La Asturianita, la estrella sin brazos que triunfó en todo el mundo y fue acusada de espía por republicanos y fascistas
/Regina García López, La Asturianita, fue una artista internacional de variedades que recorrió los teatros del mundo entero con un asombroso número en el que demostraba sus habilidades a pesar de carecer de los dos brazos
Cuando tenía quince años, Regina García López decidió poner fin a su vida tirándose desde un acantilado. Le acababan de comunicar que debía abandonar el colegio en el que cursaba sus estudios para dejar su plaza a otra niña, una noticia que suponía perder toda esperanza de cumplir su sueño de ser maestra.
A la edad de nueve años, Regina había sufrido un accidente en el aserradero de su padre, a consecuencia del cual perdió los dos brazos. Gracias a un indiano que había hecho fortuna en Argentina y se ofreció a pagar sus estudios, la niña pudo optar a algo más que marchitarse encerrada entre cuatro paredes. Perder la plaza en la escuela suponía una tragedia difícil de superar.
De regreso a casa y tras descartar el suicidio, Regina encontró por el camino a un grupo de titiriteros que hacían bailar a unos monos que agarraban cosas con las patas traseras. La niña pensó que si los animales podían hacerlo, ella también sería capaz y comenzó a practicar, a pesar de la incredulidad de sus allegados. Primero garabateó papeles con lápices que agarraba con el pie y luego fue ampliando sus habilidades hasta ser capaz de coser, comer, beber y tocar el acordeón.
Aunque nunca dejó de estudiar y formarse, Regina decidió abandonar su carrera como maestra y dedicarse al mundo del espectáculo. Así, en 1917, cuatro años después de haber comenzado a practicar con los pies, debutó en el Teatro Jovellanos de Gijón ante la infanta María Teresa de Borbón. A esa actuación seguirían otras por teatros de Turquía, Egipto, Brasil, Argentina, Venezuela e incluso Estados Unidos, donde fue recibida en la Casa Blanca por Theodore Roosevelt. Cuando el presidente estadounidense le tendió la mano, ella le ofreció el pie.
Una mujer de cuerpo entero
Regina García López, conocida artísticamente como La Asturianita, nunca quiso ser una atracción de barraca de feria. Sus espectáculos se celebraban en teatros, nunca en circos ambulantes, hizo siempre gala de su cultura e incluso llegó a ser imagen de empresas de prestigio como Ford, marca de automóviles que acostumbraba a conducir y con la que hacía su entrada triunfal en sus espectáculos.
Tampoco quiso que el público le tuviera compasión o lástima. Su objetivo en la vida fue ser una persona capaz y resuelta como cualquier otra e incluso más, habida cuenta de la situación de opresión que sufría la mujer en los años 20 y 30. De este modo, estudió, trabajó, se casó, tuvo hijos —uno de los cuales nació en mitad de una de sus giras— y se divorció por discrepancias con su pareja, que no podía soportar tanta autonomía por parte de una mujer.
Durante una de sus funciones celebrada en marzo de 1936, Regina se dirigió a los espectadores antes de comenzar sus rutinas para compartir con ellos cómo había sido su vida: «los niños huían de mí. Obtuve las primeras revelaciones de la compasión, que hiere, que humilla. Las gentes derramaban sobre mí sus miradas piadosas. “¡Pobre manquina!”, decían. “¡Y para los suyos, qué carga!”. Esto amargaba mi espíritu. Con la voluntad hecha acción, aprendí, trabajé, gané, gasté, soñé, amé y realicé, porque dentro de mi cuerpo mutilado está el alma de una mujer de cuerpo entero».
Con objeto de evitar que otros niños sufrieran situaciones semejantes, la artista decidió crear un programa que permitiera estudiar a los niños y niñas que por vivir lejos de las ciudades o por cuestiones económicas, no pudiera acudir a colegios e institutos. Un proyecto educativo laico que no cayó especialmente bien en los círculos conservadores.
Con ese proyecto en mente, La Asturianita aceptó un contrato para actuar en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, parte de cuyos ingresos irían a sufragar los estudios de esos niños. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil no solo truncó sus planes sino que la trajo graves problemas.
Culta, cosmopolita y políglota –hablaba español, francés, inglés, portugués, italiano y alemán–, las autoridades republicanas le propusieron que actuase como espía, pero ella se negó. Aunque participó en espectáculos benéficos como el del 15 de agosto del 36 en favor de los hospitales y heridos de las Juventudes Socialistas Unificadas, esa negativa la puso bajo sospecha y, en 1937, fue detenida bajo la acusación de ser una espía franquista. Encarcelada en la prisión de Ventas, solo saldría de allí con la caída de Madrid en abril de 1939. No obstante, cuando parecía que la vida de Regina se volvía a encauzar, las cosas volvieron a complicarse, esta vez, definitivamente.
«Ni aunque me lo pida el mismísimo Franco»
Para celebrar su puesta en libertad, la artista decidió asistir a una función de cine, a la que acudió ataviada con un abrigo que le cubría completamente y no permitía ver que carecía de brazos. Al finalizar la proyección, Regina fue la única que no cantó el Cara al Sol con el brazo en alto, lo que le fue afeado por un falangista allí presente. «Yo no levanto el brazo ni aunque me lo pida el mismísimo Franco», respondió ella y, a continuación, fue detenida y llevada a comisaría. Allí explicó que carecía de brazos y que acababa de salir de prisión donde la habían enviado las autoridades republicanas. Si bien fue liberada, volvió a ser encarcelada poco después por negarse a colaborar como espía para el franquismo. Enviada otra vez a la prisión de Ventas, Regina coincidió con las 13 rosas y fue testigo de cómo fueron llamadas la víspera de su fusilamiento.
Durante los siguientes tres años, La Asturianita vivió a medio camino entre la prisión de Ventas y una clínica psiquiátrica a la que era trasladada temporalmente para ser tratada de unas alucinaciones que había comenzado a sufrir. En marzo de 1942 se celebró finalmente su juicio, en el que jugó un papel clave esa autonomía e independencia que había marcado su vida y no precisamente para bien.
Mientas que la policía testificó que no había colaborado como espía para la República, como probaba el hecho de haber pasado parte de la guerra en prisión, la Guardia Civil de Luarca la califica de persona indomable, contestataria y de ideas progresistas. A este perfil, se sumó el diagnóstico de los facultativos que habían encontrado en ella ciertos problemas mentales. Con todo ello, el juez la declaró inocente de los cargos, pero resolvió enviarla a un hospital psiquiátrico donde falleció unas semanas más tarde. Si bien la causa oficial de la muerte fue el tifus, su familia siempre sospechó que había sido envenenada.