Henry Darger: en los límites de la fantasía
/La increíble e inabarcable obra de uno de los autores más extraños y fascinantes del siglo veinte. Art brut en estado puro o el tesoro que escondía en su casa: las Vivian Girls
«El derecho de los niños a jugar, a ser felices, a soñar, el derecho a que duerman bien de noche, el derecho a una educación, que podamos tener las mismas oportunidades para desarrollar por completo nuestras mentes y corazones», Henry Darger
«Escúchame y te contaré una historia acerca de un artista que se hace viejo, unos lo hacen por la fama y la gloria, otros no son tan valientes», Daniel Johnston
En 1945 Jean Dubuffet , pintor y escultor francés (influenciado por el libro de Hans Prinzhorn El arte de los mentalmente enfermos) acuña el termino art brut donde agrupa las expresiones artísticas producidas al margen de las normas estéticas, sin ninguna influencia de la cultura oficial y totalmente alejadas de corrientes y tendencias artísticas de la época en que es concebida. Labor creativa hecha por no-profesionales, apasionados sin ninguna preparación técnica ni histórica y sin ningún contacto con las instituciones de arte oficial, y mucho menos salas de exposiciones o museos. Con el único fin de dar rienda suelta a una fuerte motivación innata, haciendo uso de materiales, técnicas y exponiendo o distribuyendo sus trabajos a través de canales inéditos o poco corrientes.
Dubuffet estaba convencido de que todos poseemos un potencial creativo que las normas sociales y el sistema educativo actuales anulan. Como un embudo donde nuestra imaginación e inventiva se cercenan por las convenciones y preocupaciones que conlleva la vida adulta. Dubuffet se convence del autentico valor de las creaciones de personas que se mantienen al margen de la sociedad, tales como internos de hospitales psiquiátricos, autodidactas, solitarios, inadaptados o ancianos e incluso enfermos de esquizofrenia, lo que más tarde confirmaría la variante outsider art, aunque Dubuffet rechazó siempre la idea de «arte psiquiátrico» afirmando que «no existe un arte de los locos».
Lo que no sabemos es lo que podría llegar a pensar Dubuffet y sus colaboradores (entre ellos André Breton) de la vida y obra del personaje que nos ocupa, autor atormentado y obsesivo de un libro de 15.143 páginas escritas a mano con distintos tipos de tinta y colores donde narra con lujo de detalles la guerra entre los diferentes personajes que habitan el reino de lo irreal. Junto con una serie de varios cientos de acuarelas y dibujos que servían como ilustración a dicha historia. Obra marginal que solo fue conocida y publicada después de su muerte, y que nunca fue concebida para ser mostrada a ningún tipo de público ni considerada para ser exhibida ni leída por nadie.
Aunque algunos apuntan Brasil como su país natal no se conocen datos exactos del lugar de nacimiento de Henry J. Darger (abril de 1892 - abril de 1973) pero sí que a los cuatro años se queda huérfano a causa del fallecimiento de su madre en el momento que da a luz a la hermana de Henry, a la cual nunca llegó a conocer por ser dada en adopción poco después de su nacimiento. Su padre en el año 1900, diagnosticado enfermo mental, lo trata con amor y cariño, según el propio Darger, pero cuando se ve incapaz de criar a un niño, lo ingresa en un orfanato católico para luego ser trasladado a un hospital psiquiátrico. Un «manicomio para niños». En el sanatorio de Illinois, un centro frío e impersonal no muy alejado del retratado en la película de Milos Forman Alguien voló sobre el nido del cuco, se convierte en un niño inadaptado e introvertido que intenta la fuga en numerosas ocasiones. Obligado a trabajar en una granja, es tratado como un esclavo deficiente mental. En los informes de dicho centro se puede leer el diagnostico de su enfermedad: «tener el corazón en el lugar equivocado» y «masturbación». A los 16 años logra el éxito en una de sus huidas tras la cual su primera idea será regresar junto a su padre, pero constatará que el mismo ha fallecido tres años antes así que se traslada a Kansas City donde subsiste de camarero en un club de jazz, entonces se pierde la pista de sus andanzas hasta que reaparece en la ciudad de Chicago en los años 30, avejentado y con aspecto de vagabundo se gana el sustento en trabajos menores hasta que asienta su vida laboral como conserje y friegaplatos del hospital de Chicago.
