Una fotonovela del 1900 con duelistas en toples
/La revista Sicalíptico aprovechó la moda de las mujeres duelistas para hacer una fotonovela en la que dos amigas dirimían sus diferencias con espadas y a pecho descubierto.
A pesar de que los cuarenta años de dictadura franquista, los siete de la de Primo de Rivera y la presencia de la Iglesia Católica en la sociedad española desde hace siglos no lo hayan puesto fácil, en España también hubo revistas, postales, grabados y películas de contenido sexual más o menos clandestinas y con diferentes grados de intensidad.
Los huecos de libertad que dejaron esas instituciones y momentos históricos fueron aprovechados por impresores, editores, creadores y artistas de todo tipo de disciplinas para abordar el sexo en canciones, fotografías, pinturas y revistas que, como todo lo relacionado con ese tema, disfrutaba de buena acogida por parte del público. Una de esas publicaciones fue, por ejemplo, Mundo Galante, de la que ya se ha hablado en Agente Provocador. Otra de ellas, la que centra el artículo de hoy: Sicalíptico.
Con redacción en Barcelona, Sicalíptico publicó su primer número el 9 de enero de 1904. Su nombre hacía referencia a un neologismo muy extendido a principio del siglo XX, que se utilizaba para hablar de aquellos materiales relacionados con el erotismo, lo sexual, lo libidinoso y lo pornográfico.
Incluido por primera vez en el Diccionario de la Lengua Española de José Alemany y Bolufer, se supone que el origen del término Sicalíptico vendría de las palabras griegas «higo» y «untar». Otros autores defienden que en realidad la etimología sería «vulva» y «masajear».
Cualquiera de las dos explicaciones es bastante descriptiva y, durante las primeras décadas del siglo XX, hubo cuplés sicalípticos, literatura sicalíptica, vestidos sicalípticos, películas sicalípticas, actrices sicalípticas, cabarés sicalípticos y revistas sicalípticas como Sicalíptico.
Publicada con el subtítulo de «Revista semanal ilustrada», cada siete días Sicalíptico llegaba al quiosco de prensa con una nueva ración de fotografías de mujeres semi desnudas, historias eróticas, perfiles de personajes famosos por su lubricidad y su agitada vida sexual, chistes ilustrados, galerías con obras famosas de la historia del arte –siempre que en ellas aparecieran señoritas en cueros, claro– y versos con dobles sentidos como:
Se casó María en la Roda
Y Manuel, al otro día,
Le dijo: «¡Cuánto, María,
Anoche gocé en tu boda!»
A esto ella contestó,
Que era de veras muy chula:
«Si tú has gozado, calcula,
Lo que habré gozado yo».
O también:
Blanco que es novio de Blanca,
Ayer le dio su retrato,
Y todo el día tiene Blanca
Puestos los ojos en blanco.
Si bien es cierto que muchos de los chistes tienen connotaciones machistas, homófobas y resultan muy incorrectos actualmente, una de las características de Sicalíptico era que las mujeres estaban presentadas como personas independientes, dueñas de su placer, de sus vidas y que no dudaban en saltarse las convenciones sociales para disfrutar del sexo. Una actitud que tenía como objetivo último provocar la excitación de los lectores, principalmente (por no decir exclusivamente) hombres, pero, en todo caso, ya es un hecho que el perfil de los personajes femeninos optase por la independencia y no por la sumisión al hombre.
De entre todas las secciones incluidas en sus dieciséis páginas destacaba una historia a medio camino entre la fotonovela, el folletín y el relato ilustrado que se publicaba a lo largo de varios números e iba aumentando su grado de erotismo a medida que avanzaba la historia.
Una de esas historias era El Duelo, que se inspiraba en un hecho real protagonizado por la princesa Pauline Metternich y Anastasia Kielmansegg en 1892. Se trataba de un duelo de honor entre ambas mujeres que, para evitar infecciones, se celebró sin la parte de arriba de su vestimenta, es decir, en toples. Esa curiosa historia inspiró en 1901 la película An Affair of Honor e incluso otro enfrentamiento real, el protagonizado en Madrid por Paz Villavicencio y Lolita «la de las Canas» en pleno Parque del Retiro, a los pies de la estatua del Ángel Caído.
En el caso de la historia de Sicalíptico, todo comienza con una comida en casa de Tula, una muchacha que ha quedado con sus amigas para celebrar que ha roto su relación con «el último de sus admiradores» (las comillas son del texto). A la cita acuden Lucy, la rival de Tula en el campo sentimental, Trini, la Patro, Lulú, Mimí y Margot que están solas porque Tula «ni siquiera ha permitido que los camareros del restaurante sirviesen la comida. Por esta vez ¡nada de pantalones!».
Las chicas charlan, ríen, fuman y critican a sus parejas, que son más de las que la gente piensa. De hecho, Tula reconoce tener dos amantes y Lucy también. Ante la incredulidad de las demás, Lucy decide enseñarles su foto y, cuando la ve Tula, «un relámpago de ira pasó por sus ojos». ¡El amante de Lucy, es el mismo que uno de los de Tula!
Las amigas se insultan, se lanzan botellas y se pelean hasta que las demás chicas intervienen. Serán ellas las que decidan cómo resolver esa discusión y, después de hablarlo, deciden que sea en un duelo a florete a primera sangre. La única condición es que luchen con medio cuerpo al aire, lo que aprovecha el narrador para puntualizar: «¡Con razón decía Lucy que se verían algo más que las caras!». Aunque en la historia se dice que las contendientes querían quitarse también las faldas, las compañeras no se lo permiten.
A partir de ese número, el 19, y hasta el 26 de Sicalíptico, las mujeres combaten en toples. El duelo, cada vez más emocionante, concluye cuando Lucy alcanza a Tula y le hiere el pecho. La mujer se desmaya y las amigas temen que ha muerto. Afortunadamente no es así y, cuando recobra la conciencia, se reconcilia con su amiga, que le ruega que le perdone. Ellas hacen las paces pero acuerdan una cosa: no perdonar a aquel hombre que las ha engañado a las dos y ha provocado su enfado.
Como así contado pierde mucho, léanlo usted mismos a continuación: