La medicina fantástica del doctor Rosado
/Durante los años 70 y 80, el doctor Rosado se hizo famoso por sus apariciones en televisión, sus peculiares métodos de sanación y sus estafas.
La pandemia de la COVID-19 ha traído consigo la aparición remedios milagrosos que buscaban acabar con el virus. Desde la ingesta de lejía defendida por Donald Trump y Bolsonaro, a un remedio de hierba artemisia presentado por el presidente de Madagascar en mayo de este año.
En ambos casos, medios de comunicación, tertulianos y expertos se echaron las manos a la cabeza porque se propusieran esas medidas y de que hubiera alguien que pudiera seguirlas. Una reacción que demostraba que no habían vivido la España de los años 70 y los delirantes consejos del Doctor Rosado.
Nacido en 1939 en Salamanca pero criado en Extremadura, Manuel Rosado estudió medicina en la Universidad Complutense de Madrid y, desde que se licenció, demostró su afición por los medios de comunicación y el espectáculo. En 1970 grabó Navidades Felices, un EP de villancicos a beneficio del Colegio de Huérfanos de médicos y, poco tiempo después, comenzó a colaborar como invitado en programas de televisión hasta que, en 1975, dirigió y presentó un programa propio. Titulado Objetivo nosotros, contaba como realizadora con Pilar Miró, de la que el doctor decía: «Yo voy a la compra y Pilar cocina lo que yo le he traído».
En una época en la que solo había dos cadenas de televisión, el doctor Rosado no tardó en hacerse popular y en rentabilizar esa notoriedad. Hacia mediados de los años setenta montó junto a otro socio el Obesity Center y Medical Obesity Clinic, una serie de clínicas en las que ayudaba a controlar y bajar de peso a partir de un peculiar concepto que no se diferenciaba mucho de los que utilizaría en el futuro: «Si bien es cierto que hay muchos casos de obesidades patológicas, no son menos numerosos los casos de obesidades sicológicas», decía Rosado.
A pesar de haber tenido un programa propio, el pico de popularidad de Manuel Rosado llegaría en 1978, cuando comenzó a participar en Fantástico, el espacio contenedor que José María Íñigo dirigía y presentaba los domingos de 15:30 a 19:30. En dicho programa fue donde comenzó a explicar sus peculiares consejos médicos que, unos meses después, provocaron una interpelación del PSOE al Ministro de Sanidad en el Senado.
Los consejos más recordados de los mostrados en Fantástico fueron aquellos en los que minimizaba los peligros del alcohol al volante e incluso animaba a los conductores a que consumieran alguna que otra copa antes de coger su automóvil. También causó sensación aquel que aconsejaba tomar derivados benzopiránicos para broncearse más rápido y que el color tostado durase más tiempo. No obstante, el más popular de sus tratamientos fue su remedio para salvar a un ahogado. Según Rosado, que decía basarse en conocimientos milenarios chinos, lo mejor para reanimar a una persona en esas circunstancias era quemarle el cuero cabelludo con cigarrillos.
La cosa no hubiera pasado de una ocurrencia extravagante de no haber sido porque, unos días más tarde, una niña de dieciocho meses de edad ingresó en la UVI de un hospital de Murcia, después de que sus padres le hubieran apagado varios cigarrillos para reanimarla. Mientras que los médicos informaban a los medios que, de haber tenido menos meses, la nena hubiera muerto, Rosado continuaba defendiendo su método. «Estoy convencido de que si a la niña no le hubieran aplicado el método de los cigarrillos encendidos en la cabeza, seguramente, en estos momentos la pequeña no estaría en la UVI sino en el depósito de cadáveres», afirmaba, para luego añadir, «nadie puede garantizar que de no haber sido por este procedimiento la niña no estuviera muerta». El que sí murió fue el niño Alejandro Sabater, al que también se le había aplicado su sistema en esa misma época.
La gravedad del hecho provocó que, tras la interpelación del PSOE al Ministro de Sanidad en el Senado, el gobierno diera orden de suspender las colaboraciones de Rosado en Fantástico. Esto hizo que el médico tuviera que retomar otros proyectos, como la escritura de libros, y poner en marcha nuevas aventuras empresariales relacionadas con el pelo, tanto en exceso como por defecto. De ese modo, echó a andar el Definitive scalp therapy, para acabar con la alopecia, y el Definitive depilation therapy, para resolver el problema del hirsutismo en mujeres pues, desde el primer momento, solo se publicitó pensando en ese grupo de población con eslóganes como «Mujer: te garantizo de por vida y bajo contrato la eliminación definitiva del vello. Firmado: Manuel Rosado».
Las sesiones de depilación, que duraban entre 10 y 15 minutos, costaban 1250 pesetas. Como cabe suponer, no bastaba con una sesión sino que el tratamiento fluctuaba entre las veinte citas de la paciente que menos tuvo y las doscientas de la que más recibió. En ninguno de esos supuestos el tratamiento tuvo efectos beneficiosos, y aunque en los anuncios se prometía la devolución del dinero en caso de resultados insatisfactorios, el doctor Rosado nunca lo reembolsó.
En consecuencia, meses después comenzaron a llegar las denuncias. Ochenta usuarias del método depilatorio denunciaron al doctor en los juzgados de Barcelona por una estafa que habría alcanzado a más de cinco mil mujeres y que estaba estimada en doscientos millones de pesetas, ya que también se le acusaba de vender máquinas depilatorias «en forma de televisor», que costaban cincuenta mil pesetas y que él revendía por casi doscientas mil.
El escándalo fue mayúsculo. Los medios de comunicación se hicieron eco del hecho y el doctor Rosado fue llamado por el juez a declarar. Además de calificar a las demandantes de «histéricas peludas», declaró a los medios «le apuesto al ministerio fiscal la mano derecha a que es incapaz de demostrar que yo he estafado a nadie». Tras celebrarse el juicio, fue sentenciado a tres años de prisión e indemnizar a las afectadas con seis millones de pesetas.
Aunque la pena suponía tener que entrar en prisión, la sanción quedó en suspenso mientas se resolvía la apelación. Cuando la sentencia fue ratificada, sus abogados solicitaron el indulto pero le fue denegado. Aunque en 1999 se ordenó finalmente su entrada en prisión, nunca fue detenido. Aprovechando esa anómala situación de libertad, Rosado montó una nueva clínica en Móstoles e intervino en algunos otros negocios que le traerían problemas unos meses después.
En diciembre de 2003, el peculiar doctor volvió a ocupar las páginas de los diarios. Con el título de «Del Rosado al blanco», el diario ABC informaba de que el médico había sido detenido por su vinculación con un laboratorio de cocaína. Según la instrucción judicial, el doctor, a través de su empresa Asociación española de Medicina Natural y Terapeútica Física, se dedicaba a importar productos de Bolivia, como barro terapéutico y puré de patata impregnado de cocaína, al tiempo que iba comprando diferentes productos, como cafeína, novicaína, bentonita, fenacetina, éter etílico y acetona, aparentemente inocuos, pero que posteriormente se utilizaban para el proceso de fabricación de la droga. Ante el juez, Rosado afirmó que el barro y el puré sí eran suyos, pero la cocaína no, por lo que salió en libertad tras pagar una fianza. Ahora se dedica a escribir libros sobre terapias alternativas, más o menos lo que ha hecho siempre.