Girls to the front! El primer ateneo feminista solo para mujeres
/En plena República, en el centro de Madrid, un impresionante edificio albergó el Magerit, uno de los primeros y más potentes clubs feministas exclusivamente para mujeres
Casi todo el Madrid intelectual y artístico, la militancia política y los grupos de mujeres, asistió a las tres fiestas con que el Ateneo Femenino Magerit fue inaugurado en marzo de 1932. Hubo un cocktail y un té que terminaron en baile, gracias a una orquesta que acompañó la histórica noche. Sucedía más o menos lo mismo que en los numerosos clubs masculinos, pero la novedad era importante: fue uno de los primeros solo para mujeres. Existía, eso sí, la posibilidad de acudir en compañía de hombres, pero solamente en su primer piso. La planta baja era exclusiva de mujeres.
«La emergencia del movimiento feminista también tendrían su respuesta en las secciones femeninas falangistas y otras organizaciones ultraconservadoras»
No era la única plataforma femenina —en realidad feminista— creada en aquellos años. Junto a Magerit estaban otros grupos como la Agrupación Femenina Republicana o el pomposo Consejo Supremo Feminista de España (que incluía a cinco grandes asociaciones como La Mujer del Porvenir, La Progresiva Femenina de Barcelona, la Liga para el Progreso de la Mujer y la Liga Concepción Arenal de Valencia, y la ANME), entre otras, todas ellas surgidas en los albores de la República. Sin embargo, la emergencia del movimiento feminista también tendrían su respuesta en las secciones femeninas falangistas y otras organizaciones ultraconservadoras (Junta de Damas de la Unión Iberoamericana, las «Margaritas» —mujeres carlistas de Navarra—, o la Asociación Femenina de Acción Nacional), que crearon sus grupos de mujeres para contrarrestar su empuje y que incluso tenían periódicos como Ellas, donde se incluían artículos contra el baile, el jazz, por la beatificación de españolas o un consultorio sentimental.
No lo tuvo fácil. Magerit, desde su fundación, sufrió la ira de los sectores conservadores. Su negativa a abrir sus puertas también a los hombres fue objeto de burlas y ataques. Otros espacios feministas de la época, como el Club Lyceum (1926), también madrileño, sufrió igualmente una prensa nefasta: se le llamaba despectivamente «club de las maridas». El feminismo español, en su camino hacia el voto, simpatizando con las sufragistas europeas, se había afianzado y conquistado espacios políticos, junto con la multiplicación de las publicaciones dirigidas a mujeres exclusivamente (incluso en Blanco y Negro hubo una sección femenina). Los actos por y para mujeres se sucedían cada día. Se pronunciaron discursos en teatros o firmaban manifiestos que contaron con el apoyo de miles de mujeres, entre las que estaba la popular artista Pastora Imperio, entre muchas otras.
El Ateneo Magerit, situado en el número 24 de la avenida Conde Peñalver de Madrid (en la actualidad Gran Vía, nº1), descrito por la prensa como un «un club de recreo y cultura», disponía de una sala para jugar al bridge, un bar americano, sala de recitales y conciertos y amplios salones de reuniones. A las pocas semanas de abrir sus puertas ya contaba con cuatrocientas afiliadas. Estaba destinado a la mujer «moderna», como se decía entonces, la garçone, mujeres vestidas «a la moda» y con el característico corte de pelo, que iban solas a clubes o espectáculos de variedades. Eran sistemáticamente atacadas por la prensa conservadora y grupos ultras.
«Esto es un casino de relumbrón, de lujo, de modernidad...»
Organizaba todo tipo de actos (charlas, cursos, talleres) e invitaba a políticos como el republicano Lerroux, quien años antes había llamado a la movilización a sus jóvenes bárbaros, y que visitó el club poco después de su inauguración. Se le brindó un banquete tras pronunciar un discurso. El periódico La Provincia, diario de Huelva, el mes siguiente a su apertura realizó una crónica desde dentro, entrevistando a varias de sus responsables: «Gracias a la atención de la Doctora Soriano, Directora de la Residencia Internacional de Señoritas que acaba de crear en Madrid, y de la que nos ocupamos hace pocos días, hemos podido asistir a la inauguración del “Magerit”, Ateneo Femenino, recorriendo sus amplios salones, y enterándonos de cuantos detalles pueden interesar a nuestros lectores. Para nosotros, lo de menos ha sido la fiesta inaugural, el cocktail, el té baile, y la cena baile de gala con que el “Magerit” ha sido inaugurado. Eso no es otra cosa que el traje vistoso con que la nueva Entidad femenina ha elegido para presentarse en sociedad. Nosotros preferimos conocer el alma y desarrollo normal de tan novísima institución. Y la Doctora Soriano, se encarga de presentarnos al grupo de mujeres entusiastas, que han sabido elevar su segundo hogar en el corazón de Madrid para orgullo del sexo femenino en los momentos en que las mujeres adquieren la plenitud de todos sus derechos políticos. ¡VAYA LUJO...! Esto es un casino de relumbrón, de lujo, de modernidad... Dos pisos maravillosamente presentados: Comedor, biblioteca, sala de tresillo, tertulia, visitas, dos salones en forma circular, secretaría, cuartos de bajo y “toilette”, cocinas...», afirma el periodista, que abandona el edificio tras comenzar a sonar un «fox» americano y las chicas salen a bailar.
Magerit animó el ambiente feminista en Madrid y toda España. Resultó inspirador, contagioso. Surgieron otras iniciativas, como la Asociación Femenina de Educación Cívica, más conocida como «La Cívica», escisión del Lyceum Club y fundada el 11 de marzo de 1932 con el objetivo de «despertar a las mujeres de la clase media, mucho más dormidas e ignorantes que las del pueblo, a la conciencia de una responsabilidad ciudadana». La Cívica, cuya sede estaba en la Plaza de las Cortes, número 8, ofrecía clases de idiomas, taquigrafía, corte y confección, además de conferencias. También se organizaban visitas a museos, excursiones a la sierra y a ciudades y pueblos del interior, festivales, conciertos y comedias, en las que llegó a colaborar Federico García Lorca, codirector del Club Teatral Anfístora junto a Pura Ucelay. La Cívica llegó a tener 1500 afiliadas. Años después, llegaría la catástrofe, no solamente para la esperanzas de todo un movimiento feminista sino de todo un país: Franco.