Se instala en un pequeño piso de la zona norte y allí habitará hasta su muerte, cuarenta años más tarde. Asiste regularmente a misa, con largas temporadas de autentica obsesión en las que llega a acudir hasta cinco veces al día a la iglesia atendiendo a todos los servicios ofrecidos por el capellán. Es conocida su relación con el único amigo que se le conoce, William Shloder, con el que planea crear una Sociedad Protectora de los Niños, con ese motivo se reúnen todos los domingo y se montan en muchas de las atracciones del parque, se hacen llamar Los Gemini, si bien Shloder decide mudarse a Texas, a vivir con su hermana en 1956 perdiendo toda relación con Henry.
En el año 1911 se conoce en la ciudad de Chicago el caso de la niña de cinco años Elsie Paroubek, víctima de asesinato por estrangulamiento. Hecho que conmociona sin razón aparente a Darger, llegando a guardar el recorte de prensa del suceso durante buena parte de su vida. Mostraba el recorte a los viandantes de las calles por las que paseaba siendo tomado por un demente. En un momento indeterminado pierde dicho artículo de prensa, lo cual provoca un sentimiento de culpa y conmoción en él. Y es el momento en el que, como veremos, muchos biógrafos datan el comienzo de un giro mucho más oscuro y atormentado en la escritura de su colosal obra que ya lleva dos años pergeñando, en la cual filtrará todas estas experiencias vitales, tanto en sus escritos como sobre todo en sus pinturas: La Historia de las Vivians en la que incorpora como personaje recurrente a la fallecida niña Elsie Paroubek. Uno de los biógrafos de Darger, John McGregor, se atreve a relacionar estos hechos con la supuesta tendencia homicida de Darger y se aventura a acusarlo de tener una personalidad con tendencias parecidas a los asesinos en serie. Especulaciones nunca probadas. La imagen de la niña que obsesiona al autor lo emparenta con otras historias similares que se dieron en la vida y obras de otros escritores como Lewis Carrol y su Alicia en el país de las maravillas, para la cual también creó un mundo imaginario y fantástico.
Se antoja complicado tratar de resumir esta monumental creación. Mucho menos tratar de conseguir una interpretación correcta del relato dado lo complejo de su trama y de su obsesiva querencia por el detalle que como veremos es recurrente en toda su obra. El tormento del autor y el estilo onírico con enormes pasajes y descripciones de épicas batallas hacen indescifrables cientos de páginas, pero a su vez confieren al conjunto de una rara belleza. La historia de las niñas Vivian, en lo que se conoce como los Reinos de lo Irreal, sobre la Guerra-Tormenta Glandeco-Angeliniana causada por la rebelión de los Niños Esclavo (el largo título original) tiene lugar en un gigantesco planeta imaginario sobre el que orbita la Tierra y en el que habitan personajes todos católicos cristianos. En uno de los reinos, llamado Abbiennia, siete jóvenes princesas luchan contra la esclavitud que les quieren imponer los ejércitos de adultos, soldados uniformados como el Ejército Confederado de la Guerra Civil norteamericana llamados Glandelinians. Violet, Joice, Jennie, Catherine, Hettie, Daisy y Evangeline, las Vivian girls se alían a unos encantadores dragones llamados serpientes Blengiglomenean con los que combaten en una guerra de cuatro años y siete meses contra la crueldad de los adultos. Darger incapaz de decidirse por un único final para la historia, escribe dos finales paralelos y antagónicos que ponen de relieve la inseguridad congénita del autor, en uno de ellos las Vivian Girls ganan la batalla a los Glandelinians, en el otro son estos los que vencen sobre las siete princesas.
Cuando Darger pierde por descuido la antes citada fotografía de la niña estrangulada, Elsie Paroubek, comienza a negociar con Dios durante sus oraciones, si la imagen no es encontrada pronto, Darger continuará recrudeciendo su mundo de fantasía y las Vivian Girls sufrirán aún más tormento en su libro. Es así como Henry, ante la no respuesta de Dios comienza un periodo de especial aniquilamiento, tormento y holocausto en sus guerras literarias, en las que los Glandelinians son especialmente brutales y perversos con las niñas. Un autentico baño de sangre en el que sus pinturas comienzan a mostrar a jóvenes de entre ocho y nueve años atadas cabeza a abajo desnudas y atravesadas por lanzas que hacen chorrear sangre de sus entrañas, algunas siendo estranguladas hasta la muerte o con sus pequeños miembros cercenados o sus lenguas cortadas. Y esta tendencia no acaba hasta que entra en escena el coronel Henry Darger (supuesto alter ego del autor) que se alía con las Vivian Girls y logra que termine la guerra y la rendición del villano por excelencia en el reino de los Irreal: El general John Manley, bautizado así por un niño que acosaba a Darger durante su estancia en el internado.
