Lucian Perkins y la infinita energía del punk
/Salas atestadas de jóvenes punks. Cadenas y cuero. Chavalillos negros del gueto junto a tipos de mirada aviesa amantes de la música rápida. Las fotografías que el fotoperiodista Lucian Perkins (Texas, 1953), ganador por dos veces del premio Pullitzer, tomó de aquella increíble escena hardcore en un Washington D. C. vibrante y rompedor, conservan hoy una demoledora fuerza. Captan un momento irrepetible y, sobre todo, a una banda, Bad Brains, sin la que no puede entenderse la oleada punk de finales de los setenta y primeros ochenta.
En esta serie de imágenes, la mayoría pertenecientes al otoño de 1979, aún Bad Brains ni el resto de bandas son del todo conscientes de ser protagonistas de las primeras gestas del hardcore, pero la fuerza y energía que desprenden parece inagotable.
Perkins hizo muchas de estas fotografías en un espacio de arte convertido en local comunitario, el Hard Art Gallery, y aparecen en su libro Hard Art, D. C. 1979. Fijaos en H. R. (en realidad Paul Hudson), vocalista y frontman de Bad Brains. Refleja lo que se vivía en Washington D. C.: los punks, creando una imagen única, mezclándose con los negros. Unos y otros aprendiendo de sus respectivas tradiciones, contaminándolo absolutamente todo.
Y lo que sucede, el resultado de todo eso, quedó patente en el vídeo del concierto (CBGB, 1982. Ya no estamos en Washington D. C. sino en Nueva York). En mi opinión, es el mejor comienzo de un show de toda la historia del hardcore. El escenario a ambos lados está repleto de público. Algunos son casi unos niños y muchos de ellos son negros que abren la boca, asombrados, ante lo que ya está pasando. Salen Bad Brains y ya el público comienza a gritar y a moverse. Los primeros golpes de la batería (el bombo y luego el base, subiendo de intensidad poco a poco) desatan una locura que irá en aumento. Se sube al escenario un tipo enorme que baila de un lado a otro. Luego le sigue otro, y otro más. Se chocan. El tipo se lanza abajo. H. R. está en un lado, con su casaca rastafari, agachado, golpeando el suelo con las manos, atento al batería. Antes de que suenen las canciones, ya todo parece imposible de venirse abajo. H. R. está preparado, casi dispuesto a lanzarse hacia adelante y hacia atrás (mirad esa cara, ese rostro que es todo urgencia y fuerza). Y cuando comienza la canción el delirio es total y perfecto. Energía infinita. Pura vida.