La última y macabra voluntad del pistolero
/El último deseo del pistolero James Allen fue que sus memorias, recogidas por uno de sus carceleros, se encuadernasen con su propia piel
Como muchos otros que conformaron la leyenda del salvaje oeste, James Allen adquirió gran fama como uno de los forajidos más temidos en los Estados Unidos de principios del siglo XIX. Se cuenta que, ante las persecuciones de las que era objeto, afirmaba que él era «dueño de su propia piel», y con los años demostraría que esta afirmación no era ninguna broma.
Su fama era tal, que nadie se atrevía a enfrentarse a Allen. Pero el día llegó, y un valiente fue capaz de hacerlo. Su nombre era John Fenno. Durante el asalto del que fue víctima, Allen le disparó un tiro que fue desviado por la hebilla del asaltado que, en lugar de huir, hizo frente al forajido. Esto dejaría una huella imperecedera en él, ya que gracias a Fenno los días de correrías de Allen verían su fin.
La leyenda se apagaba. Fue condenado por este y otros delitos a veinte años de prisión, pero la condena se vería acortada por una tuberculosis que acabaría con su vida en dos años. Durante aquel tiempo, Allen se dedicó a partes iguales a su oficio de zapatero y a disfrutar de su enorme amor por los libros, de tal forma que, estando en su lecho de muerte, dictó sus memorias a uno de los guardianes de la Prisión Estatal de Massachusetts.
Por expreso deseo de Allen, y como última voluntad, uno de los ejemplares del volumen titulado The narrative of the life of James Allen, alias Jonas Pierce, alias James H. York, alias Burley Grove, the Highwayman: being his death-bed confession to the warden of the Massachusetts State Prison, fue encuadernado con su propia piel y regalado a John Fenno, hacia quien sentía una gran admiración por haber sido el único con verdadero valor para enfrentarse a una leyenda. Porque cuando la leyenda se convierte en hecho, imprime la leyenda. Y vaya si fue así...