«En las acuarelas que ilustran todo el relato se alternan inocentes escenas de niñas jugando en plácidos prados y realizando diversos juegos infantiles con crudas escenas de empalamientos de niñas, con vísceras al descubierto o víctimas de torturas y masacres. Los paisajes a menudo son representados en ambientes meteorológicos extremos como tornados o tormentas»
En su continua obcecación por precisar detalles, Darger describe cada pequeño hilvane o los colores de cada botón, así como la geografía, flora y fauna de los montes o valles en donde se llevan a cabo minuciosas descripciones de batallas. Estremece pensar que dedicó cientos de páginas en detallar los presupuestos y gastos en armamento de ambos ejércitos. Los vecinos de su piso a menudo registraban quejas por los ruidos que provenían de su casa, estruendos que se explican años después al conocerse que Darger, experto en música militar, compuso y escribió en partituras las marchas e himnos militares de cada uno de sus ejércitos imaginarios y los interpretaba con cubos de basura o cualquier cosa que encontrase en su apartamento.
En las acuarelas que ilustran todo el relato se alternan inocentes escenas de niñas jugando en plácidos prados y realizando diversos juegos infantiles con crudas escenas de empalamientos de niñas, con vísceras al descubierto o víctimas de torturas y masacres. Los paisajes a menudo son representados en ambientes meteorológicos extremos como tornados o tormentas. Dicha obstinación por las manifestaciones meteorológicas le viene a Darger desde que, siendo niño, contempló la destrucción de un pueblo entero, Country brown, por un salvaje tornado. Recuerdo que dejó un calado en el joven Henry que duraría toda su vida.
Ha sido muy estudiada la desquiciada imagen del mundo infantil femenino que empleó Darger en toda su obra, aspecto que revela uno de los mayores datos para entender el universo Darger: el total desconocimiento del sexo femenino y el total rechazo a mantener relaciones sexuales. Algunos autores achacan este complejo sexual al miedo que padecía a acostarse por casualidad con la hermana que nunca llegó a conocer, así como la estricta educación cristiana que padeció en el orfanato. Las niñas son dotadas con grandes alas de mariposa, siempre desnudas (aunque siempre con calcetines) y provistas de un pequeño pene entre sus piernas. Pintaba niñas con un aparato reproductor masculino porque no había visto jamás a una mujer desnuda y tenía que recurrir a la inspiración de ese cuerpo de Niño Jesús que ve cinco veces al día en su iglesia, cuerpo que es lo más aproximado a una niña desnuda que él hubiese podido ver. Las pequeñas hermafroditas son representadas como heroínas con rizos rubios, a menudo empleando técnicas de collage compuestas por fotos sacadas de periódicos que él mismo encontraba rebuscando entre los contenedores de basura de su barrio.
En 1917, consciente de precisar de un modelo infantil del que proveerse de inspiración, cursa una petición de adopción de un niño, y se pasa los días rezando en la iglesia hasta que la petición es rechazada. Un hecho que es tomado como una revelación más de ese abismo insalvable entre el mundo infantil e inocente y la sociedad adulta y cruel.
A pesar de su aislamiento existencial, Darger no era un desconocedor de la cultura popular. Era un ávido lector de los clásicos, como demuestran algunas de las eruditas citas que pueblan sus escritos, autores como L. Frank Baum, o Dickens estaban entre sus favoritos. También especialmente aficionado a los cómics, que eran influencia masiva en su imaginería visual, como la colección de cómics Penrod, en donde se narran las desventuras de un niño de 11 años creciendo en el medio oeste de los Estados Unidos poco antes de la Primera Guerra Mundial. Aunque jamás había pisado una escuela o estudiado historia del arte, cultivó distintas técnicas basándose únicamente en su instinto, espíritu autodidacta y su abnegada practica con miles de ensayos y bocetos hasta dar por aceptable una de sus obras, logró así realizar más de trescientos cuadros, muchos trabajados por los dos lados del lienzo, en los que usaba distintas técnicas: calcaba libros, incrustaciones, copias, collage, y más tarde comenzó a usar la fotografía para ampliar las imágenes, creando composiciones de hasta tres metros de ancho.
