Gene Deitch y los yonquis de los discos

Antes de dirigir decenas de capítulos de Tom y Jerry, Mr. Magoo, Popeye y ganar un Oscar de la academia por uno de sus cortos de animación, el ilustrador Gene Deitch plasmó en viñetas las obsesiones y rarezas de los coleccionistas compulsivos de discos.

El pasado jueves 16 de abril falleció en Praga Gene Deitch. A lo largo de su vida, este ilustrador y animador estadounidense fue responsable de muchas de las producciones de UPA y MGM, especialmente las de personajes como Popeye, Tom y Jerry y Mr. Magoo, además de ser el primer animador en ganar un Oscar de Hollywood por el cortometraje Munro.

Gene Deitch en una imagen de los años 50.

Gene Deitch en una imagen de los años 50.

No obstante, mucho antes de que Deitch diera vida al marinero devorador de espinacas, a los abuelos de Pica & Rasca o a ese predecesor de Rompetechos, este ilustrador desarrolló una interesante labor en The Record Changer, una revista musical fundada en 1941 en Washington DC por Gordon Gullich junto a otros amigos, más interesados en el jazz y en comprar discos, que en la guerra mundial que se estaba desarrollando en esa época.

En un primer momento, The Record Changer era muy parecido a lo que fue Discobarsa, es decir, un catálogo de discos, en este caso de placas de 78 rpm, que se vendían y se intercambiaban entre los lectores. De hecho, el nombre de la cabecera hacía referencia tanto al «record changer», el sujeto que intercambia discos, como al «record changer», mecanismo que permitía apilar hasta diez discos de 78 revoluciones, que iban cayendo sucesivamente y eran reproducidos uno tras otro. Una solución que permitía escuchar alrededor de media de hora de música seguida, ya que cada cara de un disco de pizarra contenía un máximo de tres minutos

Portada de Gene Deitch para el número de diciembre de 1945 de The Record Changer.

Portada de Gene Deitch para el número de diciembre de 1945 de The Record Changer.

Poco a poco, The Record Changer fue sumando a sus secciones de venta e intercambio, artículos de actualidad sobre músicos, sellos, conciertos o próximos lanzamientos. Unos textos escritos por los propios coleccionistas con más voluntad que destreza, lo que provocaba no ya que su calidad literaria fuera pobre, sino que estuvieran plagados de faltas de ortografía e incorrecciones gramaticales. Daba lo mismo, los discos lo justificaban todo.

En 1945, cuatro años después de que apareciera el primer número de The Record Changer, Gene Deitch era un joven angelino interesado por el jazz de Nueva Orleans que acostumbraba a ir a The Jazz Man Record Shop, tienda de discos en la que trabajaba como dependienta Marilyn Morden, posteriormente esposa de Ahmet Ertegün, propietario de Atlantic Records. En ese comercio, Deitch compró su primer ejemplar de la revista y flipó.

Portada de Gene Deitch para el número de marzo de 1947 de The Record Changer.

Portada de Gene Deitch para el número de marzo de 1947 de The Record Changer.

A través de las páginas de The Record Changer, el joven Deitch descubrió que había más gente en el mundo como él: fanáticos de la música que eran incapaces de hacer sonar un instrumento, amantes del jazz a los que no les gustaba ir a los clubes debido a las aglomeraciones de gente y los ambientes cargados de alcohol y tabaco, pero a los que les apasionaba comprar discos de manera compulsiva y hablar de ellos hasta hartarse… y hartar a los demás.

«Aquí lo tienes. Mi original de Happy Brass Deceivers. Estoy ansioso por que salga la reedición para poder saber cómo suena». The Cat y sus manías con los discos.

«Aquí lo tienes. Mi original de Happy Brass Deceivers. Estoy ansioso por que salga la reedición para poder saber cómo suena». The Cat y sus manías con los discos.

De hecho, inspirado en esos perfiles, Deitch comenzó a dibujar una serie de viñetas protagonizadas por un particular personaje llamado The Cat, que envió a Gordon Gullickson con intención de que las publicase en la revista. Gullickson no solo publicó The Cat, sino que comenzó a encargarle portadas para The Record Changer.

