«¡De cara al sol quiero marchar!»: cuando nuestros boy scouts fueron la fuerza de choque soñada para el totalitarismo


Tanto Primo de Rivera como Franco quisieron controlar a los Exploradores españoles para adoctrinar a los más jóvenes en los ideales del militarismo y patriotismo. El himno falangista «Cara al sol» se copió de una canción scout y varios líderes políticos viajaron a la Italia fascista para imitar su modelo de juventud

[Imágenes: Álbum fotográfico de los campamentos organizado por los Exploradores de Murcia en Sierra España en 1924 y 1925. Archivo Regional de Murcia]

Eran el cuerpo perfecto, una máquina impecable y patriótica, la imagen de lo que España aspiraba a ser, la fuerza de choque soñada por cualquier general: «Yo prometo por mi honor hacer cuanto de mí dependa por cumplir mis deberes para con Dios y para con el Jefe de Estado, amar a mi Patria, serle útil en todo momento, respetar sus leyes, y obedecer el Código de Explorador», decía el juramento del explorador español, nuestro boy scout hispano, a imitación de sus compañeros británicos, el mítico movimiento creado por el general Baden-Powell a finales del siglo XIX, entre libros, folletos y panfletos de escultismo, el cimiento para las ideas totalitarias que, en unas décadas, se extenderían por Europa. Baden-Powell, apasionado de Peter Pan, era un eterno hombre-niño. Ante el temor a la extensión de las pandillas y los hooligans, hizo de su cruzada pro-jóvenes, su vida. Su nombre aparecía constantemente en la prensa. En una carta publicada en el Chronicle proponía que todo niño inglés, antes de dormir, se hiciera la siguiente pregunta: «Qué he hecho yo por el bien de mi país, además de lo que he hecho por mi propia diversión o por mi progreso?».

«La edad dorada llegaría años más tarde cuando el dictador Miguel Primo de Rivera, uno de los líderes exploradores, lo convirtió en un grupo paramilitar de adoctrinamiento»

La biblia scout se llamó Escultismo para muchachos, organizado no en capítulos sino en «Fogatas», y editado en los años treinta en México, aunque los derechos correspondían a nuestros exploradores. Aquí, en España, el general inglés era visto con recelo: era protestante, y eso no gustaba a los sectores católicos y la iglesia.

En nuestro país, el scout lo creó otro militar, esta vez capitán de Caballería, Teodoro Iradier, en julio de 1912, pero la edad dorada llegaría años más tarde cuando el dictador Miguel Primo de Rivera, uno de los líderes exploradores, lo convirtió en un grupo paramilitar de adoctrinamiento de los más jóvenes en las ideas de un amor a la patria donde no cabían defectos físicos o caracteres rebeldes. En 1930, gracias a su impulso, habían pasado de ser aproximadamente un millar en los años de su fundación a los diez mil disciplinadísimos jóvenes. Su lema de «Siempre listos para servir» se moldeó con fines políticos y proselitistas, aunque a diferencia de sus colegas ingleses aquí  había poco de pasar la noche en el campo. Se debía ser un scout los domingos, y se montaban y desmontaban las tiendas el mismo día. En realidad, sus actividades se basaban en nociones básicas de supervivencia y patriotismo que finalizaban con la puesta de sol.

El engendro ideológico tras los exploradores era enorme: una construcción que, a imitación de Baden-Powell, se reafirmaba en la biología y espiritualidad, pero como siempre sucede en nuestra propia tradición, debía tener como modelo a algún personaje o referente previamente manipulado y convertido en «uno de los suyos» por primorriveristas y futuros fascistas: don Quijote, el hidalgo por excelencia, ahora forzudo, soñador y recto, el Caballero español. Los falangistas continuaron con esta visión maniquea de personajes literarios y de caballeros andantes de carne y hueso. Para ellos se trataban de luminarias, lo mismo que para Baden-Powell lo habían sido sus propios Caballeros, cuyas obligaciones caballerescas resumía así: «1. Temor de Dios 2. Honrar al Rey 3. Ayudar a los débiles y en dificultades 4. Venerar a las mujeres y ser amables con los niños 5. Entrenarse en el uso de las armas para la defensa de su país 6. Sacrificarse y sacrificar sus diversiones, sus propiedades y, si fuera necesario, su vida por el bien de sus compatriotas».

