¡Hollywoodja! El alucinante universo de los carteles de cine polacos
/Durante más de tres décadas, los muros y paredes de Cracovia se cubrieron de carteles. Amparada por el Estado, una nueva generación de artistas polacos parecía dispuesta a hacer de la Meca del Cine su particular fábrica de pesadillas.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la República Popular de Polonia sufrió una intensa represión bajo el dominio soviético. Pero mientras la mayoría de las disciplinas artísticas se vieron sometidas a las férreas directrices del partido comunista, los pioneros de la Escuela Polaca de Carteles consiguieron desligarse del Realismo Social impuesto por el gobierno. Aunque se instruyó a los ilustradores para que rechazaran los valores occidentales y acataran la censura, lo cierto es que disfrutaron de una libertad artística que les permitió plasmar sus inquietudes más audaces y subversivas. Rebosantes de simbolismo, las obras de muchos de ellos hubieran merecido la etiqueta de “arte desviado” durante la ocupación alemana. Los comunistas, en cambio, vieron en sus carteles el medio de propaganda más barato, con el que promocionar la labor del Ministerio de Arte y Cultura. El pueblo polaco había vivido (y padecido) demasiado tiempo de espaldas al cine y al teatro como para ponerle puertas al campo, y la joven generación de artistas pudo experimentar con nuevas técnicas y enfoques rabiosamente vanguardistas, libres de ataduras comerciales.
Entre los años 50 y los años 70, la industria cinematográfica polaca prosperó a pesar de las difíciles condiciones. Además de financiar sus propios films con el beneplácito del Estado, los productores se beneficiaron de cierta manga ancha para obtener licencias de coproducción con Francia e Italia, al mismo tiempo que importaban los grandes éxitos de taquilla de Hollywood, mientras que algunos cineastas, como Roman Polanski, Milos Forman, Jerzy Skolimowski y Walerian Borowczyk, acabarían desarrollando el grueso de su filmografía en el extranjero. El cartel de Cul de sac (1966), la segunda película británica de Polanski tras el éxito internacional de Repulsión un año antes, es un fiel reflejo de todo ello. Es obra de Jan Lenica, uno de los grandes renovadores del diseño gráfico polaco, y actualmente forma parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Las obras de los cartelistas polacos hubieran merecido la etiqueta de “arte desviado” durante la ocupación alemana
Si a simple vista, los carteles de películas polacas suponen una forma de rebelión artística a la opresión soviética, analizados de cerca resultan mucho más profundos, en tanto que representan una visión más trágica y compleja de la industria del entretenimiento. Para un país acostumbrado a que lo borraran del mapa, desde que Prusia, Austria y Rusia se repartieron sus territorios en el siglo XIX, la anexión por parte de la Unión Soviética, tras el brutal período de ocupación alemana, condenó al país a un nuevo período de dictadura totalitaria. Estas circunstancias forjaron una mentalidad de resistencia que permanece profundamente arraigada en el imaginario colectivo polaco. Tal vez por eso los carteles son tan importantes en la cultura polaca; porque durante el régimen comunista fueron la única nota de color en las calles. La mayoría se pintaban a mano, usando tipografías artesanales y recurriendo a toda clase de metáforas y simbolismos que iban mucho más allá de lo que la mayoría de películas y obra de teatro estaban en condiciones de ofrecer.
«Intentábamos reflejar la verdadera esencia de la película —recuerda Henryk Tomaszewski, uno de los padres de la Escuela Polaca de Carteles, además de ilustrador y profesor en la Academia de Bellas Artes de Varsovia— Transmitíamos la impresión que nos había dejado la película, ya fuera un musical, un drama o una comedia. Nuestro único objetivo era ilustrarla con un lenguaje propio, a nuestra manera». Sus carteles eran inteligentes y provocativos, marcados por su compromiso de acercar los logros expresivos de las vanguardias a todos los públicos. «Soñábamos con que nuestra obra llegara a la mayor cantidad de personas posible —añade su compañero Roman Cieślewicz— De ahí la gran importancia del cartel como expresión genuina del arte urbano». Gracias a los collages de Lenica, el aliento expresionista de Wiktor Górka y los experimentos formalistas de Jan Mlodożeniec, los polacos bajaron de sus pedestales a Fernand Léger, Pablo Picasso, George Braque Henri Matisse y Paul Klee y los sentaron en las butacas de la última fila. Sus carteles desafían las leyes del mercado: sin fotos de las estrellas protagonistas ni fotogramas reconocibles, resultan más evocadores cuanto más abstractos.
Bajaron del pedestal a las vanguardias y las sentaron en las butacas de la última fila
A partir de los años 90, cada póster se parecía más al siguiente. Pero ni la estandarización del blockbuster evitó que algunos estrenos contaran con sus respectivas obras de arte. Aún hoy en día se encargan diseños alternativos para ediciones limitadas, con la intención de mantener viva la vieja tradición y que los coleccionistas estén dispuestos a pagar precios exorbitantes tanto por los carteles originales como por sus reimpresiones. Y en ocasiones, conservan su espíritu contestatario, como la icónica campaña del movimiento feminista Strajk Kobiet, diseñada por Jarek Kubicki en 2020 como protesta contra los planes del presidente Andrzej Duda para restringir los derechos de las mujeres.
El eslogan wyPISdalać es un brochazo de genialidad con varias capas, al combinar la palabra wypierdalać (joder) con el nombre de su partido, Ley y Justicia (PiS). Tanto el logotipo como el diseño hacen referencia al movimiento Solidarność, que fue crucial en la lucha revolucionaria pacífica de Polonia contra el gobierno comunista en la década de 1980. Un pequeño texto en la esquina superior izquierda asegura que «Esto es la guerra».