Fuera de juego
/«Cuando el 25N, día contra la violencia de género, en el que, mala suerte, murió Maradona, levantamos la voz para exigir un poco de decoro, la idea no era chafar el duelo de nuestros muchachos, nunca lo es. Y nos sentiríamos menos marcianas, menos “otra cosa”, si contásemos con la camaradería básica de nuestros compañeros y su madurez para saber decir: “tenéis razón”»
A cuenta de la muerte de Diego Armando Maradona hemos vuelto a vivir el día de la marmota feminista, al final del cual, después de horas de «sí pero no», acabamos teniendo que callar por aguafiestas, por elegir mal el momento o por estar siempre con lo mismo.
Desde la grada doliente señalaban la importancia del Pelusa como figura que, desde el barro de la villa, llega a dominar el mundo y lleva la esperanza a los desfavorecidos. Un tipo en el que cualquier chaval de barrio podía verse reflejado. Un tipo que ni siquiera era guapo, ni encantador, ni demasiado elocuente para ser argentino, ni podía hacer otra cosa que jugar al fútbol y, aun así, se convirtió en leyenda.
La trampa que nos tienden, una y otra vez, es la emocional. Haciéndonos quedar de frías bastardas incapaces de entender la dimensión social de los ídolos de mano larga o su influencia en muchachos que no tienen la culpa de los desmanes de sus dioses.
Como si las mujeres fuésemos cultivadas en jardines de la campiña inglesa y no naciésemos en barrios. Como si no fuésemos más pobres que los pobres a los que tenemos que ponerles la mesa y comprarles calzoncillos. Como si no tuviésemos sueños. Como si no estuviésemos sedientas de referentes que nos marquen el camino hacia una posibilidad de vida mejor. Como si no entendiésemos la necesidad de escapar de los descampados llenos de jeringuillas, del bullying en un colegio que se cae a pedazos, de jornadas laborales esclavistas, de la angustia del desempleo o, simplemente, de una calle llena de mierda, un piso pequeño y un futuro incierto.
«La fiesta no la jodemos nosotras con nuestras cosas. Porque “esas cosas”: el maltrato, la violencia contra las mujeres, no son “nuestras”, son “vuestras” y son lo suficientemente importantes como para que, como mínimo, se puedan poner encima de la mesa, o de la tapa del ataúd»
Tampoco se trata de enarbolar banderas de pureza, ni de exigir ética prusiana a vivos y muertos, que también se nos ha echado en cara. Los vicios y las adicciones de Maradona no son lo que nos ha traído hasta aquí. Y si lo hubieran hecho, sería para comprenderle, para empatizar con él, no para arrojarle al pozo de las serpientes.
Será que no nos hemos enamorado de drogadictos. Será que no hemos pagado entradas de sus conciertos. Será que no hemos llevado sus camisetas. Será que no nos hemos drogado nosotras mismas y, sobre todo, será que no hemos perdido a seres queridos por culpa de las drogas.
No. Tratar lo que algunas mujeres hemos dicho a su muerte como remilgos de debutantes es, en sí mismo, un acto de machismo insoportable, un señalamiento a la exageración de las de siempre y pura luz de gas.
Maradona murió con causas pendientes por supuesta pedofilia. Como no hubo resolución judicial debemos quedarnos en la suposición, aunque solo una búsqueda en google nos muestre al 10 sonriendo a cámara con una menor desnuda a cada lado. Maradona fue acusado de malos tratos por algunas de sus parejas y creo que todas hemos visto un vídeo en el que esto queda bastante claro. Como mínimo lo hizo una vez.
«Al final, esto no va de Maradona, va de vosotros y de nosotras, de si alguna vez será posible señalar la violencia de género sin que haya una retahíla de excusas»
No son sombras en una vida de luces. No son las consecuencias de ser pobre, bueno e inocente en un mundo de éxito que le queda grande y le hace desbarrar. Esos paternalismos de clase media aspiracional quizá sirvan para comentar con los vecinos del PAU. Pero a las que llevamos toda la vida siendo pobres no nos sirven. El obrero también maltrata.
Cuando el 25N, día contra la violencia de género, en el que, mala suerte, murió Maradona, levantamos la voz para exigir un poco de decoro, la idea no era chafar el duelo de nuestros muchachos, nunca lo es. Y nos sentiríamos menos marcianas, menos «otra cosa», si contásemos con la camaradería básica de nuestros compañeros y su madurez para saber decir: «tenéis razón».
La fiesta no la jodemos nosotras con nuestras cosas. Porque «esas cosas»: el maltrato, la violencia contra las mujeres, no son «nuestras», son «vuestras» y son lo suficientemente importantes como para que, como mínimo, se puedan poner encima de la mesa, o de la tapa del ataúd, junto a la Copa del mundo y el Scudetto, sin que se nos considere un atajo de cuervos de la tempestad que aprovechan para eviscerar el cadáver de un hombre bueno.
Al final, esto no va de Maradona, va de vosotros y de nosotras, de si alguna vez será posible señalar la violencia de género sin que haya una retahíla de excusas, sin que parezca que se trata del problema de otro, sin que el sufrimiento y la muerte de tantas, genere la suficiente empatía como para renunciar a una parte de los sueños y las aspiraciones de los hombres. Sin que importe más un poster que tu vecina del tercero. Sin que toda llamada de atención sobre el machismo sea recibida con rabietas de párvulos.
No hace falta dejar de emocionarse con el gol a Inglaterra, el barrilete cósmico, la mano de dios y cuantas gestas deportivas haya protagonizado Diego Maradona que os hayan inspirado o hecho vibrar. Eso es espectáculo y no pertenece a lo humano. Está ahí para eso. Para que volemos.
Hace falta bajar a la tierra al hombre y colocarlo en el contexto que merece. El de un hombre que trataba mal a las mujeres y no pagó por ello. Un hombre que siguió acumulando capital económico y social aun posando ante una cámara con menores desnudas. Un tipo que aprovechó la divinidad a la que fue elevado para ejercer, como mínimo, cierta violencia impune contra mujeres de carne y hueso.
Y os lo seguiremos recordando cada vez que sea necesario. Se agradecería un poco de madurez.