El acercamiento de la dictadura de Primo de Rivera con el fascismo italiano pasó por imitar a los balillas italianos, creados en 1926 y que englobaba a chicos de entre 6 a 18 años, en un alarde de virilidad y espíritu guerrero sin parangón. Algunos miembros del régimen viajaron a Italia y, una vez allí, conocieron de primera mano cómo se las gastaban aquellos balillas fanatizados. Se envidiaba el afán de los chicos de la calle por convertirse en uniformados y ser un explorador. Tenían miles de panfletos y películas propagandísticas. También fuimos a Inglaterra para deleitarnos con lo que allí sucedía. En julio de 1929, una patrulla de Kanguros marchó a Liverpool, donde tenía lugar un encuentro mundial de scouts, para tomar buena nota de cómo eran sus homólogos británicos.

La República española fue un obstáculo para los planes totalitarios. Desde el día 28 de abril, la bandera de las Tropas sería la tricolor, adoptada por el Gobierno de la República. En el uniforme no hubo más variación que la de cambiar las cintas rojo y gualda que venían usando en las medias por otras de los colores de la República, rojo gualda y morado. La institución de los Exploradores de España cambió la insignia por otra que no llevaba la Flor de Lis, asociado a la monarquía destronada, más una mano con el saludo scout. 

Campamento nazi en Cercedilla. Fotografía: Otto Wunderlich

Campamento nazi en Cercedilla. Fotografía: Otto Wunderlich

Campamento Juvenil Hernán Cortés (Los Helechos)  en Cercedilla (1967). Fotografía: Alfonso

Campamento Juvenil Hernán Cortés (Los Helechos) en Cercedilla (1967). Fotografía: Alfonso

«Había muy pocas diferencias entre lo que sería un pelayo y un flecha y lo que había sido un explorador»

El franquismo, una vez finalizada la contienda, los controló de inmediato. Celoso de organizaciones paralelas y descentralizadas los disolvió a pesar de las protestas e integró por la fuerza en la Organización Juvenil de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. El campamento central de los scouts, instalado en la Sierra de Guadarrama, cayó en manos de las juventudes falangistas, el Frente de Juventudes. Por entonces, es cierto que había muy pocas diferencias entre lo que sería un pelayo y un flecha y lo que había sido un explorador. Sancho Dávila, jefe falangista de las organizaciones juveniles, reconocía antes de acabar la Guerra Civil «el enorme poder formativo que se alcanza en nuestra juventud mediante la vida en los Campamentos, porque el Campamento es la más acabada escuela de honor y de disciplina, en donde el pequeño camarada se inicia y profundiza en los conocimientos de nuestros postulados revolucionarios». El campamento, para Dávila, era una auténtica «ciudad de lona». Algo similar expresaba el Manual del acampado, editado en 1943, un conjunto de arengas para flechas que, en realidad, eran scouts renovados bajo los principios del nacionalsindicalismo.

Campamento del Frente de Juventudes (1953). Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Campamento del Frente de Juventudes (1953). Fotografía: Archivo Regional de la Comunidad de Madrid

Los falangistas se apoderaron de todo: los ideales, la estética y hasta los himnos exploradores. El famoso «Cara al sol», creado a mediados de los treinta, se parecía sospechosamente al «Himno al sol» de los exploradores, que cantaban en campamentos y acampadas: «¡De cara al sol quiero marchar! / Hacia la cumbre / mientras alumbre / la luz solar […] / Mi patria santa». Muchos falangistas y gente de orden y arribistas de última hora, habían sido en sus años mozos exploradores y aquello sonaba perfecto. Bastaba una mano de pintura, nuevas consignas y un puñado de uniformes para alumbrar la Nueva Era.