«Y como última y tenebrosa sorpresa encuentra también la secuela de su obra magna: 8.500 páginas que continúan las andanzas de las Vivian Girls con el titulo de Más aventuras en Chicago»
A los 73 años es obligado a jubilarse en su empleo en el hospital y es al final de su vida cuando, casi ciego e incapaz de subir las escaleras de su propio apartamento que carecía de baño o cocina, se muda a un hospicio en el que moriría poco después dejando estrictas ordenes a su casero de destruir todo lo contenido en su pequeña habitación alquilada (al igual que Franz Kafka). Además de la enorme obra en la que trabajó toda su vida, su arrendador, Nathan Lerner, halló también un manuscrito que Darger tituló El libro de los partes meteorológicos, en el que anotó durante diez años exactos el parte meteorológico de Chicago (desde el 31 de diciembre de 1957, hasta el 31 de diciembre de 1967) con comentarios acerca de la ineptitud de los hombres del tiempo.
Encuentran también un significativo intento de autobiografía titulada La historia de mi vida, escrito en 1968, en la que a lo largo de cuatrocientas páginas se dedica a escribir una semblanza de su vida al uso, partiendo de su infancia para pronto desviar el tema y emplear más de 4.000 páginas para contar la historia de un enorme tornado, Sweetie Pie, que asola toda una ciudad.
Y como última y tenebrosa sorpresa encuentra también la secuela de su obra magna: 8.500 páginas que continúan las andanzas de las Vivian Girls con el titulo de Más aventuras en Chicago. El casero advirtió pronto el potencial comercial de la descomunal obra, autoproclamándose principal responsable y albacea del trabajo de Darger. Desoyendo los deseos de que su obra fuese destruida, se convierte en el principal beneficiario de los derechos derivados de esta, una de las más importantes de lo que se ha dado en llamar el outsider art o arte marginal, una de las joyas del American Folk Art Museum de Nueva York.
Sus vecinos sorprendidos por el hallazgo de haber convivido con semejante artista durante tanto tiempo, comienzan a compartir historias y pareceres acerca del ahora exótico Darger. Jamás hablaba con nadie pero cuando lo hacía respondía con educación y siempre haciendo referencia al tiempo meteorológico. Al parecer también se revela que era un consumado mimo y ventrílocuo con capacidad para muchos registros de voz en distintos dialectos, y muchas veces era sorprendido manteniendo una discusión consigo mismo a dos voces, una grave y otra aguda, una monja imaginaria que le regañaba cuando Darger se portaba mal.
Kiyoko Lerner, viuda del casero de Darger nunca olvidará el aspecto que presentaba la casa cuando fueron a comprobar el estado del inmueble una vez fallecido su extraño inquilino, montones y montones de basura, periódicos, materiales de desecho y montañas de hojas de papel escritas a mano así como acuarelas, cuadros, revistas y periódicos que formaban un estrecho pasillo desde la puerta hasta el escritorio, que a su vez hacia la vez de cama para Henry. Síntomas de síndrome de Diógenes que diluyen la distinción entre acumulación y colección pero que para Darger todo se resume en un perfecto y ordenado caos.
Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Todos los Santos en Des Plaines, Illinois. En una ceremonia en la que no asistió nadie y tuvo que costear el estado. Como siempre, al final la belleza es absorbida por el sistema y pervirtiendo su idea o concepción original. En 2002 el American Folk Art Museum compra la casi totalidad de la obra de Darger a Nathan Lerner por un millón de dólares. Poco después inaugura un Centro de Estudios Henry Darger y en 2007 ve la luz una exposición itinerante titulada Into me/out of me que llevó a Darger a la popularidad y a la distribución y exhibición de su obra.
Estos hechos convierten a Henry Darger (a mí me gusta pensar que muy a su pesar) en el más claro referente del arte marginal. Lejos ya de su excitación inicial, la corriente art brut se encontró entonces con su propia encrucijada, desde la originalidad absoluta tanto en obra y contenido, así como la marginación social y aislamiento psicológico del autor hasta llegar a ser aceptada como una más de las distintas vanguardias artísticas asimiladas por las distintas historias del arte oficiales y viendo como sus doctrinas iniciales se han expandido y aceptado, finalmente llegamos a un punto en el que el autor se hace reconocible y famoso, y las características esenciales del arte marginal se diluyen, destilan y confunden, muy lejos de las motivaciones primerizas del creador.
No sabemos lo que habría pensado Darger de tal circunstancia, él hacía décadas que ya había cruzado la línea que separa la realidad de la fantasía.