Las historias de The Cat eran las de un verdadero desubicado, un ser disfuncional, un yonqui de los discos.

Como explicaba el propio Deitch, The Cat «no tenía nada que ver con los felinos», sino que era el término que se empleaba en los años 20 y 30 para referirse a los aficionados al jazz y que se siguió utilizando posteriormente para referirse a los protobeatniks y beatniks. Basado en anécdotas personales y de otros aficionados, The Cat tenía todos los tics del coleccionista: maniático, egoísta, prejuicioso, displicente, caprichoso y con un único objetivo en su vida: los discos.

«Con esta nueva aguja, mis discos aguantarán centenares de escuchas». The Cat a punto del soponcio.

«Con esta nueva aguja, mis discos aguantarán centenares de escuchas». The Cat a punto del soponcio.

Las historias de The Cat eran las de un verdadero desubicado, un ser disfuncional, un yonqui de los discos. Una persona que, cuando intenta dormir a unos niños, elige contarles anécdotas de músicos de jazz; que enseña a un amigo uno de sus discos más valiosos enmarcado en la pared mientras le comenta «esperaré a la reedición para escucharlo» o que, cuando declara haber evolucionado en sus gustos, se vanagloria de escuchar música producida en 1938, algo que no llamaría la atención de no ser porque la viñeta se publicó… ¡en 1947!

«… entonces ¿qué es lo que te dijo Tony Jackson?». The Cat y las reuniones sociales.

«… entonces ¿qué es lo que te dijo Tony Jackson?». The Cat y las reuniones sociales.

En 1950 Gordon Gullickson decidió vender The Record Changer a Bill Graver Jr. El nuevo propietario consideró que la revista debía abandonar ese espíritu amateur y profesionalizarse. Con ese objetivo la publicación se abrió a nuevos estilos, como el Be-Bop, y comenzó a arrinconar a otros, como el Dixieland. Además, incorporó a críticos de la talla de Leonard Feather pero, a cambio, perdió a Deitch, que prefirió dejar The Record Changer e incorporarse a la UPA, donde creó anuncios de publicidad animados o capítulos de Mr. Magoo.

No fue una mala decisión. Su talento en el sector de los dibujos animados hizo que, en 1954, se convertirá en el primer animador cuya obra se proyectó en el MoMA de Nueva York. Dos años después, fue nombrado Director Creativo del equipo de animación de los Terrytoons y, en 1958, creó su propia empresa, la Gene Deitch Associates Inc., a través de la cual produjo cortos de animación basados en cuentos de Jim Flora, otro gran ilustrador amante del jazz y amigo de Deitch.

«Mellow-Lips’ Jaxon estuvo en el estudio durante la grabación. Si escuchas atentamente puedes escucharle estornudar durante el tercer estribillo». The Cat y sus descubrimientos musicales.

«Mellow-Lips’ Jaxon estuvo en el estudio durante la grabación. Si escuchas atentamente puedes escucharle estornudar durante el tercer estribillo». The Cat y sus descubrimientos musicales.

La carrera de Deitch iba viento en popa y, a finales de los cincuenta, William L. Snyder, propietario de Rembrand Films, le propuso dirigir un corto de dibujos animados con la condición de que la producción se hiciera en Checoslovaquia, donde había grandes profesionales y los sueldos eran más baratos que en Estados Unidos. Deitch aceptó a regañadientes y exigió por contrato permanecer en Checoslovquia solo durante diez días.

Una vez en Praga, el ilustrador entró en contacto con la escena de jazz de la ciudad, conoció a la que sería su segunda esposa y decidió no regresar a Estados Unidos, ni siquiera después de que el corto que le había llevado a Europa, Munro, ganase el Oscar de Hollywood. Tras la caída del Muro de Berlín, Deitch descubrió que los servicios secretos checos le habían estado investigando durante años. No les cabía en la cabeza que un estadounidense que no fuera un espía se radicase en Chequia. Sorprendente o no, allí ha muerto hace unos días a la edad de 95 años.