTON BABIES

LA PROFECÍA

«Puede que sea cierto lo que dices sobre mis fotos, que sean una prolongación de lo que yo mismo he vivido, y supongo que en cierto modo me siento reflejado también»

¿Y qué papel crees que juega la nostalgia en todo esto?

A primera vista, choca mucho que chavales de apenas veinte años les apasione una música que no les es contemporánea, porque presupones que deberían de estar escuchando drill, trap o reguetón. Pero si te paras a pensarlo, ese razonamiento es una tontería. A su edad yo escuchaba rockabilly en Las Palmas, vivía en con mis padres en una casa en el campo y los fines de semana tenía que coger la guagua para bajar a la ciudad y pasarme por el Escándalo para poder escuchar a los Stray Cats, que eran un refrito para la época de Johnny Burnette, Eddie Cochran o Gene Vincent. Así que, del mismo modo que nunca me atrevería a sentenciar que el trap es una mierda, porque no lo conozco y no lo consumo, soy consciente de que es la música de una generación determinada. Y seguramente, dentro de treinta años el público asistirá a un concierto de Bad Bunny igual que ahora los nostálgicos de los ochenta buscan sus espacios.

Por eso resulta tan evocadora la representación en formato analógico de una generación eminentemente digital. Es como si, a través de tus fotos, crearas un vínculo con el pasado sin necesidad de recrearlo, ciñéndote al presente.

Yo solo me he decantado por una línea de fotográfica acorde con mi manera de vivir la subcultura y la música que me ha tocado. Con diecisiete años escuchaba a Robert Gordon, pero tampoco le hacía ascos a los Pixies o a los Smiths. Sin embargo, mi acceso a aquella música era muy diferente a esta era del streaming. Compraba a través de la revista Discoplay y las pocas tiendas de discos que había en Las Palmas, buscaba fanzines de mi rollo… hasta conseguir unos creepers era un reto en aquella época. Pero todo eso cambió con la irrupción de internet. Ahora mismo el acceso a la música es muy diferente y la manera en que te relacionas con ella también. La brecha generacional es mucho más abrupta. Hay cosas que yo soy incapaz de pillar. Puede que sea cierto lo que dices sobre mis fotos, que sean una prolongación de lo que yo mismo he vivido, y supongo que en cierto modo me siento reflejado también. En el fondo, tiene que ver con esa necesidad que a determinada edad tienes de sentirte arropado e identificarte con un grupo determinado. Y en el proceso, desarrollas una pasión que te lleva a querer profundizar en todo aquello que te gusta.

Es curioso, hace unos años podías decir que el rock and roll era música para viejos. Y lo mismo pasaba con el punk. Todo el mundo vestía igual, se volvía vegano, era anarquista y acusaba una cierta uniformidad. Creo que una de las bandas que mejor han sabido describir ese nuevo espíritu es La Élite: «Escuchando los Nastys me miran mal, escuchando La Zowi me miran mal, escuchando Eskorbuto me miran mal, escuchando El Fary me miran mal».

Siempre hablo desde mi propia experiencia, que viene determinada por el dinero que me he podido gastar en conciertos, en salir por la noche para conocer gente y la energía que uno tiene, que ya no es la misma de los veinte años. Si lo piensas, antes de la pandemia las escenas musicales madrileñas estaban muy estáticas. Había pequeñas incorporaciones de gente joven, pero no era como ahora. Y los promotores de conciertos, encantados. Hace unos meses Boston Babies tocaron de teloneros de Kate Clover y en mi opinión gran parte del público era el que ellos habían arrastrado.

HÉCTOR

Si tuvieras que elegir, de entre los cientos que has sacado, ¿qué fotografía crees que condensa mejor tu trabajo?

¿Solo una? Te diría que una de las más importantes es esta. Para mi Héctor (Sudor, Miau, Escarlata) desprende cierto magnetismo y tiene mucho carisma. Creo que haberle conocido me ha abierto puertas. Recuerdo que al principio no quería que le retratara. Un día me tomé unas cañas con él, con Edu que se vino de Zaragoza y Pablo de La URSS, que a mí me imponía muchísimo. A veces, según como me entre la gente y debido a mi timidez, acércame a pedir fotos así, a puerta fría, es una putada. Con el tiempo, lo he ido puliendo y tal, porque soy consciente de que esa falta de carácter te puede pasar factura. Luego las ves reveladas y piensas «por qué no me acerqué más o le pedí otra».

¿Tuviste problemas para hacer algunas de ellas?

Al principio, existía bastante recelo, por eso suelo pedir permiso antes de sacar una foto y compartirla en mi perfil de Instagram. Cuando veo exposiciones de fotógrafos y fotógrafas de hace 50 o 60 años pienso que muchas de esas fotografías ya no se podrían hacer ahora, porque la gente tiene una percepción y un concepto de su propia imagen que sería imposible de gestionar. Por no hablar de la infancia, de los niños. Pero, como te decía, poco a poco voy conociendo a gente y una persona me lleva a otra. Eso ayuda a que te tomen confianza. 

PABLO

«Forman parte de un movimiento absolutamente transversal y, sobre todo, nada excluyente, que no solo valora la estética, sino también el bagaje de cada persona y lo que pueden llegar a ofrecer»

Viendo el resultado, parece que la gente se siente cómoda delante de tu objetivo. Que ese respeto con el que te has acercado revierte en confianza. Es muy bonito reconocer en tus fotos a un montón de amigos, simplemente siendo ellos, sin necesidad de posados.

Al menos es lo que intento. Yo tengo mis carencias técnicas a la hora de medir la luz y, si te fijas, normalmente intento que la iluminación sea plana porque es mucho más agradecida en el revelado. Al principio, le pedía a la gente que no sonriera y cosas por el estilo, pero las poses tenían demasiada “actitud” y lo que busco es que precisamente lo contrario; que la mirada sea lo más natural posible, aun siendo plenamente consciente de que mi trabajo parte de una puesta en escena. Me gusta mucho cuidar los escenarios. De vez en cuando, salgo en busca de localizaciones y Madrid todavía está lleno de rincones fantásticos.

¿Qué otros fotógrafos te gustan y en qué sentido crees que pueden verse reflejados en tu trabajo?

Salvando todas mis limitaciones técnicas, ¿conoces a Alec Soth? Es un fotógrafo estadounidense en la tradición de Walker Evans. Me gustaría sacar algo en papel, pero lo que no quiero es que sea una colección de retratos sin más. Me gustaría elaborar un discurso, como hace Jim Goldberg en Raised by Wolves, que me encanta. Sigo aprendiendo sobre la marcha, analizando fotolibros y preguntándome el porqué de una determinada secuencia de fotos o la maquetación de las páginas… Buscar rasgos identitarios, los cassettes y el merchan de los grupos a los que retrato, las fachadas de las tiendas de discos, los tatuajes…

Como quien fotografía los baños de los clubs o las pintadas en las paredes de los camerinos, que también forman parte de la misma narrativa. Y aunque parezca lo más natural, ¿nunca te has planteado la fotografía de conciertos?

Hay muchos fotógrafos en los conciertos. En parte no creo que tenga las habilidades necesarias, todo va muy rápido (lo del flash se me da fatal) y yo intento que mis fotos sean más reflexivas y por otro lado económicamente sería una ruina. En esa línea, me gusta mucho lo que hace Miguelito, el guitarrista del grupo punk Enamorados. Tira en blanco y negro y analógico, no sé si lo controlas. Su estilo es muy destroyer, muy trabajado y con mucha fuerza.

KATXI

ÁLVARO

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DIEGO

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ALICIA

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CARMEN

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