La aterradora niebla que «mató» a 12.000 personas
/Parecía una película de terror o el decorado perfecto para una nueva versión de la historia del terrorífico Jack el Destripador. Entre el 5 y el 9 de diciembre de 1952, en apenas una semana, Londres vivió en estado de alerta en medio de una niebla tan espesa que apenas podía verse a menos de un metro o respirar malamente, y que es considerado como el incidente de polución medioambiental más importante de su historia.
El 5 de diciembre, nada más «amanecer», los londinenses contemplaron como el día parecía no ser tal y, en su lugar, se extendía la noche. Una inusitada capa de espesísima niebla dominaba la ciudad. La oscuridad lo envolvía todo y casi nadie paseaba por la calle. Los comercios cerraron, ante la imposibilidad de que sus empleados acudieran a trabajar o que recibieran la visita de clientes. Los guardias de tráfico veían peligrar su vida ante el riesgo de atropellos y, aquellos que hacían señales para regular el tráfico, debieron auxiliarse con pequeñas antorchas, lo mismo que algunos aventureros que cruzaban la calle con telas ardiendo.
Sin embargo, algo similar había sucedido décadas antes, concretamente en 1930 en Liege, Bélgica, donde una «niebla asesina» se llevó la vida de docenas de personas. En aquel caso, estuvo relacionado con el río Meuse, uno de los focos de la gran polución y origen de la niebla.
Posteriormente, en 1948, en Donora, Pensilvania, también vivieron una situación parecida, cuando la niebla atrapó a sus habitantes y, cuando esta se disipó, habían muerto una veintena de personas y cerca de siete mil sufrieron enfermedades.
En Londres, al terminar la semana, el reguero de muertos ascendió a 12.000 personas y cerca de 100.000 fueron hospitalizados. Lo llamaron «Great Fog» (Gran Niebla) o «Killer Fog» (Niebla Asesina).
La causa fue la quema incontrolada de combustibles fósiles, como el carbón o el queroseno. Además, semanas antes se vivió un intensísimo frío, mayor del habitual. Al final, se fue produciendo una inversión térmica de tal magnitud que la polución se fue acumulando sobre la ciudad en una especie de gran bolsa de aire. Aunque inicialmente el fenómeno no se recibió con pánico, dos días más tarde de iniciarse la niebla, cundió el pánico. Las ambulancias iban de un lado a otro y los hospitales no daban abasto. Ya se contaban varios miles de muertos, pero jamás se pensó que la cifra total ascendería a las 12.000 personas fallecidas.
En el imaginario colectivo quedaron aquellos días como un horror indescriptible, pero quizás ese miedo encontró su mejor expresión en el cine, cuando en 1980 John Carpenter dirigió The Fog, donde un grupo de personas, inexplicablemente, eran rodeadas por una niebla tan espesa que resultaba imposible avanzar y, sobre todo, tras presenciar que la niebla era efectivamente «asesina». Todo el que se aventuraba a abrirse paso caía fulminado.